sábado, 2 de abril de 2022

EL CONQUISTADOR DE MUNDOS


         Mi nave está a punto de entrar a la atmósfera de la Tierra, por lo que en mi cara comienza a dibujarse una sonrisa llena de nostalgia, pues regreso a este planeta tan querido por mí después de más de 10,000 años de ausencia.

         Me llamo Org y me dicen el Conquistador de mundos.

         He conquistado civilizaciones a todo lo largo y ancho del Universo; desde criaturas muy básicas o unicelulares, hasta organismos complejos que han caído bajo mi poder.

         Quiero aclarar que mis conquistas no las llevo a cabo mediante la guerra, pues eso es muy primitivo para mí; no, yo conquisto mediante la razón. Llego al planeta escogido e imparto mi sabiduría; valores tales como la honestidad, la integridad, la responsabilidad y lo principal: el amor. Sé que para lograr eso también debe evolucionar la especie, por lo que soy prolífico en cuanto a compartir con ellos mis conocimientos avanzados que tengo de tecnología, cultura, medicina, entre otros.

         En este caso en particular, me inspiró mucho afecto la raza humana, la cual, dentro de su forma primitiva de ver la vida, se encontraban ávidos de aprender, por lo que progresaron rápidamente; construyeron enormes ciudades y monumentos que, sin un poco de vanidad de mi parte, me los dedicaron a mí. Pero lo importante es que aprendieron no nada más la tecnología que les enseñé, sino una mejor forma de vida basada en el respeto y la tolerancia mutua; recuerdo que varios pueblos hicieron la guerra entre sí, pero de alguna manera me las arreglé para poder conciliar sus diferencias. Les enseñé a respetar la naturaleza y el ciclo natural de vida, por lo que comenzaron a tomar a su planeta como un verdadero hogar, el cual siempre debía estar limpio y bien cuidado, para que les pudiera otorgar todo lo necesario para poder subsistir como especie.

         Sucedió algo muy curioso con mi poder; al darse cuenta de la influencia que yo ejercía sobre de los humanos, muchos de ellos intentaron actuar en mi nombre, pero solo para beneficio propio; sin embargo, en cuanto los descubría, los castigaba severamente, pues la tarea de un padre siempre es la de corregir a sus hijos, por mucho que nos duela.

         Sí; así es como consideraba a la raza humana, como mis hijos.

        

         Una vez que consideré mi tarea hecha, decidí partir, para tristeza de todos ellos, pero a final de cuentas se consolaron con la promesa que siempre hago.

         Volvería.

         La verdad es que esa promesa nunca la he cumplido, pues considero que no es necesario hacerlo, tomando en consideración la evolución que han logrado todos los planetas conquistados por mí, pero dado el cariño que les tomé a los humanos, he decidido cumplir con ese compromiso por primera vez.

         A pesar de mi ausencia, he estado al pendiente de ellos, pues he sabido de sus avances tecnológicos en cuanto a que han construido máquinas para salir de su propio planeta y explorar los alrededores de él; eso me demuestra que he hecho bien al despertarles la curiosidad básica en todo el Universo: quienes somos, de dónde venimos, hacia donde vamos, y la más importante: ¿Estamos solos en el Universo?

         Sé que su curiosidad ha sido tanta que incluso han mandado mensajes al espacio; en lo personal no los he contestado yo, pues considero que es algo que no me corresponde, ya que si alguna otra especie quiere tener contacto con ellos lo hará a su debido tiempo; espero que sea una de las civilizaciones conquistadas por mí, pues eso facilitaría el intercambio de información, así como un mejor entendimiento, útiles para todos ellos.

         Tengo una enorme curiosidad de saber cómo viven el día a día actualmente.

 

         Sé que han vivido y fallecido infinidad de humanos desde la primera vez que estuve aquí, pero también sé que con el tiempo han ido transmitiendo de generación en generación mi recuerdo; muchos lo han manejado como una religión, otros como filosofía, pero en el fondo nada de eso importa, pues lo que de verdad vale es saber que no me han olvidado. Esto en realidad no es por egolatría, sino por salud espiritual, pues siempre es bueno saber de dónde les llegó todo el conocimiento que ahora disfrutan, pues eso les daría un sentimiento de humildad reconocer que existen mentes más avanzadas que ellos que, sin ningún interés egoísta, estuvieron dispuestas a compartir su conocimiento para su propio bienestar.

         Tomando en cuenta lo anterior, he mandado señales a personas en lo particular, a fin de que preparen a todos los demás acerca de mi inminente regreso; entiendo que actualmente tienen infinidad de medios de comunicación masivos que contribuirán a que la gran mayoría de la raza humana entienda el mensaje y se preparen para recibirme; una vez más, no por mi ego, sino para que puedan recibirme con el mismo afecto con el cual estoy a punto de contactarlos. A final de cuentas, ¿Qué hijo no estaría feliz de recibir el regreso de su padre benefactor?

         Mi sonrisa se amplía aún más al pensar que en realidad no sé quién está más emocionado con nuestro encuentro, si ellos o yo.

         El mensaje que he enviado, lo he hecho vía señales mentales, hacia un diverso grupo de personas, tales como líderes mundiales, filósofos, gente que tiene mucha influencia entre los demás, así como humildes personas que, si bien no tienen la gran relevancia que las anteriores, son humanos que tienen probada integridad humana. Desgraciadamente, mis habilidades no me han permitido enterarme del resultado de esta estrategia.

         Pero estoy a punto de averiguarlo.

 

         Por todas mis experiencias anteriores, entiendo que todas las culturas con las cuales he convivido me nombran como Dios; es un concepto equivocado, pues el concepto Dios no es otra cosa que el sistema que rige al Universo; esto es, no es una persona, cosa o ente que decide el destino del cosmos, sino que es el TODO. De esta manera, todos somos Dios o, dicho de manera más entendible: todos formamos parte de Dios.

         Sin embargo, sé que todas estas civilizaciones todavía no están preparadas para entender esta idea; es demasiado avanzada para ellos. Debido a esto, no tengo empacho en ser nombrado de esa manera, si eso es necesario para la evolución de las distintas razas que todavía están en proceso de evolución y que habitan este sistema al que llamamos Universo.

         Tomando en cuenta lo anterior, es que me he decidido a enviar mensajes de avanzada, a fin de preparar a la raza humana para mi prometido regreso.

         Como ya comenté, será la primera vez que lo haga, así que creo que terminará siendo un buen experimento para otros mundos.

 

         Mi nave toca la atmósfera de la Tierra y comienzo a ver la primera señal desagradable que me sorprende a la vez que me confunde; el otrora planeta azul que visité hace miles de años ahora se ve ennegrecido por una capa desagradable de desechos químicos, debido a lo cual me pongo mi traje de protección, pues no sé si esta repugnante mezcla de tóxicos pueda afectar mi sistema respiratorio. Pensaba mostrarme tal cual, pero, dadas las circunstancias, es mejor no arriesgarme.

         Después de todo, no sería bueno que “Dios” sucumbiera ante tal nivel de contaminación.

         Sigo observando aspectos negativos, pues noto que alrededor del planeta hay infinidad de aparatos que la orbitan; es normal, dado el avance tecnológico que ha tenido la raza humana. El problema es que muchos de ellos ya no emiten señal alguna, lo que me indica que simplemente son chatarra, lo cual es muy peligroso; pero lo que sí de verdad me preocupa es que muchos de estos artefactos que sí funcionan emiten señales radioactivas, según lo que lee el instrumental de mi nave, por lo que manipulo controles para saber cuál es la fuente de esa energía.

         Lo que descubro comienza a llenarme de terror.

         Son armas de destrucción masiva.

         Prefiero no hacer juicios a priori, pues existe la posibilidad de que hayan tenido noticia de algún posible ataque de otro planeta; aun así, es una idea remota, pues según mis estudios, no hay alguna civilización belicosa que quisiera conquistar este planeta.

         Pero si mis datos son erróneos, estoy dispuesto a utilizar todos mis conocimientos para defender a la raza humana.

         Después de todo, considero mi deber defender a mis “hijos” predilectos.

 

         Trato de hacer un descenso espectacular, a fin de preparar a los humanos de mi llegada, aunque sé que ya se han enterado de la visita de un ser inesperado, pues he escuchado algunas de las comunicaciones que han emitido los satélites que orbitan el planeta, por lo que ya saben que estoy por llegar desde bastante tiempo.

         Desciendo en la que considero la ciudad más importante, pues es muy bulliciosa, tiene mayor población y es la más conocida de la Tierra, a fin de que todos se enteren de mi arribo; veo que muchísima gente se agolpa alrededor de mi nave a fin de recibirme, lo cual me llena de satisfacción pues me doy cuenta que mi mensaje mandado con anterioridad ha surtido efecto.

         Utilizo mi mejor equipo para dar una buena impresión; abro la puerta de descenso y salgo, sonriendo del gusto que me da volver a pisar este suelo tan entrañable para mí.

         Lo que me espera me causa una enorme sorpresa.

         Y no para bien.

 

         Una vez que piso tierra, me doy cuenta que los primeros que se encuentran frente a mí no es la gente común y corriente, sino un ejército peligrosamente armado que me mira con desconfianza.

         De primera instancia, no sé si mi mensaje no fue bien difundido o no fue comunicado, pero una vez que activo mi traductor de idiomas, me doy cuenta de la triste realidad.

         El mensaje no fue aceptado.

         Me ven simplemente como un extraterrestre al cual no conocen, y peor aún, en el cual no confían.

         Todavía hay esperanza, me conforto a mí mismo, por lo que, pasando por alto todas las básicas medidas de seguridad, me quito el caso para que puedan reconocerme, pues sé por los monumentos que levantaron en mi honor, en cuanto vean mi cara, podrán hacerlo.

         Es inútil.

         Después de un lapso de tiempo en el cual trato de acostumbrarme al ambiente contaminado que tengo que respirar, comienzo con el discurso que tenía previamente preparado para que me identifiquen; les hablo de mi primera llegada, lo que hice por ellos y lo que esperaba que hubieran logrado, esperando una señal de reconocimiento y de afecto nostálgico.

         Es inútil.

         Los soldados me siguen viendo con mirada de desconfianza e incluso, de odio.

         Los demás tienen una expresión que, al principio, no logro identificar.

         Hasta que lo hago.

         Siento que mi corazón se derrumba de tristeza al identificar, no una, sino todas las emociones que veo en la población humana.

         Tristeza, amargura, decepción.

         Termino mi mensaje y mientras guardo silencio para que puedan asimilar la información, me pregunto cuál fue el motivo por el cual los humanos vivan de esta manera; les dejé lo necesario para ser felices y cuando me fui lo eran. ¿Qué fue lo que cambió?

         Necesitaba más información.

         Después de algunos minutos terrestres, vi que los soldados se comunicaban, me imagino que con sus jefes y entonces comenzaron a hablar conmigo; me dijeron que podía estar en su planeta, pero que me iban a tener vigilado en todo momento. Entiendo un poco su desconfianza, pero lo que más me desilusionó fue la actitud de la gente en general; muy pocos se alegraron de mi llegada, muchos más me vieron con indiferencia, pero la gran mayoría tuvieron una actitud de resentimiento.

         Esto fue lo que más doloroso.

 

         Debido al “permiso” que me concedieron las fuerzas armadas, me dediqué a visitar muchos lugares del planeta; no nada más las grandes ciudades, las cuales tenían más personas a las cuales esparcir mi mensaje de llegada, sino que también visité áreas remotas, de pueblos menos avanzados que los demás a fin de conocer su forma pensar.

         No sé cuál experiencia fue peor.

         En las grandes ciudades, la gente estaba más enfocada en acumular bienes inservibles, laborar en trabajos que aborrecían e idolatrando personas que no les traían beneficios a su crecimiento personal o, en las comunidades alejadas de las grandes civilizaciones, que si bien vivían con costumbres donde todavía me rendían culto, lo hacían de forma equivocada.

         Desgraciadamente, a pesar de esas diferencias, había un factor en común.

Todo lo que escuchaba eran reclamaciones.

Todos me reclamaban por qué los había abandonado; peor aún, me pedían que les concediera lo que ellos llamaban “milagros”; esto es, cosas que ellos consideraban que no podían hacer. Me pedían cosas desde encontrar un mejor trabajo, que no fueran castigados por lo que ellos llamaban delitos, que no tuvieran todos los bienes materiales por los cuales trabajaban, etcétera.

Me dolía su actitud de “comodismo”; intenté explicarles la fórmula para conseguir lo que buscaban por ellos mismos y que, en el fondo, las posesiones materiales no eran importantes, pero no me escucharon. Se habían enviciado en el concepto de que la felicidad consistía en poseer todo lo que ellos habían inventado.

         Se habían vuelto tan materialistas que solo les importaba el “tener”, dejando de lado el “ser”.

         En términos generales, querían que yo les diera la felicidad.

         Desgraciadamente, después de tantos años, no se habían dado cuenta que la felicidad YA la tiene todos; y mejor aún, la tienen dentro de sí mismos, solo necesitan darse cuenta de ello.

         Pero no quisieron escuchar.

 

         Mi visita duró algunos días más, en los cuales comprobé fehacientemente que mi mensaje no fue entendido; tal vez al principio lo hicieron, pero entonces, ¿Qué pasó? ¿En qué momento dieron una vuelta equivocada en la vida que perdieron lo verdaderamente importante?

         La fraternidad, la empatía, el darse cuenta que todos forman parte de un TODO y que, por ese simple motivo, lo que hace uno, afecta a todo el planeta.

         Desgraciadamente, todos ellos estaban haciendo las cosas por los motivos equivocados; el odio y el miedo. El odio a sus semejantes y el miedo a sus propios semejantes. Ese era el motivo por el cual habían desarrollado armas tan sofisticadas; por el odio a los que consideraban diferentes a ellos y por el miedo que les provocaba que esos diferentes les hicieran daño.

         Viéndolo en retrospectiva, creo que ya me había dado cuenta de ello, pues cuando me acerqué a la Tierra, comencé a recibir sensaciones desagradables; como cuando llegas a la casa de una persona y sientes tanta energía negativa que no te consideras bien recibido. No le puse atención por el entusiasmo de ver a mis hijos queridos.

         Ahora me doy cuenta que el amor puede cegar la razón de cualquier criatura.

         Incluyéndome a mí.

 

         Todavía estuve varios días en la Tierra, intentando convencer a los humanos de regresar al camino que les había enseñado, siempre acompañado de sus fuerzas de seguridad, las cuales nunca llegaron a confiar en mí, pero con el paso del tiempo me convencí que era una tarea inútil.

         Desilusionado, subí a mi nave, casi arrastrando los pies, pues la sensación de responsabilidad con la cual fui dotado por parte del Universo, me indicaba que debía insistir en salvar a la humanidad; pero a su vez, la razón me decía que no había salvación. Cuando me senté en el control de mando, todavía busqué evidencia de cómo rescatarlos, pero cuando accedí a sus bases de datos, me horroricé al ver la historia de guerras sin sentido en las cuales habían participado la mayoría de la raza humana. Asqueado, cerré los ojos para dejar de ver toda la destrucción y miseria que se habían provocado a ellos mismos, por lo que me ajusté el cinturón de seguridad y comencé a elevarme.

 

         Cuando estuve a una distancia prudente, por la ventana panorámica de mi nave contemplé una vez a más a la Tierra, mientras dos de mis dedos estaban situados sobre del tablero de controles; uno estaba situado sobre el botón que me llevaría a mi siguiente destino; una civilización primitiva que necesitaba un guía, por lo que ahí comenzaría la conquista del siguiente planeta.

         El otro tenía un propósito más deprimente.

         Las lágrimas escurrían por mis mejillas mientras mi corazón se negaba a ejecutar la orden, hasta que mi mente lógica se impuso y pulsé uno de los botones.

         Si no fuera tan trágica la situación, hubiera sido una visión espectacular; la Tierra explotaba en millones de pedazos iluminando el oscuro espacio para, en cuestión de segundos, no dejar un solo vestigio de que alguna vez hubiera existido ese planeta.

         Todavía contemplé unos momentos como los desechos de esa basura que yo había educado se esparciera por el cosmos; suspiré con resignación y apreté el otro botón con mi mano derecha.

         Tengo la esperanza de que el nuevo proyecto de civilización que tengo planeado visitar cumpla con mis expectativas.

        

         Solo espero que no esté habitado por humanos.

 

Cris Harris. Todos los derechos reservados.