Todos
usamos máscaras en la vida.
¿No
me crees?
Te diré; tienes una
forma de comportarte con tu familia, otra forma con tus amigos, otra con tu
novia o novio, otra en tu trabajo, etc.
¿Ahora
me entiendes?
Hablamos,
caminamos, nos movemos y actuamos de diferente manera, dependiendo de las
personas con quienes estemos; a algunas les contamos cosas de nuestra vida, con
otras nos desahogamos para hablar de lo que nos gusta y asusta y con otras
simplemente les damos la información necesaria para poder interactuar con
ellas.
¿Cuál
de esas máscaras es la verdadera?
Todas
y ninguna, pues a final de cuentas forman parte de nosotros mismos.
¿Hipocresía?
Sí,
es cierto; hay personas que ocultan su verdadero yo para obtener lo que
quieren. Algunos van más allá, pues pueden utilizar una máscara de bondad, pero
al darse la media vuelta, sacan sus verdaderos sentimientos; sentimientos de
maldad, codicia, envidia, odio.
Me
llamo Alan y estas son mis máscaras.
Soy
un alto ejecutivo en una empresa de elaboración de complicadas máquinas
utilizadas en la alta industria, donde prácticamente gano lo que quiero, debido
a mi alto desempeño y extremada inteligencia con la que cuento; los dueños
confían ciegamente en mí pues saben de mis capacidades y que, sin mí, la
empresa prácticamente se vendría abajo. Cada que hay que resolver un problema, soy
yo el que lo resuelve e incluso da la cara ante los clientes descontentos por
la negligencia de algún empleado; con la mayoría de mis subalternos soy
paciente, pues sé que no tienen el mismo nivel de intelecto con el cual yo
nací, por lo que en general, son inferiores a mí y tengo que guiarlos a fin de
que cumplamos con los objetivos planeados, lo cual no evita que en algunas
ocasiones, haya tenido que despedir a algún ayudante que, a mi parecer, es cosa
perdida; jóvenes y jovencitas que pretenden ganar millones sin molestarse en demostrar
empeño en el trabajo o que piensan que por tener un título de una universidad
cara y prestigiosa, eso automáticamente les va a dar la vida con la que sueñan
y creen merecer; chicos y chicas quienes, al ver que yo soy egresado de una universidad
pública con un bajo promedio, me pueden menospreciar sobajar. Está de más decir
que el fantástico promedio que obtuvieron, fue gracias al dinero de sus padres.
Ilusos.
No
se dan cuenta que cuando yo estudiaba mi ingeniería, usaba la máscara de alumno
mediocre, cuando en realidad lo que nos enseñaban yo lo aprendía mucho más
rápido que los que consiguieron un promedio perfecto; ahora, en mi trabajo
puedo desplegar todas mis habilidades por lo que siento una pequeña
satisfacción interna al echar a todos esos “hijos de papi” a la calle en el
momento que yo quiera, sin que ninguno de mis jefes cuestione mis decisiones.
Claro que esto no lo
demuestro ni con palabras ni con acciones.
Es
mi máscara de profesionista.
Estoy
casado con una hermosa y medianamente inteligente mujer a quien conocí desde
que éramos pequeños, la cual me ha dado dos hermosos niños. A los tres les doy
todo lo necesario económicamente hablando, pero sin dejar de ponerles atención,
pues hasta he apoyado moralmente a mi esposa cuando abrió una tienda de regalos
en la cual le va muy bien; además, siempre estoy para ella, ya sea para
respaldo financiero, tener sexo cada que se nos antoja o simplemente, para
escucharla cuando quiere hablar de sus problemas familiares y cotidianos; en
cuanto a mis hijos, siempre que puedo convivo con ellos, les ayudo en sus
tareas y si no estoy demasiado ocupado, soy yo el que asiste a las juntas en el
costoso colegio al cual los hemos inscrito y finalmente, por lo menos tres veces
al año nos vamos todos de vacaciones, tanto fuera como dentro del país. Trato
de ser paciente y lo más amoroso que puedo con mi familia, pues considero que
esa es la actitud que debe tener un hombre cuando utiliza la máscara de padre
de familia.
También
tengo un grupo de amigos, todos habitantes de la zona residencial donde vivo,
con los cuales acudo de vez en cuando a beber algunas cervezas y platicar de
sus problemas existenciales, cosa que hacen todos los hombres que no han
encontrado sentido a su vida. En ocasiones nos vamos de campamento o
simplemente nos reunimos a ver el partido de futbol de la semana cuando juega
su equipo preferido; detesto el futbol, pero lo tolero pues es el deporte más
popular en mi país, por lo que incluso me he comprado una playera de dicho
equipo para poder acercarme a los demás. Creo que, en términos generales, me
aburren todas esas actividades, pero cuando eres diferente a la masa humana,
debes aprender a mimetizarte con los demás para que puedan ver que eres parte
de ellos; después de todo, tengo que cumplir con mi máscara de amigo digno de
confianza, con el cual todos pueden contar para solventar algún problema, ya
sea económico, apoyo emocional o incluso, en peleas a golpes.
Hace
años que no utilizo la máscara de hijo de familia, pues por un lado, no tengo
hermanos y por el otro, ya tiene bastante tiempo que mis padres fallecieron, lo
cual no me molesta pues en realidad no tenía nada en común con ellos; sin
embargo, cuando fallecieron tuve que cumplir con el molesto ritual de sentirme
deprimido durante varias semanas y aguantar las estúpidas palabras de consuelo
que toda la gente a mi alrededor tuvo la insolencia que transmitirme, aunque
creo que la parte más desagradable fueron los afectuosos abrazos de los cuales
me vi víctima pues odio el contacto humano y solo tolero el de mi esposa y mis
hijos.
Pero a final de
cuentas, tuve que cumplir con la máscara del luto y la tristeza.
Te
preguntarás:
¿Y
entonces siempre usas máscaras?
En
realidad no, pues hay un ambiente en el cual puedo demostrar mi verdadero yo,
para lo cual me he comprado una pequeña casa en las afueras de la ciudad, utilizando
algunas identificaciones falsas y así no despertar sospechas; a lo anterior se
añade el hecho de que, como el lugar está completamente desolado, no tengo
ningún riesgo de que alguien escuche lo que hago ahí, y mejor aún, no pueden
escuchar los gritos de mis “invitados”.
Sí;
tal vez ya lo adivinaste.
Soy
un asesino serial.
Practico
mi emocionante afición desde que soy adolescente; al principio inicié con
pequeñas mascotas de los vecinos, hasta llegar a practicar mis juegos con mis
amigos y amigas, hasta que me di cuenta que era demasiado peligroso que los
chicos y chicas de mi alrededor desaparecieran regularmente, por lo que tuve
que evolucionar y comencé a buscar compañeros de juegos de colonias muy
alejadas de la mía; en esos tiempos las llevaba a casas abandonadas, pero en
cuanto tuve las posibilidades, compré mi acogedor refugio, el cual he decorado
con refinados muebles, pues no me gusta que mis visitas piensen que son una
persona ignorante y falto de buen gusto.
Cuando
comencé, simplemente mataba a mis víctimas, pero con el tiempo fui más allá,
pues me he dado cuenta que lo que más me gusta de todo esto es el sufrimiento
humano y mejor aún…
…el miedo.
La
mayoría de las personas piensan en el poder que da el hacerse de una enorme fortuna
o tener grandes influencias para supuestamente gobernar a los otros; algunos
más, principalmente hombres, piensan que el poder es saber conquistar
incontables mujeres y forzarlas a hacer algo que normalmente no harían.
¡Ingenuos!
El
verdadero poder nace cuando eres tú quien decide sobre de la vida de una
persona; cuando tú decides si vive o muere o incluso, cómo muere; tener en ti
mismo esa decisión te eleva al grado de sentirte Dios o incluso más arriba de
Él, pues mientras el Creador puede perdonarte, una vez que un ser humano es
señalado por mí, ya no tiene escapatoria.
Solamente
una vez dudé, pues cuando en una ocasión capturé a una chica extremadamente bella,
antes de comenzar a atormentarla, me pregunté si era capaz de acabar con su
vida, pero después de algunos minutos de vacilación, me decidí.
Quise
saber que se sentía destruir algo tan hermoso.
Desgraciadamente,
a diferencia de los seres humanos normales, las grandes mentes como la mía,
siempre están en contra del conformismo, por lo que sé que llegará un momento
en que lo que hago no sea suficiente satisfacción y no me quedará más que
evolucionar una vez más, para lo cual he empezado a cursar estudios de química,
los cuales, aunados a mi carrera de ingeniería, me ha llevado a experimentar
con ciertos artefactos que en el futuro me pueden ayudar a entretener mi cerebro
superior.
Pienso
convertirme en asesino de masas.
¿Qué
si tengo miedo de que algún día me atrapen?
Imposible;
sinceramente dudo mucho que algún miembro de esta sub especie llamada raza
humana tenga la inteligencia suficiente como para poder identificarme, por lo
que dentro de mí río a carcajadas cuando, en compañía de mi esposa vemos las
noticias donde hablan de mí; las estúpidas autoridades dicen que han encontrado
un patrón de mis crímenes por lo que intentan apaciguar a la población con
promesas vanas de que están a punto de encontrarme.
Jamás
lo harán.
¿Después
de mis asesinatos masivos qué sigue? Te peguntarás.
En
realidad, nada.
Mi
vida dejará de tener sentido pues esto es lo único que nutre mi alma para no
morir de aburrimiento, por lo que, así como ahora tengo el poder sobre de la
vida de los demás, también tengo el poder sobre de la mía.
Una
vez que lo que haga no me produzca ninguna satisfacción, me suicidaré; he
pensado en dejar una caja llena de mis “trofeos”, tales como partes humanas y
artículos personales que he ido coleccionando con los años, solo para
demostrarle a la policía lo lejos que siempre estuvieron de atraparme. Desde el
mismo infierno pienso burlarme de ellos, abrazado del Diablo, el cual me
felicitará por la manera tan perfecta como hice las cosas y, ¿Quién sabe? Tal
vez hasta me dé un lugar privilegiado en su reino como uno de sus más fieles
discípulos. Creo que hasta puedo desbancar de su puesto al mismo Adolf Hitler.
Incluso,
hasta tengo pensado despojar a Lucifer de su reinado, pero todo eso ocurrirá a
su debido tiempo.
En cuanto a ti:
¿Quién
eres de verdad cuando te quitas tus máscaras?
¿Eres
un ángel…
…o un demonio como
yo?
Piénsalo.