sábado, 15 de junio de 2019

EL DOBLE


            
         Marco se sentía frustrado.
         Una vez más.
         No podía entender como los seres humanos podían ser tan estúpidos; tenía dos doctorados por parte de universidades de gran prestigio dentro de la comunidad científica por lo que era lo que la gente común llamaba “un nerd”, pero ni siquiera con sus compañeros de trabajo podía comunicarse.
         A diferencia de los de su especie, él no era el clásico tipo de más de ciento cincuenta kilos de peso o el enano de uno cincuenta débil y enfermizo pues aparte de su prodigiosa mente, tenía un físico envidiable, pues incluso la naturaleza lo había dotado con habilidad para los deportes, lo que de todos modos le hubiera ayudado a obtener becas en prácticamente cualquier institución donde las hubiera solicitado. Si a lo anterior se le suma el hecho de ser de piel blanca, rubio y de ojos azules, cualquiera pudiera pensar que pertenecía a una raza superior.
         Al menos Marco así lo pensaba.
         Se imaginaba que si la humanidad entera fuera como él, hacia siglos que hubieran llegado no a la luna, sino a cualquier otro planeta; lo sabía de sobra pues había enfocado sus capacidades en el campo de la física, profesión que le redundaba en un excelente empleo en una de las mejores empresas del mundo que se dedicaban a la tecnología. A pesar de ello, trabajar con él no era nada agradable, pues el renombrado científico no se sabía comunicar con sus congéneres, pues a todos los trataba como una manada de chimpancés; tal vez a comparación de él lo eran, el problema era que él siempre estaba dispuesto a remarcárselos, por lo que invariablemente tenía conflictos incluso con los demás hombres de ciencia con los que según él, tenía la desgracia de trabajar.
         Desde el punto de vista de un hombre común tenía una vida envidiable, pues tenía un trabajo donde era el mejor por lo que su sueldo era estratosférico; podía comprarse prácticamente cualquier cosa que quisiera como la esposa con la cual vivía; una ex compañera de universidad que solo tenía una humilde maestría en física cuántica, lo que no necesariamente la hacía una buena conversadora acerca de la ciencia, pues Marco tenía unas ideas tan avanzadas que no siquiera ella lo entendía, lo que al científico le provocaba una enorme frustración.
         Sí; Marco se sentía frustrado con la vida.
         Frustrado y solo.

         Como no encontraba comprensión con ningún otro ser humano, cuando regresaba a su casa se encerraba en su sótano a dar rienda suelta a sus teorías e incluso, a construir máquinas ninguna de las cuales había funcionado hasta ahora; hubo ocasiones en que esos fracasos se los llegó a achacar a la misma naturaleza, pues pensaba que si se daban los elementos atmosféricos por ejemplo, sus máquinas funcionarían, pero como se encontraba atrapado en un planeta tan primitivo como la Tierra, sus teorías no pasaban de ser eso.
         Simples teorías.
         Su último proyecto era una máquina para clonar seres humanos lo cual en el futuro ayudaría a mejorar la raza, pero como hasta la fecha no había un ser humano digno a ser repetido no le veía gran futuro ya que pensaba que no tenía caso seguir sobre poblando el mundo de seres mediocres con los que convivía día a día.
         El único candidato viable era él mismo.
         En eso era en lo que pensaba un lunes por la mañana cuando llegaba a su empleo enfurruñado con el sistema de navegación de su camioneta de última generación; se enfurecía de pensar que él pudo haber diseñado un mejor sistema y no el que el neandertal que habían contratado había desarrollado.
         Cerró la puerta con furia para dirigirse a su oficina, pero en cuanto entró la recepcionista le avisó que su jefe lo requería en la suya con carácter de urgente.
         “¿Qué es lo que querrá ahora este primate?”. Se dijo, por lo que apuró el paso para terminar con ese asunto y dedicarse a lo suyo.
         Tocó la puerta que estaba adornada con un letrero que decía:
         “Sr. Williams, Doctor en Física. Director del área de proyectos”.
         Sonrió como cada vez que llegaba a la oficina de su jefe mientras repetía la broma de costumbre: “¿Doctor?, yo pude haberte dado clases y de todos modos te hubiera reprobado por inepto”.
         Cuando entró en la oficina y vio la cara de su superior se dio cuenta que el asunto a tratar no iba a ser de su agrado.
         No se equivocaba.
         El doctor Williams era un norteamericano que había sido traído al país expresamente para ocupar el puesto que desempeñaba; era considerado una eminencia en el campo de la ciencia en general y aun cuando había laborado casi veinte años en el área farmacéutica, a la fecha los dueños de la empresa donde trabajaba junto con Marco estaban encantados con su desempeño, por lo que confiaban ciegamente en él y en sus decisiones.
         Saludó a Marco con su perfecto español, pues el doctor hablaba fluidamente cinco idiomas:
         -Doctor Marco Salas, ¿Cómo está usted el día de hoy?-.
         El aludido sabía que cuando su jefe lo saludaba así era para regañarlo, por lo que ocultando su desagrado intentó sonreírle y le estrechó la mano que el amable extranjero le tendió, mientras le contestaba:
         -Bien, aunque un poco preocupado por la entrega que tenemos en dos meses; vamos un poco atrasados-.
         El doctor Williams se levantó algo incómodo y se dedicó a contemplar los jardines de la empresa a través del enorme ventanal que adornaba su lujosa oficina y después de algunos segundos se volteó y sin dejar de sonreír le dijo a su subordinado:
         -¿Y a qué cree que se deba el retraso doctor?-.
         Marco se levantó de su silla encolerizado y empezó despotricar:
         -¡Es que esta bola de imbéciles con los que tengo la desgracia de trabajar no saben acatar una orden!-.
         Y añadió:
         -¡Es más, ni siquiera me entienden!-.
         Williams se sentó en su sillón nuevamente y cruzando los dedos de las manos le informó:
         -Precisamente por eso está usted aquí-.
         Antes de que Marco preguntara, completó:
         -La gente se ha quejado mucho de usted; la principal molestia es que como dicen ellos mismos: “no nos trata como seres humanos, pues para él solamente somos una herramienta que cuando no funciona como él quiere la aporrea”-.
         Marco muy molesto lo cuestionó:
         -¿Y quién fue el imbécil que le dijo eso?-.
         Su jefe simplemente contestó:
         -Eso no es importante, lo que nos compete ahora es lo que le he venido diciendo desde que llegué a este puesto; el capital humano, esto es el personal, de alguna manera sí es una herramienta para la empresa, pero es una de las herramientas más valiosas con las que contamos por lo que tenemos que cuidarla-.
         Y añadió con una sonrisa:
         -Después de todo, ellos son seres humanos al igual que usted-.
         Marco simplemente pensó: “Sí, desgraciadamente yo también soy un ser humano”. Prefirió guardarse ese pensamiento y reclamó:
         -Pero si están aquí es porque son mejores que la mayoría de los seres humanos ¿O no?, entonces porque no hacen las cosas como yo se los ordenó; ¿O qué, el idiota que los contrató no les advirtió de eso?-.
         Williams se hizo para atrás en su silla visiblemente incómodo y le contestó:
         -La verdad es que yo los contraté personalmente-.
         Eso a Marco no le afectó en lo más mínimo y como no dijo nada, su jefe trató de conciliar la situación diciéndole:
         -Mire doctor, a todo ellos los contraté ya que a pesar de que acaban de titularse como ingenieros, son mentes muy brillantes; algunos están estudiando su maestría e incluso otros ya están en el doctorado, por lo que a pesar de su juventud y tal vez falta de experiencia, son muy capaces en lo que hacen y lo más importante: están deseosos de aprender; por eso los puse bajo su mando-.
         Como buen líder que era, el norteamericano quiso manejar la empatía:
         -Yo sé que ellos no están al nivel de usted y yo, pero aun así, pertenecen a nuestra raza; son hombres de ciencia, simplemente hay que tenerles algo de paciencia y tratarlos con respeto-.
         Marco explotó:
         -¡Pues serán iguales a usted, pero en cuanto a mí, les llevo años luz de evolución puesto que cuando ellos empezaron su carrera yo ya estaba en mi segundo doctorado; no puede decirme que los trate como a iguales cuando usted y yo sabemos que no lo son!-.
         Williams quiso hacer un último intento:
         -Sé que usted es una eminencia en su campo, pero siempre se pueden aprender cosas nuevas; ¿Por qué no toma un curso de manejo de carácter o de liderazgo?-.
         Marco sonrió burlón y contestó:
         -Si lo que pretende es mandarme con un sicólogo pierde su tiempo; yo podría leer toda una enciclopedia de psiquiatría y darme terapia a mí mismo. ¡Incluso lo haría mejor que esos trogloditas!-.
         Williams dijo tranquilamente:
         -¿Y por qué no lo hace?-.
         Marco contestó con toda su arrogancia:
         -Por qué no hace falta; los que están mal son ellos, no yo-.
         El norteamericano se puso serio y le preguntó:
         -¿Está seguro?-.
         Marco simplemente dijo:
         -Claro, yo nunca me equivoco-.
         El doctor Sean Williams sentenció:
         -Entonces nos vemos obligados a prescindir de sus servicios-.

“¿Qué se habrá creído ese doctor de pacotilla?” pensó Marco cuando entró a su casa.
         “No porque venga de un país que ha desarrollado muchos de los avances tecnológicos de la actualidad puede creer que tiene el derecho de vivir de glorias ajenas.”
         Como llegó todavía de mañana a sus lujosos aposentos éstos estaban vacíos pues su esposa había salido a visitar a su mamá; de todos modos no le importó pues sabía que si le comentaba lo que había sucedido ella no lo entendería. Incluso, de un tiempo para acá, cada vez se daba más cuenta que su misma mujer se estaba contaminando del comportamiento de los “otros” como él llamaba a los seres humanos, y más desde que se le había metido en la cabeza la idea de tener niños. Marco hizo una mueca de repulsión; no era que no pensara en tener una descendencia del mismo calibre que él, pero le frenaba la idea de que sus futuros hijos se contaminaran del ADN común y corriente de su esposa.
         No, eso no podía suceder.
         Para disminuir la furia que experimentaba se dirigió a su sótano, pues pensaba dedicar el resto del día a revisar sus últimos proyectos científicos, los cuales cada vez le absorbían más y más tiempo.
         Analizaba datos pero no se podía concentrar pues su mente regresaba una y otra vez a la estúpida plática sostenida con el doctor Williams, la cual terminó cuando dos guardias armados tuvieron que sacarlo casi cargando de su oficina de lo violento que se había puesto el doctor Marco Salas.
         Se puso a revisar otro de sus proyectos y de repente la solución le llegó  a su mente como si de un mazazo se tratase.
         ¡Él tenía la solución en sus manos!
         Iba a dedicarse a cuerpo y alma a crear un doble de sí mismo.
Por momentos sintió escalofríos pero no por lo que estaba a punto de realizar sino que se daba cuenta que la respuesta a sus problemas la tenía ahí enfrente; incluso pensó que él mismo se estaba contaminando de la mediocridad de la raza humana y por eso no se había dado cuenta.
         Se consoló pensando que era el primer error que había cometido en su vida y que jamás se iba a repetir por lo que comenzó a trabajar en su máquina de clonación de seres humanos con un ánimo desmedido; cuando llegó su esposa por la noche ni siquiera subió a saludarla, simplemente siguió trabajando gran parte de la madrugada hasta completar un plan a la medida.
         El proceso de clonación que se había desarrollado hasta los tiempos actuales consistía en sacar una muestra de ADN de un ser vivo e implantarlo en una hembra de la misma raza para que al nacer, tuviera todas las características del donador, pero como debido a que las leyes prohibían la clonación de personas, no se sabía si el nuevo ser tendría las mismas facultades mentales que el padre. “Estúpidos y temerosos humanos, se pudo haber avanzado enormemente si no tuvieran esos sentimientos timoratos” pensó. Aun así, él no buscaba crear un infante, pus como había pensado, sus capacidades se podrían ver comprometidas por el ADN de la madre; no, él quería ir más allá y crear un ser completamente idéntico en cuanto a cuerpo, capacidad de raciocinio y de su misma edad: treinta años.
         Sonrió cuando se dio cuenta que con un ser así ya tendría alguien de su nivel intelectual que lo pudiera entender.
         Ya no se sentiría solo.
         En la euforia de la planeación pensó que después de hacer las pruebas pertinentes, incluso crearía un ejército de dobles y conquistar al mundo. Sentía que si era capaz de crear vida entonces ya se encontraba al nivel de Dios.
Lanzó al aire una carcajada maquiavélica como la que había escuchado en una película de Frankenstein.
         Durmió un par de horas en el sofá que había instalado en su sótano cuando fue despertado por su esposa quien le cuestionó el por qué no había ido a trabajar, por lo que Marco simplemente le informó que lo habían echado de su empleo y creyendo conocer la naturaleza femenina le dijo que por la cuestión económica no se preocupara puesto que con el dinero que había ganado a lo largo de su carrera más las regalías de algunas patentes que había registrado por dinero no sufrirían. Su mujer simplemente le lanzó una mirada reprochadora y se marchó hacia la cocina.
         Lo último que Marco supo de ella fue cuando a los tres días que subió por algo de comer, pues sabía que necesitaba proteínas para que su cerebro funcionara mejor, encontró una nota que le dejo en la cocina que decía:
         “Como veo que la ciencia es mucho más importante para ti que yo, entonces te libero del compromiso que teníamos; me voy. Firma: alguien a quien una vez llamaste Cariñito”.
         Marco sonrió condescendiente; claro que la ciencia era mucho más importante que cualquier miembro de la humanidad. Si hubiera sido necesario sacrificarla a ella por el bien del conocimiento, no lo hubiera dudado ni un momento aunque afortunadamente para su mujer, eso de momento no era necesario.
         Incluso pensaba que era una ingrata, pues era muy probable que cuando creara su ejército de clones ella podría ser parte de la “realeza” que gobernara el mundo; aunque dado su bajo intelecto tal vez solo hubiera funcionado como incubadora para algunos clones de menor rango que pudieran servir para tareas menores.
         Así de ingrata era la humanidad.

         Marco siguió con su proyecto durante aproximadamente tres semanas; solo descansaba un par de horas por la madrugada para dormir un poco y comer hasta que consideró que su invento podía funcionar.
         Solo faltaba probarlo.
         Primero contempló su obra con mirada satisfecha: era una cápsula ovalada de metal de dos metros de alto y metro y medio de ancho que era de donde iba a salir el nuevo Marco y a su lado estaba una silla metálica donde caían un par de agujas de las cuales una se la iba a insertar en la vena del brazo para sacar su ADN directamente de la sangre pues era donde se encontraban las células más puras mientras que para asegurar una copia fiel de su intelecto, la otra aguja iba a ser insertada en su cerebro desde la nuca. Esta aguja era extremadamente fina para no lesionar ninguna parte de su órgano más valioso; era muy arriesgado el proceso pero aun así valía la pena.
         Como se había dedicado en cuerpo y alma al desarrollo de su máquina infernal no se había bañado por lo que fue a la ducha para lavar todo su cuerpo con jabón antiséptico y evitar cualquier posible contaminación del ambiente pues no sabía que tan perfecta pudiera ser la duplicación de él mismo.
         Completamente desnudo se sentó en la silla de las agujas mientras miraba el monitor del CPU al que estaban conectados los dos objetos; vio los datos que mostraba la pantalla y se sintió satisfecho. Se amarró las piernas, el cuello y el brazo derecho con unas gruesas correas pues no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo al entrar la aguja en su cerebro; cualquier movimiento brusco podía ocasionarle una lesión fatal. Dejó libre su mano izquierda para poder accionar el dispositivo de encendido cuando todo estuviera listo y comenzó el procedimiento.
         Insertó suavemente la aguja en la vena que corría por la parte interna de su antebrazo y contempló como una pequeña gota de sangre subía por la manguera a la que estaba conectado el objeto puntiagudo; la sangre se dirigía hacia el CPU para, después de ser analizada se trasladaría hasta la cápsula. Con gran miedo de su parte, ahora tomó la delgadísima aguja que estaba detrás de su cabeza y se hizo hacia atrás para que comenzara a penetrar su piel; sintió un ligero piquete y empujó hacia atrás un poco más la cabeza.
         De repente sintió un agudo dolor que le recorrió toda la columna vertebral hasta llegar a la cadera; inmediatamente después sintió que las piernas comenzaban a adormecerse mientras un hormigueo hacia presa de sus brazos. Cerró fuertemente los ojos para aguantar el dolor pero no sin antes estirar su mano izquierda la cual en medio de temblores oprimió el dispositivo que puso a funcionar todo el sistema de clonación.
         En medio de una visión borrosa que le obligaba a abrir los ojos de manera espasmódica escuchó como comenzó a salir un ruido de la cápsula como si fuera una máquina a vapor alimentada por un fuego más ardiente que el mismo infierno; lágrimas de dolor le bajaban por las mejillas mientras respiraba entrecortadamente y las luces de las lámparas que alumbraban el sótano comenzaban a parpadear a consecuencia de la enorme cantidad de energía que consumía su máquina diabólica.
         Entonces para su alivio se desmayó.

         Marco estaba soñando.
         En su sueño se levantaba en contra de todo el mundo acompañado de su ejército de clones.
         Habían evolucionado tanto que dominaban a los demás seres humanos con el simple pensamiento haciéndolos sus esclavos.
         Ese era el siguiente proyecto de Marco; poder utilizar su mente a tal grado de que pudiera controlar a la raza humana así como a la Tierra misma.
         Se veía a sí mismo como un gran conquistador mientras sus clones avanzaban detrás de él siguiendo a su fantástico líder; incluso escuchaba tambores de guerra que sonaban al paso del nuevo Dios de la raza humana.
         En eso despertó.
         Las imágenes de conquista se desvanecieron de su mente; abrió lentamente los ojos y se dio cuenta que los sonidos de tambores ahora eran golpes metálicos que provenían de la cápsula.
         Volteó a ver la grotesca estructura con temor y asombro.
         ¿Había triunfado en su cometido?
         Débilmente levantó su mano pasa quitarse la aguja del brazo derecho de donde salieron un par de gotas de sangre. Estiro la todavía temblorosa mano hacia su nuca y comenzó delicadamente a sacar la delgada aguja de su cabeza; cuando la sacó del todo tomo conciencia de su cuerpo. Movió las piernas y los brazos lentamente para cerciorarse que recuperaba el control de su cuerpo; comenzó a recitar una serie de fórmulas químicas que gustaba de analizar para divertir a su mente y pudo darse cuenta aliviado que su cerebro funcionaba a la perfección como de costumbre.
         Fuera del fuerte dolor de cabeza, había salido ileso del procedimiento que acababa de experimentar.
En eso volvieron a sonar los golpes en la cápsula por lo que, ya más dueño de sus funciones corporales se levantó rápidamente y se acercó al aparato; cuando estuvo frente a la puerta suspiró fuertemente y la abrió.
         Se encontró de frente consigo mismo.
         Dentro de la estructura metálica había un ser exactamente igual a él; por lo menos físicamente. Se hizo a un lado y su doble salió de la cápsula para pararse exactamente enfrente de Marco; éste contempló al doble sin emitir una sola palabra mientras que el nuevo ser hacía lo mismo. Quiso corroborar el éxito de su misión y levanto su mano izquierda para comprobar con susto y satisfacción que el doble hacía lo mismo; sonrió y como si fuera un espejo el doble también sonrió; comenzó a carcajearse complacido al escuchar el eco de su risa que salía de la boca del doble.
         Exclamó:
         -¡Esto fue…!-.
         El doble completó:
         -¡…Un gran éxito!-.
         Ambos rieron y se dieron la mano.

         Finalmente Marco se permitió una noche completa de descanso; claro que fue complicado pues cuando se dirigió a su habitación inmediatamente el doble lo siguió; cuando Marco quiso tomar su pijama favorita el doble se adelantó y la tomó primero por lo que Marco decidió dejársela pero cuando se quiso acostar en su lado de la cama el doble se acostó ahí antes que él. Marco simplemente pensó con una sonrisa en la cara que en adelante tendrían que ponerse de acuerdo acerca de esos pequeños detalles.
         Cuando despertó al otro día se sentó en cama pensando en lo que había sucedido la noche anterior y cuando quiso corroborarlo volteó a ver al doble que también se había sentado en la cama y lo contemplaba con la misma expresión que él.
         Se levantó seguido del doble para vestirse pero cuando quería tomar alguna de sus prendas el doble siempre se le adelantaba para confusión de Marco.
         Lo peor fue el desayuno.
         Ambos chocaban constantemente en la cocina pues cuando uno quería tomar algún utensilio doméstico el otro lo tomaba también teniendo que ceder Marco en todas las ocasiones; una vez que terminaron de comer se quedaron sentados en la mesa frente a frente. Marco quiso jugar otra vez y levantó su mano izquierda para rascarse la cabeza cosa que el doble también hizo; bostezó fuertemente estirando los brazos y de manera jactanciosa vio que el doble hacía lo mismo.
Se daba cuenta que en cuanto a lo físico eran completamente iguales.
         Faltaba poner a prueba al intelecto.
         Quiso iniciar con algo sencillo y le dijo al doble:
         -¿Cuál es la capital de…?-.
         El doble lo interrumpió:
         -¿Con el intelecto que tenemos y quieres preguntar la capital de Francia? ¿Crees que somos estúpidos?-.
         Marco sonrió con placer y dijo:
         -Tienes razón; es que quería…-.
         El doble dijo:
         -…Comenzar con algo sencillo para ver si el experimento funcionó-.
         Marco, contrariado añadió:
         -Bueno, lo que pasa es que todo científico…-.
         El doble terminó la frase diciendo:
         -…Debe llevar a cabo una serie de experimentos a ver si el procedimiento fue el adecuado-.
         Marco comenzó a enojarse por lo que dijo:
         -Vamos a ver televisión…-.
         El doble, también molesto dijo:
         -…Para aclarar las ideas-.
         Y ambos se dirigieron al sofá que se hallaba frente a la televisión y cuando Marco quiso encender el aparato ya lo había hecho el doble, por lo que se sentaron lado a lado en silencio.
         En eso salió una noticia acerca de la muerte de una actriz de moda lo cual había  consternado a la mitad del planeta dada su enorme popularidad; Marco, que había estado analizando el procedimiento de clonación en su mente de repente puso atención  en la pantalla y exclamó:
         -No entiendo como la gente…-.
         El doble dijo:
         …Puede emocionarse tanto con una situación tan banal-.
         Marco ya no dijo nada, simplemente pensó:
         “Que molesto es hablar con alguien que piensa que lo sabe todo”.
         En eso cayó en cuenta que esa frase era precisamente la que le repetía a menudo su mujer.
         Completamente enfadado se levantó pero no sin antes decirle al doble quien lo miraba con la misma expresión que él:
         -No me sigas-.
         El doble simplemente se quedó sentado donde estaba mientras Marco se dirigía a su habitación.
         Cuando llegó a su recámara se sentó en la cama pensativo; “¿De verdad soy así de insoportable?” pensó. Inmediatamente lo atacó su arrogancia pues llegó a la conclusión de que era el mundo el que estaba equivocado acerca de él. En el caso del doble, sencillamente era cosa de acostumbrarse a él; reeducarlo y ponerse de acuerdo para poder lograr una buena convivencia, pues aún estaba pendiente lo de producir más clones, así que como todo experimento, los primeros resultados deben de tener un ligero margen de aspectos a mejorar.
         Pero los siguientes días fueron un infierno para Marco pues hacia donde quiera que se dirigiera, el doble siempre estaba a su lado; cualquier cosa que necesitara utilizar el doble lo tomaba antes; incluso en el baño tenían que hacer sus necesidades en medio de empujones.
         Hasta que Marco estalló:
         -¿Que no puedes hacer algo diferente a lo que hago yo?-.
         El doble lo contempló y le dijo:
         -Pero si tú sabes que yo soy tú-.
         Marco dijo:
         -Sí, pero…-.
         Calló pues se dio cuenta que el doble tenía razón, pero antes de que éste dijera algo rápidamente habló:
         -Pues yo soy el original por lo que yo tengo prioridad en las cosas; antes de que tú hables…-.
         El doble completó:
         -…Tú hablas primero-.
Marcos se sintió confundido pues se dio cuenta que el doble ahora se dirigía a él como si fuera otra persona.
“Finalmente, un avance”. Se dijo.
Al otro día cuando se levantaron las cosas se dieron de manera más coordinada por lo que Marco le dijo al doble al terminar de desayunar:
-Voy a salir porque tengo que ir a comprar…-.
El doble dijo:
-…Unos capacitadores que…-.
Marco gritó:
-¡Bueno, ya sabes a donde voy!, no me sigas porque de momento no…-.
El doble contestó:
-…Conviene que nos vean juntos-.
Marco suspiró y se salió presa de una gran furia.
Sin embargo, de camino de regreso se dio cuenta que avanzaban en su relación; lento avance pero a fin de cuentas ya había un cambio.
Pero los cambios no siempre son buenos, como Marco estaba a punto de comprobar.

Cuando entró a su casa, el científico incluso se sentía contento; las cosas entre él y su doble iban mejorando. Por otro lado, pensaba dedicar el resto del día a una pequeña máquina que había desarrollado para congelar a gran velocidad cualquier objeto; era un pequeño sueño que había albergado desde niño al ver una serie de dibujos animados donde un súper héroe congelaba con un pequeño artefacto a sus enemigos; todavía no encontraba una utilidad práctica para su invento, pero estaba seguro que no faltaría la empresa que pagara millones de dólares por ella.
Se dirigió casi corriendo a su sótano pues sabía que con la idea que se le había ocurrido desde hace algunos días su máquina congeladora iba a funcionar.
Se quedó petrificado cuando al llegar al sótano, su doble tenía el dichoso aparato entre sus manos y se entretenía congelando manzanas.
Estupefacto lo cuestionó:
-¿Pero qué diablos estás haciendo?-.
El doble simplemente dijo:
-Probando la máquina que inventaste-.
Marco se dejó llevar por su mente de científico y le preguntó:
-¿Le aumentaste el nivel de nitrógeno?-.
El doble contestó:
-No, estoy utilizando la humedad del ambiente-.
¡Esa era la idea que se le había ocurrido a Marco!
Una vez más subió a su habitación lleno de frustración.
Se acostó en su cama y se dedicó a analizar la manera en que estaba resultando su invento.
Le había dicho al doble que no hiciera exactamente lo que él hacía pero ahora resultaba que le tomaba la delantera no nada más en su comportamiento cotidiano, sino que también se le estaba adelantando en sus teorías y pensamientos acerca de la ciencia.
Por primera vez Marco comenzó a sentir miedo de su creación.
Pero lo peor estaba por venir.

Al día siguiente Marco se levantó pues tenía una cita con un empresario que pensaba invertir en una máquina de riego que había estado desarrollando y para la cual necesitaría enormes cantidades de dinero para poder echarla a andar; cuando llegó a la cocina ya estaba ahí su doble quien alegremente le dijo:
-¿No quieres desayunar? Hice huevos con tocino-.
Marco se quedó sorprendido y le contestó:
-Pero si somos vegetarianos-.
El doble exclamó sin dejar de sonreír:
-Pues creo que ya no lo somos-.
Marco salió casi corriendo de su casa pues le había confundido sobremanera las palabras del doble; todo el día se la pasó pensando en ello y cuando llegó por la noche a su casa quiso hablar con él para cuestionarle lo que habían hablado pero con espanto se dio cuenta que su doble había desaparecido.
Lo esperó gran parte de la noche hasta que se quedó dormido en el sofá de su sala; de repente lo despertó una música molestamente escandalosa. Cuando se despertó por completo se dio cuenta que del aparato de sonido de su antigua esposa salían estruendosos guitarrazos de música heavy metal; se dirigió al aparato y lo apagó. Cuando volteó casi brinca al ver a su doble frente a él vestido con un pantalón de mezclilla, una playera negra y tenis.
Él jamás se pondría semejante indumentaria pues siempre utilizaba lo mismo: pantalón de vestir, camisa y zapatos; jamás se pondría un pantalón de mezclilla y menos unos tenis.
Gritó desesperadamente:
-¿Por qué diablos estás vestido así?-.
El doble contestó tranquilamente:
-Porque esto es más cómodo que la ropa de anciano que usas-.
Algo había salido mal en el proceso de clonación.
Marco se digirió corriendo al sótano e inmediatamente revisó el programa de su experimento; cuando revisaba cifras escuchó la voz del doble quien desde las escaleras lo miraba curioso mientras se comía una tostada untada de mermelada de fresa:
-Ya revisé los datos; todo está bien-.
Marco vio lo que tenía el doble en la mano y le reclamó:
-Pero si yo soy alérgico a las fresas-.
El doble se encogió de hombros y contestó:
-Pero yo no-.
A partir de ahí la vida de Marco se volvió un completo caos.
El doble acostumbraba salir muy de mañana para correr algunos kilómetros en un parque cercano, actividad que Marco había abandonado desde sus años de universidad; regresaba y desayunaba al compás de su escandalosa música para después salir y regresar hasta altas horas de la noche, a veces en estado de ebriedad.
Marco sentía como si tuviera un adolescente en casa; no sabía que le preocupaba más, si el hecho de que alguien que lo conociera lo viera haciendo cosas inimaginables para su personalidad o el hecho de que se gastara su pequeña fortuna a paso galopante, pues cada que regresaba a casa lo hacía cargado de paquetes de tiendas de marcas de prestigio; tal parecía que se había convertido en un despilfarrador pues consumía las tarjetas bancarias de Marco como si fueran dulces.
“Al menos tiene muy buen gusto para vestirse y divertirse”, pensaba irónicamente Marco al ver las cuentas de los restaurantes de lujo que le llegaban.
Pero el colmo fue cuando el doble llegó a media tarde conduciendo un coche deportivo de más de un millón de pesos, lo cual dejó boquiabierto por lo que inmediatamente le reclamó:
-¿Pero acaso estás loco?, ¿Me vas a dejar en bancarrota?-.
El doble contestó bonachonamente:
-Bueno, a final de cuentas para eso es el dinero ¿O no?-.
Esa noche cuando Marco se fue a dormir comenzó a reflexionar en que la situación se había salido de control. Desgraciadamente, él era el culpable de todo; primero había deseado tener a su lado una persona completamente igual que él, pero con el paso del tiempo se dio cuenta que eso no era tan agradable como pensaba pues era bastante molesto vivir siempre con la sombra de alguien que repetía exactamente lo que él decía y hacía y cuando quiso que su doble se comportara diferente, éste se había vuelto loco volteando su mundo de cabeza.
“Bueno, si yo lo inicié entonces yo lo terminaré” se dijo.
Y comenzó a idear un plan.
Solo esperaba que el doble no pensara lo mismo.

A la noche siguiente cuando el doble sacaba un costoso reloj de una caja de piel, Marco se le acercó y le dijo:
-Tenemos que hablar-.
El doble con su ahora inseparable sonrisa, hizo a un lado el reloj y le dijo con un tono relajado:
-Dime-.
Marco exclamó:
-Pero no aquí, tenemos que ir a otro lugar-.
El doble se levantó animadamente y le propuso:
-Bueno, entones nos vamos en mi coche-.
Pero Marco lo atajó diciendo:
-No, nos vamos en taxi-.
El doble simplemente dijo:
-Bueno-.
Tomaron un taxi que los condujo fuera de la ciudad; avanzaron por la carretera hasta que llegaron a un mirador que se encontraba al borde de una barranca y fue cuando Marco le dijo al conductor:
-Aquí nos deja por favor-.
El taxista exclamó extrañado:
-¿Seguro que aquí? No van a poder regresar tan fácil-.
Marco dijo seriamente:
-No se preocupe por eso-.
Y ambos bajaron.
Cuando el taxi se perdió en la carretera el doble se apretó la chamarra que traía puesta y reclamó:
-Que buen lugar escogiste ¿Eh?, completamente solitario y con un frío que cala hasta los huesos-.
Marco se dio cuenta que tan diferente era ahora de su doble pues él jamás utilizaría esa expresión tan burda; se abrochó su abrigo y lo invitó a que se acercaran a la orilla de la barranca para comentar:
-Toda la vida busqué alguien con quien comunicarme; alguien que me entendiera y no como todo el montón de primates con los que he tenido la desgracia de convivir-.
Mientras el doble lo miraba en silencio, continuó con su discurso:
-En la escuela muchos se me acercaban por el puro interés de que los ayudara con sus tareas; tuve mujeres a mi lado pero no por mis logros deportivos sino porque en el fondo me tenían miedo-.
Fue cuando el doble también habló:
-Sí, los seres humanos siempre le han tenido miedo a los más inteligentes-.
Y dijeron a la vez:
-Nos ven como alguien peligroso-.
 Marco continuó:
-Pensé que al crear un doble de mí mismo ya no me iba a sentir tan solo, pero solo me sirvió para darme cuenta de que no hay manera de encontrar alguien que me entienda; tal vez ni yo mismo-.
El doble replicó:
-Bueno, en eso te ayudé; deje de ser como tú para que no perdieras tu propia identidad-.
Marco dijo con fastidio:
-Eso es lo que no entiendo, ¿Por qué dejaste de comportarte como yo?-.
El doble lo miró fijamente a los ojos y exclamó:
-Tú sabes porque-.
Marco gritó:
-¡No, no lo sé! Y eso es lo que me corroe las entrañas-.
El doble habló tranquilamente:
-¿Qué es lo que te duele? ¿Qué te sigues sintiendo solo o que te equivocaste?-.
Marco dijo ofendido:
-Yo jamás me equivoco-.
El doble dijo seriamente:
-Pues esta vez si te equivocaste genio, pues no tomaste en cuenta un factor clave-.
A Marco siempre le había enfurecido que le llamaran “Genio” pues se lo decían con burla, pero aun así pudo más su curiosidad y preguntó:
-¿En qué me equivoqué?-.
El doble habló como si le estuviera explicando matemáticas a un niño de seis años:
-No tomaste en cuenta el gen de la evolución-.
Marco rió irónicamente y le contestó:
-Por favor; si eso hubiera sido tú serias más inteligente que yo y no estarías desperdiciando tu vida como lo haces-.
Entonces fue el doble quien dijo con furia:
-¿Desperdiciando? ¡Idiota! Tú crees que un hombre realizado es el que desarrolla más inteligencia, el que recaba más datos, el que resuelve los problemas más complejos, pero en realidad el mejor hombre es el que encuentra su felicidad-.
Marco lo miró con la boca abierta, sorprendido de la pasión de sus palabras mientras el doble continuó:
-Todos tenemos el gen de la evolución pero gente como tú piensan que evolucionar es convertirse en una máquina sin sentimientos, cuando la verdadera evolución es llegar a un punto en la existencia en la cual encontramos lo que nos hace felices y lo disfrutamos; tú hablas de soledad y de incomprensión, ¿No te has puesto a pensar que la gente no se te acercaba porque tú nunca lo permitiste? Utilizabas como defensa tu arrogancia al ver a todos los demás como seres inferiores de tal manera que no pudiste darte cuenta de lo maravillosa que es la gente; de lo maravillosas que son las cosas que las personas hacen para divertirse-.
Marco se había quedado completamente mudo.
El doble continuó:
-En estas semanas es lo que yo he hecho; disfrutar de la vida. Es maravilloso ir a un concierto y sentir la música dentro de tu cabeza mientras te deleitas con la cercanía de las personas a tu alrededor y sentir que eres parte de algo más grande que tú mismo; no sabes lo maravilloso que es bailar con una mujer, ver su sonrisa, sentir la suavidad de su piel y ver el deseo en sus ojos; oh si, estuviste casado pero, ¿Alguna vez viste a tu esposa como a una compañera? ¿Alguna vez te preocupaste de conocerla siquiera? ¿Cómo esperabas que la gente se te acercara si tú jamás se los permitiste?-.
Y dijo emocionado:
-Tú solo ves a la comida como un proceso que sirve para nutrir al cuerpo, mientras que yo me he dedicado a deleitarme con el sabor de una suculenta cena acompañada de un delicioso vino-.
Y añadió:
Incluso el simple hecho de caminar por la calle, oler el aroma de las flores, sonreír a las demás personas, recibir el calor del sol. ¡Esa es la felicidad!-.
Y concluyó:
-A eso es a lo que venimos a esta vida-.
Marco dijo tristemente:
-¿Así que tú eres el evolucionado y yo soy el obsoleto?-.
El doble dijo tranquilamente:
-Sí, pero todavía no es tarde para ti-.
Marco bajó la mirada; se abrió el abrigo y sacando una pistola contestó:
-Tal vez para mí no, pero para ti sí-.
Y añadió tristemente:
 -En este mundo no cabemos los dos-.
El doble vio el arma y le comentó:
-La pistola que te regaló tu tío Julio ¿Verdad?; pobre iluso, pensó que te iba a interesar un artefacto tan primitivo-.
Marco exclamó:
-Sí, pero ahora sí me va a servir para mis propósitos-.
Y apuntando al doble jaló del gatillo.
Pero ningún proyectil salió del arma.
El doble sonrió condescendiente y acercándose a Marco le arrebató el arma para arrojarla al barranco mientras le decía:
-¿Lo ves? Ni siquiera sabes quitarle el seguro; eso demuestra lo mal adaptado que estás para la vida. Yo aprendí a bailar, a apreciar la música y a disfrutar de la compañía de una hermosa mujer-.
Suspiró y completó:
-Aprendí a vivir-.
El doble se acercó a veinte centímetros de Marco y borrando la sonrisa de su cara le dijo:
-¿Y sabes qué más aprendí?-.
Marco con un hilo de voz preguntó:
-¿Qué?-.
El doble le contestó con una voz siniestra:
-Aprendí artes marciales-.
Y antes de que Marco pudiera reaccionar, el doble le puso una mano en la coronilla y la otra bajo el mentón para aplicar un giro macabro que le rompió el cuello al amargado científico.
El cuerpo inerte de Marco quedó tendido en el suelo y mientras el doble se agachaba para sacar la cartera y las llaves de su abrigo salió el tono de llamada de su teléfono.
El doble tomó el aparato entre sus manos y vio que el número desde donde llamaban tenía escrita la palabra “Cariñito”; pulso el botón de contestar y poniéndoselo en el oído dijo con voz alegre:
-Hola Cariñito-.
Escucho la voz femenina durante un par de minutos y contestó:
-Sí, yo también creo que nos deberíamos dar otra oportunidad; te prometo que esta vez todo va a ser diferente-.
Escuchó unos segundos y luego, con una enorme sonrisa en la cara exclamó-.
-Ya no soy el hombre de antes-.
Y colgó guardando el aparato en su chamarra.
Le quitó la argolla matrimonial al cuerpo de Marco y la contempló fascinado bajo el faro que alumbraba el lugar; entonces empujó el cuerpo del arrogante científico por la barranca para contemplar cómo éste rodaba cuesta abajo.
Se puso el anillo y dijo en voz baja:
-Selección natural colega-.
Y se fue caminando por la carretera.