sábado, 4 de septiembre de 2021

MÁSCARAS

 



         Todos usamos máscaras en la vida.

         ¿No me crees?

Te diré; tienes una forma de comportarte con tu familia, otra forma con tus amigos, otra con tu novia o novio, otra en tu trabajo, etc.

         ¿Ahora me entiendes?

         Hablamos, caminamos, nos movemos y actuamos de diferente manera, dependiendo de las personas con quienes estemos; a algunas les contamos cosas de nuestra vida, con otras nos desahogamos para hablar de lo que nos gusta y asusta y con otras simplemente les damos la información necesaria para poder interactuar con ellas.

         ¿Cuál de esas máscaras es la verdadera?

         Todas y ninguna, pues a final de cuentas forman parte de nosotros mismos.

         ¿Hipocresía?

         Sí, es cierto; hay personas que ocultan su verdadero yo para obtener lo que quieren. Algunos van más allá, pues pueden utilizar una máscara de bondad, pero al darse la media vuelta, sacan sus verdaderos sentimientos; sentimientos de maldad, codicia, envidia, odio.

         Me llamo Alan y estas son mis máscaras.

 

         Soy un alto ejecutivo en una empresa de elaboración de complicadas máquinas utilizadas en la alta industria, donde prácticamente gano lo que quiero, debido a mi alto desempeño y extremada inteligencia con la que cuento; los dueños confían ciegamente en mí pues saben de mis capacidades y que, sin mí, la empresa prácticamente se vendría abajo. Cada que hay que resolver un problema, soy yo el que lo resuelve e incluso da la cara ante los clientes descontentos por la negligencia de algún empleado; con la mayoría de mis subalternos soy paciente, pues sé que no tienen el mismo nivel de intelecto con el cual yo nací, por lo que en general, son inferiores a mí y tengo que guiarlos a fin de que cumplamos con los objetivos planeados, lo cual no evita que en algunas ocasiones, haya tenido que despedir a algún ayudante que, a mi parecer, es cosa perdida; jóvenes y jovencitas que pretenden ganar millones sin molestarse en demostrar empeño en el trabajo o que piensan que por tener un título de una universidad cara y prestigiosa, eso automáticamente les va a dar la vida con la que sueñan y creen merecer; chicos y chicas quienes, al ver que yo soy egresado de una universidad pública con un bajo promedio, me pueden menospreciar sobajar. Está de más decir que el fantástico promedio que obtuvieron, fue gracias al dinero de sus padres.

         Ilusos.

         No se dan cuenta que cuando yo estudiaba mi ingeniería, usaba la máscara de alumno mediocre, cuando en realidad lo que nos enseñaban yo lo aprendía mucho más rápido que los que consiguieron un promedio perfecto; ahora, en mi trabajo puedo desplegar todas mis habilidades por lo que siento una pequeña satisfacción interna al echar a todos esos “hijos de papi” a la calle en el momento que yo quiera, sin que ninguno de mis jefes cuestione mis decisiones.

Claro que esto no lo demuestro ni con palabras ni con acciones.

         Es mi máscara de profesionista.

 

         Estoy casado con una hermosa y medianamente inteligente mujer a quien conocí desde que éramos pequeños, la cual me ha dado dos hermosos niños. A los tres les doy todo lo necesario económicamente hablando, pero sin dejar de ponerles atención, pues hasta he apoyado moralmente a mi esposa cuando abrió una tienda de regalos en la cual le va muy bien; además, siempre estoy para ella, ya sea para respaldo financiero, tener sexo cada que se nos antoja o simplemente, para escucharla cuando quiere hablar de sus problemas familiares y cotidianos; en cuanto a mis hijos, siempre que puedo convivo con ellos, les ayudo en sus tareas y si no estoy demasiado ocupado, soy yo el que asiste a las juntas en el costoso colegio al cual los hemos inscrito y finalmente, por lo menos tres veces al año nos vamos todos de vacaciones, tanto fuera como dentro del país. Trato de ser paciente y lo más amoroso que puedo con mi familia, pues considero que esa es la actitud que debe tener un hombre cuando utiliza la máscara de padre de familia.

 

         También tengo un grupo de amigos, todos habitantes de la zona residencial donde vivo, con los cuales acudo de vez en cuando a beber algunas cervezas y platicar de sus problemas existenciales, cosa que hacen todos los hombres que no han encontrado sentido a su vida. En ocasiones nos vamos de campamento o simplemente nos reunimos a ver el partido de futbol de la semana cuando juega su equipo preferido; detesto el futbol, pero lo tolero pues es el deporte más popular en mi país, por lo que incluso me he comprado una playera de dicho equipo para poder acercarme a los demás. Creo que, en términos generales, me aburren todas esas actividades, pero cuando eres diferente a la masa humana, debes aprender a mimetizarte con los demás para que puedan ver que eres parte de ellos; después de todo, tengo que cumplir con mi máscara de amigo digno de confianza, con el cual todos pueden contar para solventar algún problema, ya sea económico, apoyo emocional o incluso, en peleas a golpes.

 

         Hace años que no utilizo la máscara de hijo de familia, pues por un lado, no tengo hermanos y por el otro, ya tiene bastante tiempo que mis padres fallecieron, lo cual no me molesta pues en realidad no tenía nada en común con ellos; sin embargo, cuando fallecieron tuve que cumplir con el molesto ritual de sentirme deprimido durante varias semanas y aguantar las estúpidas palabras de consuelo que toda la gente a mi alrededor tuvo la insolencia que transmitirme, aunque creo que la parte más desagradable fueron los afectuosos abrazos de los cuales me vi víctima pues odio el contacto humano y solo tolero el de mi esposa y mis hijos.

Pero a final de cuentas, tuve que cumplir con la máscara del luto y la tristeza.

 

         Te preguntarás:

         ¿Y entonces siempre usas máscaras?

         En realidad no, pues hay un ambiente en el cual puedo demostrar mi verdadero yo, para lo cual me he comprado una pequeña casa en las afueras de la ciudad, utilizando algunas identificaciones falsas y así no despertar sospechas; a lo anterior se añade el hecho de que, como el lugar está completamente desolado, no tengo ningún riesgo de que alguien escuche lo que hago ahí, y mejor aún, no pueden escuchar los gritos de mis “invitados”.

         Sí; tal vez ya lo adivinaste.

         Soy un asesino serial.

         Practico mi emocionante afición desde que soy adolescente; al principio inicié con pequeñas mascotas de los vecinos, hasta llegar a practicar mis juegos con mis amigos y amigas, hasta que me di cuenta que era demasiado peligroso que los chicos y chicas de mi alrededor desaparecieran regularmente, por lo que tuve que evolucionar y comencé a buscar compañeros de juegos de colonias muy alejadas de la mía; en esos tiempos las llevaba a casas abandonadas, pero en cuanto tuve las posibilidades, compré mi acogedor refugio, el cual he decorado con refinados muebles, pues no me gusta que mis visitas piensen que son una persona ignorante y falto de buen gusto.

         Cuando comencé, simplemente mataba a mis víctimas, pero con el tiempo fui más allá, pues me he dado cuenta que lo que más me gusta de todo esto es el sufrimiento humano y mejor aún…

…el miedo.

         La mayoría de las personas piensan en el poder que da el hacerse de una enorme fortuna o tener grandes influencias para supuestamente gobernar a los otros; algunos más, principalmente hombres, piensan que el poder es saber conquistar incontables mujeres y forzarlas a hacer algo que normalmente no harían.

         ¡Ingenuos!

         El verdadero poder nace cuando eres tú quien decide sobre de la vida de una persona; cuando tú decides si vive o muere o incluso, cómo muere; tener en ti mismo esa decisión te eleva al grado de sentirte Dios o incluso más arriba de Él, pues mientras el Creador puede perdonarte, una vez que un ser humano es señalado por mí, ya no tiene escapatoria.

         Solamente una vez dudé, pues cuando en una ocasión capturé a una chica extremadamente bella, antes de comenzar a atormentarla, me pregunté si era capaz de acabar con su vida, pero después de algunos minutos de vacilación, me decidí.

         Quise saber que se sentía destruir algo tan hermoso.

         Desgraciadamente, a diferencia de los seres humanos normales, las grandes mentes como la mía, siempre están en contra del conformismo, por lo que sé que llegará un momento en que lo que hago no sea suficiente satisfacción y no me quedará más que evolucionar una vez más, para lo cual he empezado a cursar estudios de química, los cuales, aunados a mi carrera de ingeniería, me ha llevado a experimentar con ciertos artefactos que en el futuro me pueden ayudar a entretener mi cerebro superior.

         Pienso convertirme en asesino de masas.

        

         ¿Qué si tengo miedo de que algún día me atrapen?

         Imposible; sinceramente dudo mucho que algún miembro de esta sub especie llamada raza humana tenga la inteligencia suficiente como para poder identificarme, por lo que dentro de mí río a carcajadas cuando, en compañía de mi esposa vemos las noticias donde hablan de mí; las estúpidas autoridades dicen que han encontrado un patrón de mis crímenes por lo que intentan apaciguar a la población con promesas vanas de que están a punto de encontrarme.

         Jamás lo harán.

 

         ¿Después de mis asesinatos masivos qué sigue? Te peguntarás.

         En realidad, nada.

         Mi vida dejará de tener sentido pues esto es lo único que nutre mi alma para no morir de aburrimiento, por lo que, así como ahora tengo el poder sobre de la vida de los demás, también tengo el poder sobre de la mía.

         Una vez que lo que haga no me produzca ninguna satisfacción, me suicidaré; he pensado en dejar una caja llena de mis “trofeos”, tales como partes humanas y artículos personales que he ido coleccionando con los años, solo para demostrarle a la policía lo lejos que siempre estuvieron de atraparme. Desde el mismo infierno pienso burlarme de ellos, abrazado del Diablo, el cual me felicitará por la manera tan perfecta como hice las cosas y, ¿Quién sabe? Tal vez hasta me dé un lugar privilegiado en su reino como uno de sus más fieles discípulos. Creo que hasta puedo desbancar de su puesto al mismo Adolf Hitler.

         Incluso, hasta tengo pensado despojar a Lucifer de su reinado, pero todo eso ocurrirá a su debido tiempo.

 

En cuanto a ti:

         ¿Quién eres de verdad cuando te quitas tus máscaras?

         ¿Eres un ángel…

…o un demonio como yo?

 

Piénsalo.