Mi
nave está a punto de entrar a la atmósfera de la Tierra, por lo que en mi cara
comienza a dibujarse una sonrisa llena de nostalgia, pues regreso a este
planeta tan querido por mí después de más de 10,000 años de ausencia.
Me
llamo Org y me dicen el Conquistador de mundos.
He
conquistado civilizaciones a todo lo largo y ancho del Universo; desde
criaturas muy básicas o unicelulares, hasta organismos complejos que han caído
bajo mi poder.
Quiero
aclarar que mis conquistas no las llevo a cabo mediante la guerra, pues eso es
muy primitivo para mí; no, yo conquisto mediante la razón. Llego al planeta
escogido e imparto mi sabiduría; valores tales como la honestidad, la
integridad, la responsabilidad y lo principal: el amor. Sé que para lograr eso
también debe evolucionar la especie, por lo que soy prolífico en cuanto a
compartir con ellos mis conocimientos avanzados que tengo de tecnología,
cultura, medicina, entre otros.
En
este caso en particular, me inspiró mucho afecto la raza humana, la cual,
dentro de su forma primitiva de ver la vida, se encontraban ávidos de aprender,
por lo que progresaron rápidamente; construyeron enormes ciudades y monumentos
que, sin un poco de vanidad de mi parte, me los dedicaron a mí. Pero lo importante
es que aprendieron no nada más la tecnología que les enseñé, sino una mejor
forma de vida basada en el respeto y la tolerancia mutua; recuerdo que varios
pueblos hicieron la guerra entre sí, pero de alguna manera me las arreglé para
poder conciliar sus diferencias. Les enseñé a respetar la naturaleza y el ciclo
natural de vida, por lo que comenzaron a tomar a su planeta como un verdadero
hogar, el cual siempre debía estar limpio y bien cuidado, para que les pudiera
otorgar todo lo necesario para poder subsistir como especie.
Sucedió
algo muy curioso con mi poder; al darse cuenta de la influencia que yo ejercía
sobre de los humanos, muchos de ellos intentaron actuar en mi nombre, pero solo
para beneficio propio; sin embargo, en cuanto los descubría, los castigaba
severamente, pues la tarea de un padre siempre es la de corregir a sus hijos,
por mucho que nos duela.
Sí;
así es como consideraba a la raza humana, como mis hijos.
Una
vez que consideré mi tarea hecha, decidí partir, para tristeza de todos ellos,
pero a final de cuentas se consolaron con la promesa que siempre hago.
Volvería.
La
verdad es que esa promesa nunca la he cumplido, pues considero que no es
necesario hacerlo, tomando en consideración la evolución que han logrado todos
los planetas conquistados por mí, pero dado el cariño que les tomé a los
humanos, he decidido cumplir con ese compromiso por primera vez.
A
pesar de mi ausencia, he estado al pendiente de ellos, pues he sabido de sus
avances tecnológicos en cuanto a que han construido máquinas para salir de su
propio planeta y explorar los alrededores de él; eso me demuestra que he hecho
bien al despertarles la curiosidad básica en todo el Universo: quienes somos,
de dónde venimos, hacia donde vamos, y la más importante: ¿Estamos solos en el
Universo?
Sé
que su curiosidad ha sido tanta que incluso han mandado mensajes al espacio; en
lo personal no los he contestado yo, pues considero que es algo que no me
corresponde, ya que si alguna otra especie quiere tener contacto con ellos lo
hará a su debido tiempo; espero que sea una de las civilizaciones conquistadas
por mí, pues eso facilitaría el intercambio de información, así como un mejor
entendimiento, útiles para todos ellos.
Tengo
una enorme curiosidad de saber cómo viven el día a día actualmente.
Sé
que han vivido y fallecido infinidad de humanos desde la primera vez que estuve
aquí, pero también sé que con el tiempo han ido transmitiendo de generación en
generación mi recuerdo; muchos lo han manejado como una religión, otros como
filosofía, pero en el fondo nada de eso importa, pues lo que de verdad vale es
saber que no me han olvidado. Esto en realidad no es por egolatría, sino por
salud espiritual, pues siempre es bueno saber de dónde les llegó todo el
conocimiento que ahora disfrutan, pues eso les daría un sentimiento de humildad
reconocer que existen mentes más avanzadas que ellos que, sin ningún interés
egoísta, estuvieron dispuestas a compartir su conocimiento para su propio bienestar.
Tomando
en cuenta lo anterior, he mandado señales a personas en lo particular, a fin de
que preparen a todos los demás acerca de mi inminente regreso; entiendo que
actualmente tienen infinidad de medios de comunicación masivos que contribuirán
a que la gran mayoría de la raza humana entienda el mensaje y se preparen para
recibirme; una vez más, no por mi ego, sino para que puedan recibirme con el
mismo afecto con el cual estoy a punto de contactarlos. A final de cuentas,
¿Qué hijo no estaría feliz de recibir el regreso de su padre benefactor?
Mi
sonrisa se amplía aún más al pensar que en realidad no sé quién está más
emocionado con nuestro encuentro, si ellos o yo.
El
mensaje que he enviado, lo he hecho vía señales mentales, hacia un diverso
grupo de personas, tales como líderes mundiales, filósofos, gente que tiene
mucha influencia entre los demás, así como humildes personas que, si bien no
tienen la gran relevancia que las anteriores, son humanos que tienen probada
integridad humana. Desgraciadamente, mis habilidades no me han permitido
enterarme del resultado de esta estrategia.
Pero
estoy a punto de averiguarlo.
Por
todas mis experiencias anteriores, entiendo que todas las culturas con las
cuales he convivido me nombran como Dios; es un concepto equivocado, pues el
concepto Dios no es otra cosa que el sistema que rige al Universo; esto es, no
es una persona, cosa o ente que decide el destino del cosmos, sino que es el
TODO. De esta manera, todos somos Dios o, dicho de manera más entendible: todos
formamos parte de Dios.
Sin
embargo, sé que todas estas civilizaciones todavía no están preparadas para
entender esta idea; es demasiado avanzada para ellos. Debido a esto, no tengo
empacho en ser nombrado de esa manera, si eso es necesario para la evolución de
las distintas razas que todavía están en proceso de evolución y que habitan
este sistema al que llamamos Universo.
Tomando
en cuenta lo anterior, es que me he decidido a enviar mensajes de avanzada, a
fin de preparar a la raza humana para mi prometido regreso.
Como
ya comenté, será la primera vez que lo haga, así que creo que terminará siendo
un buen experimento para otros mundos.
Mi
nave toca la atmósfera de la Tierra y comienzo a ver la primera señal
desagradable que me sorprende a la vez que me confunde; el otrora planeta azul
que visité hace miles de años ahora se ve ennegrecido por una capa desagradable
de desechos químicos, debido a lo cual me pongo mi traje de protección, pues no
sé si esta repugnante mezcla de tóxicos pueda afectar mi sistema respiratorio.
Pensaba mostrarme tal cual, pero, dadas las circunstancias, es mejor no
arriesgarme.
Después
de todo, no sería bueno que “Dios” sucumbiera ante tal nivel de contaminación.
Sigo
observando aspectos negativos, pues noto que alrededor del planeta hay
infinidad de aparatos que la orbitan; es normal, dado el avance tecnológico que
ha tenido la raza humana. El problema es que muchos de ellos ya no emiten señal
alguna, lo que me indica que simplemente son chatarra, lo cual es muy
peligroso; pero lo que sí de verdad me preocupa es que muchos de estos
artefactos que sí funcionan emiten señales radioactivas, según lo que lee el
instrumental de mi nave, por lo que manipulo controles para saber cuál es la
fuente de esa energía.
Lo
que descubro comienza a llenarme de terror.
Son
armas de destrucción masiva.
Prefiero
no hacer juicios a priori, pues existe la posibilidad de que hayan tenido
noticia de algún posible ataque de otro planeta; aun así, es una idea remota,
pues según mis estudios, no hay alguna civilización belicosa que quisiera
conquistar este planeta.
Pero
si mis datos son erróneos, estoy dispuesto a utilizar todos mis conocimientos
para defender a la raza humana.
Después
de todo, considero mi deber defender a mis “hijos” predilectos.
Trato
de hacer un descenso espectacular, a fin de preparar a los humanos de mi
llegada, aunque sé que ya se han enterado de la visita de un ser inesperado,
pues he escuchado algunas de las comunicaciones que han emitido los satélites
que orbitan el planeta, por lo que ya saben que estoy por llegar desde bastante
tiempo.
Desciendo
en la que considero la ciudad más importante, pues es muy bulliciosa, tiene
mayor población y es la más conocida de la Tierra, a fin de que todos se
enteren de mi arribo; veo que muchísima gente se agolpa alrededor de mi nave a
fin de recibirme, lo cual me llena de satisfacción pues me doy cuenta que mi
mensaje mandado con anterioridad ha surtido efecto.
Utilizo
mi mejor equipo para dar una buena impresión; abro la puerta de descenso y
salgo, sonriendo del gusto que me da volver a pisar este suelo tan entrañable
para mí.
Lo
que me espera me causa una enorme sorpresa.
Y
no para bien.
Una
vez que piso tierra, me doy cuenta que los primeros que se encuentran frente a
mí no es la gente común y corriente, sino un ejército peligrosamente armado que
me mira con desconfianza.
De
primera instancia, no sé si mi mensaje no fue bien difundido o no fue
comunicado, pero una vez que activo mi traductor de idiomas, me doy cuenta de
la triste realidad.
El
mensaje no fue aceptado.
Me
ven simplemente como un extraterrestre al cual no conocen, y peor aún, en el
cual no confían.
Todavía
hay esperanza, me conforto a mí mismo, por lo que, pasando por alto todas las
básicas medidas de seguridad, me quito el caso para que puedan reconocerme,
pues sé por los monumentos que levantaron en mi honor, en cuanto vean mi cara, podrán
hacerlo.
Es
inútil.
Después
de un lapso de tiempo en el cual trato de acostumbrarme al ambiente contaminado
que tengo que respirar, comienzo con el discurso que tenía previamente
preparado para que me identifiquen; les hablo de mi primera llegada, lo que
hice por ellos y lo que esperaba que hubieran logrado, esperando una señal de
reconocimiento y de afecto nostálgico.
Es
inútil.
Los
soldados me siguen viendo con mirada de desconfianza e incluso, de odio.
Los
demás tienen una expresión que, al principio, no logro identificar.
Hasta
que lo hago.
Siento
que mi corazón se derrumba de tristeza al identificar, no una, sino todas las
emociones que veo en la población humana.
Tristeza,
amargura, decepción.
Termino
mi mensaje y mientras guardo silencio para que puedan asimilar la información,
me pregunto cuál fue el motivo por el cual los humanos vivan de esta manera;
les dejé lo necesario para ser felices y cuando me fui lo eran. ¿Qué fue lo que
cambió?
Necesitaba
más información.
Después
de algunos minutos terrestres, vi que los soldados se comunicaban, me imagino
que con sus jefes y entonces comenzaron a hablar conmigo; me dijeron que podía
estar en su planeta, pero que me iban a tener vigilado en todo momento.
Entiendo un poco su desconfianza, pero lo que más me desilusionó fue la actitud
de la gente en general; muy pocos se alegraron de mi llegada, muchos más me
vieron con indiferencia, pero la gran mayoría tuvieron una actitud de
resentimiento.
Esto
fue lo que más doloroso.
Debido
al “permiso” que me concedieron las fuerzas armadas, me dediqué a visitar
muchos lugares del planeta; no nada más las grandes ciudades, las cuales tenían
más personas a las cuales esparcir mi mensaje de llegada, sino que también
visité áreas remotas, de pueblos menos avanzados que los demás a fin de conocer
su forma pensar.
No
sé cuál experiencia fue peor.
En
las grandes ciudades, la gente estaba más enfocada en acumular bienes
inservibles, laborar en trabajos que aborrecían e idolatrando personas que no
les traían beneficios a su crecimiento personal o, en las comunidades alejadas
de las grandes civilizaciones, que si bien vivían con costumbres donde todavía
me rendían culto, lo hacían de forma equivocada.
Desgraciadamente,
a pesar de esas diferencias, había un factor en común.
Todo lo que escuchaba
eran reclamaciones.
Todos me reclamaban
por qué los había abandonado; peor aún, me pedían que les concediera lo que
ellos llamaban “milagros”; esto es, cosas que ellos consideraban que no podían
hacer. Me pedían cosas desde encontrar un mejor trabajo, que no fueran
castigados por lo que ellos llamaban delitos, que no tuvieran todos los bienes
materiales por los cuales trabajaban, etcétera.
Me dolía su actitud
de “comodismo”; intenté explicarles la fórmula para conseguir lo que buscaban por
ellos mismos y que, en el fondo, las posesiones materiales no eran importantes,
pero no me escucharon. Se habían enviciado en el concepto de que la felicidad
consistía en poseer todo lo que ellos habían inventado.
Se
habían vuelto tan materialistas que solo les importaba el “tener”, dejando de
lado el “ser”.
En
términos generales, querían que yo les diera la felicidad.
Desgraciadamente,
después de tantos años, no se habían dado cuenta que la felicidad YA la tiene
todos; y mejor aún, la tienen dentro de sí mismos, solo necesitan darse cuenta
de ello.
Pero
no quisieron escuchar.
Mi
visita duró algunos días más, en los cuales comprobé fehacientemente que mi
mensaje no fue entendido; tal vez al principio lo hicieron, pero entonces, ¿Qué
pasó? ¿En qué momento dieron una vuelta equivocada en la vida que perdieron lo
verdaderamente importante?
La
fraternidad, la empatía, el darse cuenta que todos forman parte de un TODO y que,
por ese simple motivo, lo que hace uno, afecta a todo el planeta.
Desgraciadamente,
todos ellos estaban haciendo las cosas por los motivos equivocados; el odio y
el miedo. El odio a sus semejantes y el miedo a sus propios semejantes. Ese era
el motivo por el cual habían desarrollado armas tan sofisticadas; por el odio a
los que consideraban diferentes a ellos y por el miedo que les provocaba que
esos diferentes les hicieran daño.
Viéndolo
en retrospectiva, creo que ya me había dado cuenta de ello, pues cuando me
acerqué a la Tierra, comencé a recibir sensaciones desagradables; como cuando
llegas a la casa de una persona y sientes tanta energía negativa que no te
consideras bien recibido. No le puse atención por el entusiasmo de ver a mis
hijos queridos.
Ahora
me doy cuenta que el amor puede cegar la razón de cualquier criatura.
Incluyéndome
a mí.
Todavía
estuve varios días en la Tierra, intentando convencer a los humanos de regresar
al camino que les había enseñado, siempre acompañado de sus fuerzas de
seguridad, las cuales nunca llegaron a confiar en mí, pero con el paso del tiempo
me convencí que era una tarea inútil.
Desilusionado,
subí a mi nave, casi arrastrando los pies, pues la sensación de responsabilidad
con la cual fui dotado por parte del Universo, me indicaba que debía insistir
en salvar a la humanidad; pero a su vez, la razón me decía que no había
salvación. Cuando me senté en el control de mando, todavía busqué evidencia de
cómo rescatarlos, pero cuando accedí a sus bases de datos, me horroricé al ver
la historia de guerras sin sentido en las cuales habían participado la mayoría
de la raza humana. Asqueado, cerré los ojos para dejar de ver toda la
destrucción y miseria que se habían provocado a ellos mismos, por lo que me
ajusté el cinturón de seguridad y comencé a elevarme.
Cuando
estuve a una distancia prudente, por la ventana panorámica de mi nave contemplé
una vez a más a la Tierra, mientras dos de mis dedos estaban situados sobre del
tablero de controles; uno estaba situado sobre el botón que me llevaría a mi
siguiente destino; una civilización primitiva que necesitaba un guía, por lo
que ahí comenzaría la conquista del siguiente planeta.
El
otro tenía un propósito más deprimente.
Las
lágrimas escurrían por mis mejillas mientras mi corazón se negaba a ejecutar la
orden, hasta que mi mente lógica se impuso y pulsé uno de los botones.
Si
no fuera tan trágica la situación, hubiera sido una visión espectacular; la
Tierra explotaba en millones de pedazos iluminando el oscuro espacio para, en
cuestión de segundos, no dejar un solo vestigio de que alguna vez hubiera
existido ese planeta.
Todavía
contemplé unos momentos como los desechos de esa basura que yo había educado se
esparciera por el cosmos; suspiré con resignación y apreté el otro botón con mi
mano derecha.
Tengo
la esperanza de que el nuevo proyecto de civilización que tengo planeado
visitar cumpla con mis expectativas.
Solo
espero que no esté habitado por humanos.
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