PRIMER ACTO.
El
judío se había pasado semanas enteras vagando por el desierto; a estas alturas
se sentía atosigado por el cansancio y el hambre y únicamente encontraba
consuelo cuando se ponía a meditar.
La
tarea no era fácil; por eso había sido escogido por su Padre para la misión más
importante que Yahvé tenía planeada para la salvación de la humanidad.
El
Mesías rezaba con desesperación buscando alivio para su atormentado cuerpo y
principalmente para su alma; tenía que acumular todas las fuerzas posibles para
comenzar a predicar la buena noticia: el reino de Dios había llegado al mundo.
A
veces dudaba pues su Padre no le había dado instrucciones precisas acerca de
cómo se debía desenvolver entre los hombres ya que solo sabía que cuando
llegara el momento correcto, tenía que reclutar a doce hombres a fin de poder cumplir
con su importante encargo.
Se
detuvo un momento para recuperar el aliento mientras bajaba su triste mirada
hacia su pobre vestimenta: una sencilla y raída túnica que antes de llegar a
tan desolado lugar había sido blanca pero que en ese momento estaba
completamente sucia de la tierra que había llevado consigo el incesante viento
que lo golpeteaba de cuando en cuando así como del sudor que mostraba oscuras
manchas en toda su superficie; las orillas estaban hechas jirones debido a los
cardos que se la habían desgarrado como si fueran pequeños soldados del mal
intentado frenar al enemigo; las correas de sus burdas sandalias estaban a
punto de separarse de la suela de su calzado como consecuencia de la larga
caminata llevaba a cabo en tan desolado lugar.
Cuando
decidió continuar su camino pensando que de un momento a otro iba a recibir más
instrucciones del Altísimo sintió como un frío miedo comenzaba a invadir su
fatigada figura haciéndolo temblar; quiso razonar acerca de qué era lo que le
atosigaba cuando escuchó como se abría una botella de alguna bebida espumeante.
Entonces lo supo.
La
tapa de la botella le pegó en la frente y cuando volteó hacia el origen del
objeto se encontró de frente con una extraña figura.
Era
616.
Lucifer
estaba vestido como motociclista; calzaba unas botas negras con casquillo
plateado en las puntas así como pantalón de piel del mismo color. Su oscuro cabello
largo le caía hasta los hombros y lucía una ligera barba que acentuaba más su
atractivo rostro; traía una playera de algodón negro con una calavera dibujada
en pecho que mostraba una macabra sonrisa en medio de llamas de colores.
Mientras
se quedaron viendo frente a frente como si fueran contrincantes en medio de un
ring de lucha, el hombre que más adelante sería conocido como Kristos pudo
notar que Luzbel estaba sentado en una silla de plástico recargando sus largas
y musculosas piernas en una mesa frente a él; dos mujeres vestidas con un impúdico
bikini negro sostenían una enorme sombrilla de playa la cual proyectaba una
reconfortante sombra sobre del Demonio.
Cuando
el judío dirigió su mirada hacia las manos de su oponente vio que entre los
dedos llenos de anillos de calaveras de oro tenía la botella de una cerveza que
era de donde había venido la tapa que anteriormente le había arrojado en la
cabeza.
Mientras
se quedaba en silencio, 616 le mostró una sonrisa burlona y con una sensual y
ronca voz lo saludó diciéndole:
-Hola
Yeshua, ¿Cómo has estado, muchacho?-.
El
aludido contestó:
-Mi
Padre me advirtió que ibas a venir a tentarme con tus negros poderes-.
Lucifer
sonrió aún más y dijo:
-Algo
por el estilo-. Y retirando sus piernas de la mesa, jaló una silla igual a la
suya y mientras la señalaba continuó. –Pero siéntate, tenemos mucho que
platicar tú y yo-.
Cuando
vio que Yeshua no se movía, el Maligno mostró un destello de cólera en sus ojos
azules, pero aun así dijo con voz pausada:
-Vamos
hombre, alguien tan poderoso como tú no puede temerle a una simple silla;
después de todo, esto no forma parte de las “tentaciones”-.
Yeshua
accedió y se dejó caer suavemente en la silla mientras sentía como su
atormentado cuerpo le agradecía el descanso tan anhelado; cerró los ojos
tratando de relajarse y cuando los abrió su acompañante exclamó divertido:
-¿No
quieres una cerveza?-.
Como
el judío no contestó Lucifer simplemente le dio un trago a la que tenía en su
mano; Yeshua no se sorprendió de que Luzbel tuviera tantos objetos que utilizaría
la humanidad miles de años después, pues conocía su enorme poder.
Después
de todo él también era hijo del mismo Padre que Yeshua.
Y
antes que el judío, él había sido el favorito de Dios.
Se
quedaron en silencio por unos instantes, mientras una de las exuberantes
mujeres le acariciaba suavemente al cabello a 616 hasta que éste habló:
-Y
dime, ¿Cuál sería la diferencia de que estuvieras de mi lado y no de nuestro
Padre?-.
El
galileo contestó firmemente:
-Que
tú lo que buscas es el placer terrenal mientras que nuestro Padre busca el
consuelo del alma-.
Lucifer
se carcajeó y dijo:
-¿Y
qué tiene eso de malo lo que yo busco? A final de cuentas vivimos en un mundo
material; no tiene sentido tener un cuerpo si no lo puedes disfrutar-. Y
volteando a ver con una mirada obscena a una de sus acompañantes añadió. -¿No
dijo Dios que debemos amarnos unos a los otros?-.
Yeshua
replicó:
-Sí,
pero Él se refiere al hecho de amarnos para no hacernos daño los unos a los
otros, no para darle rienda suelta a nuestras bajas pasiones-.
Luzbel
contestó:
-Y
entonces para que nos dio cuerpo si no podemos disfrutar de él-. Y molesto
continúo diciendo. -¿Qué otra mejor manera de demostrarle tu amor a una persona
si no es uniendo tu cuerpo con ella?-.
El
galileo explicó:
-Pero
es que tú no buscas el amor, sino solo el placer físico-.
El
Príncipe de las Tinieblas dijo:
-¿Y
qué mejor placer que estar con una persona con la cual disfrutas su compañía?
Acariciarla, besarla e incluso estar dentro de ella-. Dijo mientras le daba un
suave beso a la chica en su mejilla.
Yeshua
no se amilanó y contestó:
-¿Y
eso te llevará al amor?-.
Lucifer
contestó:
-¿Y
entonces que prefieres? En estos tiempos hay matrimonios arreglados; ¿O acaso
crees que tu madre terrenal no hubiera preferido estar con un ser amado y no
con un viejo que le triplica la edad?-. Y antes de que el Mesías contestara se
burló diciendo. –Valiente familia a la que llegaste-.
Yeshua
dijo con un tono de esperanza en la voz:
-Precisamente
eso es lo que he venido a cambiar-.
El
Demonio arrojó con furia su cerveza la cual se rompió en mil pedazos al chocar
con una piedra y se levantó mostrando una infinita cólera en sus ojos para
acusar:
-¡He
visto el futuro Hermanito, y ese tiempo no es mejor que este! Tú buscas la
salvación de la raza humana pero, ¿Sabes qué? Estos animales no merecen ser
salvados pues cientos e incluso miles de años más adelante cometerán los mismos
errores; se seguirán lastimando entre ellos, abusando de las mujeres a quienes
verán como humanos de segunda, aprovechándose de los débiles y explotándolos-.
Esbozó una sonrisa irónica y sentenció. –Créeme Yeshua; no vas a cambiar nada
con tu sacrificio-.
El
aludido se quedó pensativo y entonces dijo:
-Y
según tú, ¿Cuál es la alternativa?-. Y antes de que su oponente contestara,
añadió. -¿Todo lo que mi Padre me señaló como tus tentaciones? Placeres
mundanos, riquezas materiales y un enorme poder sobre la Tierra-.
Lucifer
se jaló los cabellos desesperadamente; dio un largo suspiro para tranquilizarse
y sacó un cigarro negro de su pantalón el cual encendió con la punta de su dedo
índice; caminó en círculos mientras daba un par de fumadas y volvió a sentarse;
contempló seriamente al galileo y dijo con amargura:
-¿Sabes
por qué me echó mi Padre de su Reino?-.
Yeshua
contestó:
-Sí,
porque quisiste tomar su lugar-.
Lucifer
contestó:
-Tienes
razón-.
Y
Kristos añadió:
-Y
querías su poder para dominar al mundo-.
Luzbel,
sin inmutarse destapó otra cerveza; le dio un largo sorbo y miró fijamente a su
acompañante para entonces decirle:
-¿Y
si te dijera que quería su poder para liberar al mundo?-.
Una
sombra de duda empañó la mira de Yeshua y sonriendo suavemente le preguntó:
-¿Para
salvarlo de qué?-.
El
Maligno dijo tranquilamente:
-Para
liberarlo de Él mismo-.
Lucifer
se levantó y caminando a su alrededor para decir con amargura:
-Voy
a pasar a la historia como el malo; como el rebelde que quiso ser como Dios y
que quería su poder para someter a la humanidad ¿Pero sabes la verdad? Lo que
yo realmente quiero de nuestro Padre no es su influencia sobre de los hombres,
si no su poder para decidir-. Y bebiendo más cerveza continuó. -Quiero decidir
sobre mi vida y mi cuerpo y no estar supeditado a las decisiones de Dios;
quiero controlar mi propio camino y escoger mi propio destino-.
Yeshua
replicó:
-Es
donde estás mal, pues debemos de seguir las enseñanzas de Dios si queremos
complacerlo y que nos cuide y nos proteja-.
Lucifer
gritó furioso:
-¡Pero
es que ese es el problema!, ¡Él no maneja la idea de un adepto y su protector
pues lo que en realidad busca es una relación amo-esclavo! Yo no estoy
dispuesto a someterme a su voluntad y a sus caprichos; ¡Yo quiero decidir sobre
de mí mismo!-.
Yeshua
quiso decir algo pero 616 lo interrumpió:
-¿Para
qué nos dio una mente si no la podemos usar más que para lo que él nos diga?,
¿Para qué nos dio voluntad si no la podemos usar?-.
Como
su acompañante no dijo nada, concluyó tristemente:
-Yo
quiero su poder de decisión-.
Entonces
el galileo habló con un tono de comprensión:
-Lo
que pasa es que sí tenemos poder de decisión, pero la utilizamos mal; por eso
es que Él nos dice cómo es que debemos de actuar-.
Entonces Luzbel
replicó:
-Sí; y si la gente
lo usa para lo que Él quiere entonces quiere decir que fue gracias a Dios pero
si toman malas decisiones es porque los seres humanos eligen mal-. Y completó.
-¿Por qué Él no toma también la responsabilidad de lo malo que hacen las
personas?-.
Yeshua simplemente
dijo:
-Es que por eso Él
nos enseña cuales son los caminos a seguir-.
Lucifer, cada vez
más enojado reclamó:
-¿Y no debería de
actuar como un verdadero padre? Un padre de verdad debe permitir que sus hijos
cometan errores y que aprendan de ellos; si no, jamás van a madurar así que
¿Por qué esa obsesión de decirnos que es lo que debemos de hacer y pensar?-. Y
añadió. -¿Por qué esa obsesión por la obediencia?-.
Y antes de que
Kristos contestara dijo con tristeza:
-Por eso me echó de
casa; porque yo quise decidir por mí mismo; ¿Es eso tan malo?-.
Y concluyó:
-¿Qué padre tan
cruel le hace eso a su hijo?-.
Yeshua no supo que
contestar y se levantó de la silla; antes de darse la media vuelta para seguir
su peregrinar por el desierto exclamó:
-Por eso he venido
a salvar a los hombres; para que no cometan los mismos errores que tú-.
616 le dijo
esperanzado:
-¿Y por qué no
dejas que cada quien elija salvarse a sí mismo?-.
Yeshua guardó
silencio y se dio la media vuelta mientras Satanás le gritaba:
-¡Recuerda
hermanito; libre albedrío!-.
SEGUNDO ACTO.
Yeshua se sentía
contento.
Estaba predicando
acerca de la venida del reino de Dios al pie de un cerro con sus doce
discípulos sentados alrededor de él
mientras una enorme multitud lo escuchaban con fascinación.
Terminó su sermón y
les indico a sus adeptos que era hora de retirarse, pero cuando comenzaron a
andar por el pedregoso camino las olas de personas le impedían avanzar pues
todos se arremolinaban alrededor del Mesías pidiéndole un sinfín de milagros; los
leprosos que los curara de su enfermedad, los ciegos que les permitiera volver
a ver, los paralíticos que los ayudara a caminar; todo mientras sus discípulos
exclamaban a gritos:
-Son demasiados
Maestro; no podremos avanzar-.
Yeshua simplemente
caminaba entre el mar de personas cuando una mujer que padecía flujo de sangre
se le acercó por detrás y tomó la orilla de su túnica pensando que con el
simple contacto iba a ser sanada de su enfermedad; en cuanto sus dedos rozaron
la prenda, inmediatamente se le secó la fuente de sangre, por lo que el galileo
volteó y gritó:
-¿Quién tocó mi
túnica?-.
Uno de sus
apóstoles le dijo:
-¿Ves la
muchedumbre que te aprieta y preguntas quien te tocó?-.
El Maestro exclamó:
-Es que sentí que
de mí salió poder-.
Antes de que sus
discípulos dijeran algo, la mujer completamente atemorizada cayó frente a él de
rodillas para confesar que había sido ella; Yeshua la contempló con dulzura y
le dijo:
-Hija, tu fe te ha
sanado. Ve en paz y queda sana de tu penosa enfermedad-.
En cuanto dijo esas
palabras, el hijo de Dios escuchó un zumbido que le ensordecía los oídos
mientras todo a su alrededor se congelaba; la mujer que se hallaba postrada
frente a él no se movía al igual que toda la multitud que lo rodeaba incluyendo
a sus discípulos; el mismo aire dejo de circular por el ambiente.
Había regresado
616.
Cuando Yeshua
volteó hacia el camino vio como Lucifer venía caminando tranquilamente
dirigiéndose hacia él mientras lo miraba alegremente; cuando llegó a su lado,
el judío contempló como Satanás estaba vestido a la usanza de los papas que
gobernarían la iglesia católica apostólica y romana en los siglos venideros,
pero a diferencia de éstos, traía una sotana negra con bordados dorados y un
solideo también negro que ostentaba unas enormes joyas de color rojo; en su
mano derecha portaba una férula papal de oro puro con el crucifijo conocido por
todo el mundo católico, solo que de cabeza. Cuando llegó junto al galileo, éste
no pudo evitar un ligero estremecimiento al ver la grotesca efigie; Luzbel lo
notó por lo que al llegar a su lado exclamó burlonamente:
-No te preocupes
Yeshua, esta imagen será adorada por los siglos de los siglos-.
El mencionado le
dijo:
-¿Qué haces aquí si
mi Padre me dijo que ya no te volvería a ver?-.
El Diablo contestó
tranquilamente sin abandonar la seductora sonrisa que le adornaba sus
atractivas facciones:
-Libre albedrío ¿Recuerdas?-.
Se quitó el solideo
mostrando una su brillante cabellera negra mientras añadía:
-Esta porquería es
extremadamente incómoda-.
Como el Maestro no
contestó, continuo:
-Vengo a verte para
saber si ya cambiaste de opinión-.
Yeshua le contestó
con orgullo:
-¿Por qué debería?
Mira a mis seguidores; están felices de verme y seguirme-.
Lucifer soltó una
sonora carcajada y le dijo:
-¡Ja, ja! Lo hacen
porque te necesitan; si no tuvieran esas dolencias ni siquiera notarían tu
presencia-.
Pero el Maestro
exclamó:
-Precisamente a eso
vine; a curarles su alma-.
Luzbel replicó:
-¿Y entonces por
qué les curas su cuerpo? ¿Qué no se supone que todo lo físico me pertenece a
mí?-.
Yeshua contestó:
-Pero tú jamás los
curarías-.
Luzbel dijo a su
vez:
-No, pero les daría
algo mucho mejor-.
Y antes de recibir
una respuesta completó:
-Les daría el poder
de curarse a sí mismos-.
Volteó a ver a la mujer
arrodillada ante el judío y le dijo:
-Mira a esta pobre;
se curó ella sola. Tú mismo se lo dijiste-.
Yeshua reclamó:
-No; la curó su fe
en Dios-.
Lucifer comenzó a
enojarse y dijo molesto:
-¿Por qué no les
dices la Verdad?-.
El galileo replicó:
-Pero si eso es a
lo que vine: a proclamar la Verdad-.
Luzbel, cada vez
más molesto sentenció:
-Yo me refiero a la
Verdadera Verdad-.
Y comenzó su
discurso:
-Tú les manejas la
idea de un Dios que se encuentra fuera de su alcance y que si quieren obtener
lo que desean en la vida deben obedecer a nuestro Padre, cuando en realidad
todos somos parte de Dios; no tenemos que pedirle nada a una figura exterior,
ya que siendo parte de Dios tenemos el poder de lograr las cosas por nosotros
mismos. Dios es Todo, así que creer en nosotros es creer automáticamente en
Dios; no tenemos que estar esperanzados en que nuestro Padre nos cumpla
nuestros deseos pues al tener fe en que podemos lograr las cosas, las
obtendremos-.
Y continuó:
-Tú los has alejado
de Dios pues no les has dicho que Él es como un cuerpo humano y los seres que
habitan este planeta son sus células; una célula no le puede pedir al corazón
que trabaje para ella si todos forman parte del mismo sistema. El corazón ya
sabe lo que tiene que hacer para que la célula subsista así como la célula sabe
lo que tiene que hacer para sobrevivir; es como si le dijeras a una célula que
ella no forma parte del cuerpo humano y que por eso necesita de una ayuda
externa para conservarse cuando la ayuda se encuentra dentro de ella misma-.
Volteó a ver una
vez más a la mujer que se acababa de curar y sentenció:
-Ella ya lo
entendió pero aún no lo sabe-.
Yeshua guardó
silencio confundido y solo alcanzó a decir:
-Entonces viniste
otra vez a tentarme tal y como me advirtió mi Padre; tu lógica es inaceptable
ya que los seres humanos necesitan el consuelo y apoyo suficiente para poder
ser felices y ganarse el reino de Dios pues ningún ser humano quiere estar
alejado de Él-. Y completó.
–Nadie quiere estar
solo-.
Lucifer,
completamente enfurecido gritó:
-¡Pero es que es lo
que te estoy diciendo; si todos somos parte del Todo, nadie tiene porque
sentirse solo! ¿Tu brazo le puede decir a tu cabeza que está solo? ¡No! Porque
ambos forman parte de algo más grande que ellos-. Tomó aliento y prosiguió.
-¡Además, el reino de Dios ya lo tienen ellos! ¡Tú bien sabes que dicho reino
no es un lugar al cual hay que llegar sino un estado de ánimo; cuando una
persona tiene fe en sí misma es feliz por lo que puede lograr cualquier cosa!-.
Le puso un dedo al
galileo en el pecho empujándolo para añadir:
–La felicidad es el
reino de Dios-.
Yeshua aun quiso
defenderse y dijo:
-Desgraciadamente
ellos no lo entienden así por lo que es mi tarea decirles cómo llegar a dicho
estado-.
Lucifer rió traviesamente y exclamó:
-Nunca entendí que
este plan maestro de nuestro Padre tuviera tantos errores-.
Y antes de que el
judío le contestará, prosiguió:
-¿Por qué llegaste
en esta época? La humanidad está en pañales. ¿Cómo esperas enseñarles una
filosofía nueva cuando apenas saben hablar?-.
Volteó a ver a la
muchedumbre y dijo irónicamente:
-Ni siquiera saben
leer y escribir y no tienen una educación formal; dudo mucho que comprendan los
conceptos que tú y yo entendemos tan fácilmente-.
Yeshua no respondió
por lo que Satanás continuó:
-Por otro lado, no
entiendo porque llegaste entre los judíos; digo, en términos generales: ¿Por
qué no llegar en Europa dentro de quinientos años y decirle a la raza aria que
ella es la elegida por Dios?; ¿Por qué no llegar en mil años a América en medio
de las tribus que a pesar de su atraso en algunos aspectos ya han desarrollado
ciencias tan avanzadas como la astronomía y la medicina?-.
El Maestro solo
atinó a decir:
-Yo no puedo
cuestionar los designios de mi Padre-.
Luzbel contestó:
-Y por eso estás
aquí en medio de un lugar y una época que la humanidad quisiera olvidar; verás
que tus adorados judíos serán perseguidos por los siglos de los siglos pues
siempre serán acusados de deicidas-.
Yeshua reclamó:
-Por eso es que se
eligió esta época y estos tiempos en los que hay tanta turbulencia entre las
personas; tanta maldad y abusos de unas razas hacia las otras-. Y señalando a
sus seguidores añadió. –Esta gente necesita de consuelo-.
Lucifer dijo:
-A lo largo de los
siglos venideros siempre existirán esos problemas hasta que los humanos
entiendan que ellos mismos pueden cambiar su historia-. Y dijo con una sonrisa.
–Claro, mientras haya alguien que les diga que pueden y deben tener fe en sí
mismos-.
Le pasó el brazo
derecho por los hombros al Maestro y con una sonrisa relajada le dijo:
-¿Sabes? Debiste
haber llegado dentro de dos mil años cuando ya se hayan inventado los medios de
comunicación masivos; así podrías mandar tu mensaje a todos los confines de la
Tierra-.
Soltó a Yeshua y
poniéndose serio finalizó:
-Pero a final de
cuentas; si se acabaran los problemas de los seres humanos ya no necesitarían a
nuestro Padre-.
Se
puso su solideo y antes de alejarse dijo tristemente:
-Y
eso no es bueno para el negocio familiar ¿Verdad?-.
Inmediatamente
616 desapareció en el aire y en cuanto lo hizo la gente comenzó a moverse y
siguió con sus gritos pidiéndole ayuda; el Mesías comenzó a sentirse incómodo
ante tantas súplicas para que los curara.
Se
preguntó si no sería más fácil enseñarles el mensaje de Lucifer.
Todos
forman parte de Dios.
Todos
se pueden curar a sí mismos.
Se
sintió asqueado de la debilidad que mostraban sus seguidores; eran como
pequeños niños desamparados que lloran alrededor su mamá buscando que les cure
una cortada en el dedo.
¿Ese
el plan de su Padre? ¿Velar por sus hijos?
El
fondo, Yeshua comenzaba a pensar que era mejor enseñarles a los hijos a confiar
en sí mismos y no sobreprotegerlos.
TERCER ACTO.
Todo
había sucedido tal y como estaba planeado.
Lo
habían aprehendido en el jardín de Getsemaní llevándolo ante los fariseos
quienes en un ridículo juicio lo habían encontrado culpable; por su parte, las
autoridades romanas no habían querido meter las manos por él y lo habían
sentenciado a morir crucificado.
Y
ahí se encontraba Yeshua ahora.
Estaba
clavado en una cruz de madera en medio de dos ladrones cuyos gritos de dolor
eran tan insoportables que no le permitían ni siquiera pensar.
Su
propio dolor era tan intenso que su cuerpo temblaba víctima de escalofríos
mientras trataba de levantarse de los clavos incrustados en sus extremidades
inferiores para poder respirar, tarea casi imposible pues en cuanto la
debilidad atacaba sus piernas su tórax bajaba comprimiendo sus pulmones sin
dejar pasar más que un mínimo de aire.
Todo
eso sucedía mientras se preguntaba si su sacrificio obtendría el resultado
esperado.
Cuando
pensaba que ya no podía haber algo peor, sintió en sus fosas nasales un tenue
aroma masculino, tan agradable que por unos ligeros momentos le trajeron
tranquilidad a su atormentada alma, pero inmediatamente la rechazó pues sabía
de donde venía ese débil consuelo.
Otra
vez venía a visitarlo 616.
Sintió
que algo golpeaba la madera de la cruz al lado de su brazo derecho y cuando
volteo trabajosamente para conocer el motivo del impacto, vio que era las
extremidades de una escalera de aluminio y cuando se incorporó un poco más vio
a treinta centímetros de su cara la sonrisa burlona de Lucifer.
Esta
vez portaba una indumentaria de oficial militar: chaqueta, gorra de plato e
incluso guantes de piel negra; pero lo más macabro eran las calaveras y las
esvásticas que adornaban su vestimenta así como un ridículo y minúsculo
bigotillo negro.
Satanás
recargó sus brazos en la madera de la cruz del Maestro y contemplándolo
largamente, sacó un puro encendido y comentó:
-¡Vaya
golpiza que te pusieron estos animales Yeshua; espero que esto valga la pena!-.
El
Mesías trabajosamente contestó con dificultad:
-Todo
forma parte del plan de nuestro Padre-.
Luzbel
sonrió y dijo:
-¡Vaya!
No sé si regañarte por necio o agradecerte que ahora sí me reconozcas como tu
hermano-.
Yeshua
respondió:
-Todos
somos hijo de Dios; incluso el peor pecador lo es-.
El
Maligno contestó:
-Sí,
incluso los pecadores. Lo cual no significa que no los vaya a enviar al
Infierno conmigo por malos-. Hizo una mueca de desagrado y preguntó:
-¿Sabías
que el Infierno a donde me mandó nuestro querido padre es un lugar horrible?-.
Yeshua
dijo:
-Sí;
así es como debe ser-.
616
rio con burla y dijo irónicamente:
-Tan
horrible que ahí todos hacen lo que quieren-.
Lucifer
reflexionó un momento y comentó pensativo:
-No
sé; dudo mucho que estos salvajes aprecien lo que estás haciendo por ellos.
Después de todo, tus más cercanos discípulos te voltearon la espalda y el único
al que le confiaste una de las partes más importantes del plan, va a pasar a la
historia como el peor traidor que haya conocido la humanidad-. Y añadió.
–Afortunadamente para él, en mi casa va a ser recibido como un héroe, pues
sabemos que es una víctima de los designios de Dios-.
El
Maestro reflexionó y dijo a su vez:
-Al
final toda la Verdad se sabrá-.
Satanás
replicó:
-¿Cuándo?
¿Dentro de uno, dos, tres siglos? Los dueños de tu Iglesia jamás dejaran que la
Verdad salga a la luz, pues entonces quebraría su negocio-.
Y
continuó:
-De
hecho, sería interesante que de verdad resucitaras de entre los muertos y que
los echarás a latigazos de su catedral como lo hiciste en el templo hace
algunos días-. Le dio una larga chupada a su puro y pensativo exclamó. -¿Cuál
fue tu frase?, Ah sí: “Ustedes han convertido la casa de mi Padre en una cueva
de ladrones”-. Se inclinó acercándose a la oreja del Maestro y susurró. -Eso
jamás va a cambiar Yeshua-.
El
aludido iba a decir algo pero en eso sintió un agudo dolor en los pies que le
hizo caer hacia delante, provocándole respirar entrecortadamente; Lucifer lo
observó un instante y le dijo:
-Ya
sabes Hermanito, Tú tienes la decisión; no estás obligado a obedecer a nuestro
Padre-.
El
judío exclamó trabajosamente:
-Todo
saldrá como nuestro Padre lo tiene planeado; segundos después de que yo muera,
Él bajará a la Tierra para resucitarme y así les mostrará a todos que yo soy Su
enviado-. Tomo con dificultad una bocanada de aire y prosiguió. –Eso ocasionará
que todos se den cuenta de que mi Mensaje era el verdadero y todos se volverán
fieles seguidores de Dios-.
En
eso se acercó un romano, quien al igual que todos los presentes no podía ver a
Lucifer pues eso solo lo podía hacer Yeshua; puso una escalera en el lado
izquierdo de la cruz, levantó una lanza que en la punta traía una esponja
impregnada con vinagre y se la puso en la boca al condenado, quien hizo una
mueca de negación y volteo la cabeza hacia el otro lado, para sorpresa del
centurión.
616
contempló la escena con curiosidad y cuando el soldado romano bajó de la
escalera volvió a atacar:
-¿Te
digo algo? Solo necesitas una pequeña muestra del poder que te dio nuestro
Padre y todos estos infelices caerían calcinados con un rayo-. Y levantando las
manos como si fuera un mago preguntó. -¿O quieres que lo haga yo?-.
Yeshua
casi gritó:
-¡No!
Mi Padre vendrá a salvarme después de que yo muera; eso demostrará que el poder
de Dios es más grande que la maldad humana e incluso que la muerte-.
Y
bajando el volumen de voz hasta casi un susurro, completó:
-Y
así la humanidad quedará salvada con el sacrificio del hijo preferido de Él-.
Lucifer
enfurecido gritó:
-¿Preferido?
¡Pobre ingenuo!-. Y señalándose a sí mismo reclamó. -¡Yo era el hijo preferido
de Él y mira lo que hizo conmigo; me echó de su Reino! ¡Mi único pecado fue
querer pensar por mí mismo y mira donde terminé!-. Le jaló violentamente los
sudados y sucios cabellos a y continuó. -¡Estoy condenado a no poder regresar a
casa hasta el fin de los tiempos mientras que tú, su nuevo hijo preferido
simplemente por obedecerlo como su fiel esclavo tiene un lugar garantizado a su
diestra!-.
Soltó
el pelo del Maestro y finalizó amenazando:
-¡Ten
cuidado Yeshua; tal vez a ti también te traicione!-.
Para
sorpresa de Lucifer, el galileo empezó a llorar; aquel no sabía si era porque
el dolor sufrido era insoportable o porque tal vez ya estaba dudando de su
misión. Su llanto solo se detuvo cuando subió otro soldado con una lanza para
insertarla temerosamente en su tórax del lado izquierdo de donde brotaron unas
gotas de sangre diluida con el sudor que bajaba por el pecho del crucificado.
Al ver esto, Luzbel sonrió y dijo con burla:
-¿Sabías
que en el futuro mucha gente buscará esa lanza y le atribuirá poderes mágicos?
Afortunadamente para ti, cuando crean que ya la tienen no sabrán que es falsa,
pues la verdadera terminará en medio del desierto en la siguiente campaña
militar en la que participe ese soldado-.
La
respiración de Yeshua se hacía cada vez más suave hasta casi ser imperceptible;
su cuerpo estaba a punto colapsar.
Lucifer
quiso dar su golpe final y sentenció:
-Tú
sabes que yo puedo ver el futuro, ¿Verdad? Entonces te diré lo que va a pasar:
tu cuerpo será llevado a una tumba, pero tus seguidores sobornarán a los
soldados que cuidan esa cueva para sacarte de ahí y así poder esparcir el rumor
de que resucitaste; inventaran historias que dirán que platicaste con ellos
para después ascender a los cielos. ¿Tu verdadero cuerpo? Será tirado en una
lejana barranca donde se calcinará al sol-.
Miró
con verdadera compasión al Maestro y finalizó:
-Ese
será tu destino Yeshua-.
El
judío sabía que el fondo su Hermano tenía razón.
Tristemente
tenía razón.
Tomo
una larga bocanada de aire y gritó hacia los cielos:
-¡Padre!
¿Por qué me vas a abandonar?-.
Y
con su último suspiro dijo:
-En
tus manos caerá la sangre de mi cuerpo-.
Y
expiró.
El
cielo se empezó a oscurecer mientras unos horrendos truenos sonaban entre las
nubes y un feroz viento comenzaba a amenazar todo el lugar.
El
extraño fenómeno duró unos segundos y después volvió la tranquilidad al lugar.
Satanás
guardó silencio por varios minutos, mientras confundido, decía en voz alta:
-¿Eso
fue todo?-.
Miró
hacia los cielos y añadió molesto:
-¿Dónde
quedó la salvación de Yeshua?-.
Bajó
de la escalera y se paró exactamente enfrente del cuerpo inerte del sacrificado
para contemplarlo mientras sentía dentro de él una infinita tristeza, mezclada
con una indescriptible furia.
Después
de todo, era su Hermano el que había fallecido.
Murmuró
para sí mismo con amargura:
-Tenías
el poder de decisión hermanito-.
En eso se abrieron
las nubes y de entre ellas se escuchó una estruendosa voz que dijo:
-¡Lucifer!-.
El
aludido levantó la mirada y preguntó sorprendido:
-¿Padre?-.
La
voz contestó:
-Tengo un plan
mediante el cual podemos esparcir tu mensaje y así podrás volver a ser mi hijo
preferido-.
Hizo una pausa y
dijo cariñosamente.
-Mi hijo el más
querido-.
Luzbel
contestó con resentimiento:
-Nunca
lo he dejado de ser-.
La
voz dijo entonces:
-¿Quieres
regresar a casa?-.
616
se quedó inmóvil, impactado por lo que había escuchado y guardó silencio
durante un momento.
O tal vez durante
toda una eternidad.
De
repente, una sonrisa de satisfacción comenzó a dibujarse en su cara y contestó
con orgullo:
-No, gracias-.
Y
metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, se echó a andar alegremente
por el camino pedregoso.
FIN.
1. El nombre
original del llamado Mesías, conocido desde principios de nuestra era es el de
Yeshua que viene del arameo y que se distorsionó al griego y latín como Jeshua,
pero debido a una serie de malas traducciones se terminó utilizando el nombre
de Jesús como se le conoce actualmente.
2. El número 666 se
ha considerado hasta la actualidad como el número de la Bestia, pero dado que los
primeros evangelios fueron escritos en arameo y griego, esos lenguajes utilizan
signos que nosotros conocemos como números por lo que, una vez más, debido a
malas traducciones a lo largo de los siglos, se perdió el número original, que
es el 616.