sábado, 15 de diciembre de 2018

EL DIOS UKA



         El doctor Donovan siempre fue un apasionado del reino animal; en especial de aquellas criaturas fantásticas de las que hablaban todas las culturas antiguas, tales como unicornios, dragones y demás bestias que la comunidad científica hasta el día de hoy no ha podido comprobar su existencia. Donovan, a sus casi cincuenta años soñaba con pasar a los anales de la historia como el primer ser humano que había podido capturar a alguno de estos fantásticos seres por lo que había dilapidado la fortuna de sus padres en búsquedas inútiles de animales exóticos que le trajeran consigo la fama y el reconocimiento internacional; había visitado un sinfín de lugares a lo largo y ancho del mundo, solo para volver cada vez más y más desilusionado al comprobar que había sido una víctima del engaño de los lugareños, lo que incluso le había traído como consecuencia la burla de zoólogos y antropólogos expertos y serios en el estudio del reino animal.
         Pero todo eso iba a cambiar.
         E iba a cambiar para siempre la vida del buen doctor Donovan.

         Resulta que le habían llegado rumores de que en una isla remota del pacifico sur había una extraña tribu de lugareños que casi no tenía contacto con el hombre civilizado; esta raza hablaba de un ser peludo mitad hombre y mitad primate de aproximadamente tres metros y medio de alto al que llamaban simplemente Uka.
         El doctor Donovan no cabía en sí de gusto al conocer esa noticia. Recabó toda la información que pudo y casi brincó de la emoción pues estaba seguro de que se trataba de un ser del cual se había hablado durante mucha épocas y culturas; algunos lo conocían como Momo, Bigfoot, Sasquash o incluso en las regiones nórdicas, Yeti.
         Se dio cuenta que los informes tenían un cierto grado de credibilidad o por lo menos lo suficiente para iniciar el viaje, por lo que echó mano de sus últimas reservas monetarias para financiar el viaje, contrató un barco comandado por el capitán Alex Masters y junto con la tripulación más esencial se hicieron a la mar.

         El viaje duró más de lo esperado, ya que en varias ocasiones el pequeño barco se perdía en medio de violentas tormentas propias de la región; el doctor junto con el capitán Masters, pasaba largas horas en la cabina de mando revisando mapas y más mapas. Intentaban a veces guiarse por medio del GPS satelital con el que contaba la pequeña embarcación, pero había ocasiones en que todos los aparatos se volvían locos por lo que no les quedaba más remedio que confiar en su propio instinto para poder seguir su travesía.
         En una ocasión le dijo el capitán del barco, viejo lobo de mar y supersticioso como todos los marinos:
         -¿Sabe algo doctor?, todo esto me inspira desconfianza; cuando se presentan tantas dificultades para llegar al destino programado, es porque “algo o alguien” no quiere que lleguemos a donde vamos-.
         El doctor contestó con la respuesta a la que todos los marinos comenzaban a acostumbrarse cuando se quejaban por el mal tiempo:
         -El fracaso no es opción-.
         En las pocas noches en que la mar se encontraba tranquila, el doctor Donovan se encerraba en su camarote a examinar una y otra vez las supuestas pruebas que tenía acerca de la bestia fantástica a la que pensaba capturar para llevarla a la civilización y estudiarla a conciencia; fotos mal tomadas donde en medio de la selva se veía una sombra borrosa de una especie de gorila enorme que caminaba erguido como si fuera un ser humano; un molde en yeso de una huella parecida a la de un hombre de aproximadamente cincuenta centímetros de largo así como un mechón de grueso pelo negro que ningún zoólogo o genetista entre los que consultó supieron definir a que especie pertenecía; lo más que pudo conseguir es una declaración de que se trataba de una ser humano deforme, pues el ADN no tenía la misma estructura de la raza humana.
         Todo lo anterior emocionaba al doctor, pues su instinto le decía que estaba a punto de conseguir su meta: demostrar a todos los demás que sus teorías acerca de razas de seres desconocidos para el hombre eran una realidad; incluso soñaba en los momentos en que lo entrevistarían para saber cómo había podido capturar tan formidable espécimen; él, de manera falsamente humilde contestaría que simplemente era un científico que siempre creyó que sus teorías eran correctas a diferencia de los demás eruditos en el tema, quienes siempre lo tacharon de iluso en el mejor de los casos o incluso, de loco. Pensaba que escribiría un libro acerca de su aventura y que tal vez hasta hicieran una película de su vida y obra.
         Eso sin olvidar el Premio Nobel al cual se haría acreedor al regresar de su viaje.

         Cuando estaba a punto de cumplirse un mes de prácticamente vagar por el océano, el doctor se encontraba dormitando en medio de la tarde sobre un camastro rodeado de un sinfín de documentos, hizo su aparición el capitán quien visiblemente emocionado lo despertó a gritos:
         -¡Doctor, doctor, llegamos a su isla!-.
         Donovan se levantó inmediatamente y acomodándose sus gruesas gafas salió corriendo a la cubierta para ver a la distancia y comprobar que efectivamente se encontraban frente a la isla misteriosa que prácticamente no aparecía en ningún mapa debido a encontrarse fuera de las rutas de travesía normales de navegación.
         Inmediatamente una sonrisa se dibujó en la faz del doctor, sonrisa que fue transformándose hasta terminar por ser una serie de carcajadas que movían convulsivamente su delgado cuerpo, haciendo tal escándalo que por un momento los demás marinos lo vieron preocupados, pensando que el científico se había vuelto loco.
         Una vez que Donovan se tranquilizó, ordenó:
         -¡A toda velocidad!, ¡Vamos a desembarcar!-.
         Pero una cosa son las órdenes y otra la realidad, ya que al ser una isla únicamente habitada por salvajes obviamente no había un puerto para una embarcación más grande que las sencillas canoas que los lugareños utilizaban para pescar, por lo que dieron vueltas cerca de la costa, hasta que el capitán le informó al doctor:
         -Solamente podremos llegar en lanchas; eso no es problema, pero ¿Y si encontramos a su “presa”, como le haremos para traerla al barco?-.
         Donovan simplemente contestó:
         -Eso se verá en su momento, ahora lo importante es llegar a tierra-.
         Subieron a la lancha más grande el doctor, el capitán, un marino así como un sujeto llamado Malawa que llevaban para hacer de intérprete; éste último jamás había estado en la isla, pero como vivía en el lugar más cercano, esto es, a quinientas millas náuticas, el doctor suponía que las raíces lingüísticas debían de ser parecidas, al menos para poder entenderse con los salvajes que habitaran el lugar.
         Cuando decidieron acercarse a la costa el doctor Donovan estaba tan ansioso que brincó de la lancha para llegar casi corriendo entre la arena de la playa, jalando la soga de su pequeña embarcación y así asegurarla entre las palmeras.
         Los demás ocupantes de la lancha bajaron a tierra y revisaron su contenido; algunos víveres para no perder tiempo en cazar la comida, impermeables para las posibles lluvias, brújulas, herramientas varias y lo más importante: armas de fuego entre las que se encontraban un par de rifles con dardos tranquilizantes capaz de noquear a un elefante.
         Una vez que revisaron sus enseres a conciencia, todos los marinos voltearon a ver expectantes a Donovan, quien con una sonrisa triunfal exclamó:
         -Bueno, pues hemos llegado-.
         Masters contestó:
         -Lo importante no es llegar sino salir vivos de aquí-.
Y haciendo una mueca de desagrado, añadió:
-No quiero terminar en la panza de alguno de los nativos-.
         Malawa le contestó:
         -No hay problema capitán, los lugareños no son agresivos; de hecho, yo diría que más bien son indiferentes a todo lo que no les concierne-.
         El marino que los acompañaba, llamado Mike, lo cuestionó:
-¿Y tú como sabes eso?-.
         Malawa, siguiendo al doctor quien se había internado en la selva, simplemente dijo:
         -Es lo que me han contado-.
         Mike replicó:
         -¡Valiente consuelo!-.

         Caminaron por entre la majestuosa vegetación hasta que cuando casi desaparecía la luz del sol dieron con la aldea de los nativos, quienes como había dicho Malawa, simplemente los miraron con curiosidad; como en el pasado los pocos visitantes que habían tenido no les había causado ningún daño, no se preocuparon, ni siquiera cuando vieron las armas de fuego, las cuales a pesar de no utilizarlas, las conocían perfectamente.
         El traductor tomó la delantera y acercándose al primer salvaje quien al igual que los demás solo utilizaba un taparrabo hecho de pequeñas hojas verdes, intentó comunicarse con él; al principio se le dificultaba darse a entender con el salvaje, pero conforme intercambiaron palabras se fue familiarizándose con su dialecto, por lo que volteó triunfante hacia el científico y le dijo:
         -¡Doctor!, dice que nos va a llevar con el jefe de la tribu y que hasta nos pueden llevar con el animal que buscamos-.
         A Donovan casi se le salían las lágrimas de la emoción así que apresuró a su grupo hacia una enorme choza que se encontraba en el medio de la aldea.
         Cuando llegaron ahí el nativo se metió para salir después de algunos minutos a notificarles que su rey los recibiría.
         Todos entraron titubeantes y más cuando se dieron cuenta que la estructura se encontraba casi a oscuras, ya que en el medio de la estancia simplemente había una pequeña fogata la cual iluminaba pobremente el lugar; recorrieron lentamente con sus miradas el recinto del cual colgaban en sus muros de paja con cráneos de animales tales como roedores, monos y otros difícilmente identificables, lo que aunado a la poca luz que había, le daba un aspecto grotesco al lugar.
         El rey se hallaba sentado en una silla de madera teniendo a su lado a cuatro ancianos quienes miraban con recelo a los visitantes; el monarca traía una especie de penacho hecho de la vegetación que abundaba en la isla y adornado con piedras de color raro así como también huesos de origen desconocido; portaba en su mano derecha una rústico báculo que en la agarradera tenía dibujadas unas figuras siniestras.
         En cuanto los extranjeros entraron por completo, inmediatamente el nativo que los había llevado le dijo algo a Malawa, quien a su vez informó a sus acompañantes:
         -Dice que todos tenemos que hincarnos en presencia del rey-.
         Mike replicó:
         -Yo no me inclino ante nadie y menos ante un salvaje como este-.
         Masters le murmuró al odio:
         -Hazlo, recuerda que nos van a pagar bien-.
         A regañadientes, el recio marino obedeció al orden y se inclinó a la par de los demás, mientras el doctor Donovan le dijo a su traductor:
         -Pregúntale de lo que venimos a buscar-.
         Malawa hizo una referencia más significativa al rey y comenzó a hablar en su dialecto; el soberano hacia ligeras muecas mientras el traductor se expresaba y cuando terminó, habló con voz grave y amenazadora. Esto preocupó a Donovan, pues no esperaba dificultades con los lugareños, pero en caso dado, estaba dispuesto a acabar con todos ellos si se interponían en su misión personal.
         En eso volteó Malawa y le informó:
         -Dice que sabe de lo que estamos buscando, y que efectivamente, aquí habita un ser con esas características-.
         El doctor sonrió triunfal mientras el traductor continuaba:
         -Dice que nos referimos al Dios Uka, quien es mitad hombre y mitad gorila; que él los protege del mal tiempo y de los animales que los llegan a atacar, así como que los cura de sus enfermedades y les imparte su sabiduría-.
         -¿Y ellos que dan a cambio?, ¿Sacrificios humanos?-.
         Pregunto ansioso el doctor, a lo cual Malawa sonrió comprensiblemente y continuó:
         -No doctor, no son tan salvajes, ellos simplemente le rinden tributo, lo adoran y siguen sus enseñanzas-.
         Masters sonrió burlonamente y dirigiéndose a Donovan le dijo:
         -¿Un simio que les enseña a vivir a los seres humanos?, esas son simples supercherías ¿No doctor?-.
         El aludido contestó:
         -No necesariamente; existen infinidad de culturas que hablan de seres aparentemente más primitivos que les han enseñado todos sus conocimientos-.
         Antes de que Donovan dijera algo, Masters se adelantó y le dijo a Malawa:
         -Pregúntale que como les enseña; si con señas o telepáticamente-. Dijo mientras Mike sonreía burlonamente.
         El traductor hizo la pregunta y cuando obtuvo la respuesta, les dijo:
         -El rey dice que les habla-.
         Todos los marinos estuvieron a punto de soltar la carcajada, pero el doctor les aclaró:
         -Tranquilos, recuerden que estamos ante una civilización muy atrasada; ellos o tienen la educación propia del siglo XXI como nosotros. En pocas palabras son ignorantes-.
         Y amplió su explicación:
         -Incluso, se han encontrado pueblos que por las características de sus dioses, se sospecha que los visitaron extraterrestres-.
         Mike dijo irónicamente:
         -¡Sí que hay que estar atrasados para pensar en ovnis y estupideces de esas!-.
         El capitán lo frenó diciendo:
         -Bueno, bueno; ahora lo más importante es capturar al animal y llevarlo con nosotros-.
         Donovan le dijo a Malawa:
         -Dile que donde lo podemos encontrar-.
         Cuando el intérprete hizo la pregunta, el doctor pudo ver un gesto de recelo en la cara del rey y después de hablar éste, Malawa volteó a decirle al científico:
         -Pregunta que para que lo queremos ver-.
         Todos los expedicionarios sabían que no podían decirle a los lugareños que habían llegado a la isla para secuestrar a su dios, por lo que guardaron un momento de silencio, confundidos hasta que Masters le dijo suavemente a Donovan:
         -¿Y ahora doc?-.
         El científico no iba a dejar que pequeñeces como esas lo alejaran de su objetivo por lo que pensó rápidamente y digiriéndose a Malawa le dijo:
         -Dile que escuchamos acerca de las enseñanzas del dio Uka y que venimos a que nos llene con su gran sabiduría; que sabemos que somos simplemente hombres pequeños que necesitamos un guía tan grande como él para salir de la oscuridad de la ignorancia-.
         Todos los demás voltearon a ver sorprendidos al doctor, pero inmediatamente se dieron cuenta que algo así podía funcionar; claro, hasta que los nativos se dieran cuenta que su dios había desaparecido.
         El traductor se dirigió al monarca y hablo largamente; Donovan suspiró aliviado al ver la mueca de orgullo en la faz del rey, pues se dio cuenta que lo habían convencido.
         Cuando el soberano le contestó a Malawa, éste volteó emocionado y le dijo al doctor:
         -¡Lo creyó doctor!, es más, dice que él mismo nos va a llevar mañana; mientras nos podemos quedar a dormir en una de sus chozas después de que nos deleiten con una ceremonia y una cena-.
         El científico no contaba con eso; pensaba que simplemente les iban a decir en donde buscar al dios Uka, pero el hecho de que los acompañaran dificultaba la captura del animal.
         Pero a final de cuentas, lo importante era que lo iban a encontrar y ya lo demás lo resolvería en su momento.
         Después de soportar un par de horas de danzas propias de los nativos y una cena que consistió en pedazos de carne de cabra acompañada de hierbas aromáticas que le daba un sabor asqueroso, los visitantes se metieron a una choza donde iban pasar la noche.
Donovan no podía dormir de la emoción; finalmente, después de tantos años había dado con una pista correcta e iba a regresar a su mundo con la prueba máxima de que en verdad existen animales que el ser humano del siglo XXI aún no conocía. Recordó la película de King Kong, su favorita; pero él no iba a cometer el error de exhibir al animal como si fuera un espectáculo de circo. De todos modos, con el simpe hecho de capturar a un ejemplar de una especie desconocida, ya tenía asegurada su dosis de fama y fortuna, pues estaba seguro que todas las universidades de prestigio a lo largo y ancho del mundo estarían dispuestas a pagar lo que fuera por tenerlo dentro de su plantilla de investigadores.
         Cuando finalmente pudo dormir un par de horas, soñó que daba su discurso de agradecimiento después de recibir su enésimo premio dado por la comunidad científica.

         Cuando amaneció, después de tomar un sencillo desayuno, los expedicionarios se introdujeron en la selva siguiendo los pasos del rey, quien iba escoltado majestuosamente por dos serios guardias los cuales portaban como únicas armas lanzas con punta de piedra. Donovan sonrió condescendiente pues se notaba que a pesar de ser una sencilla tribu que vivía en una isla perdida en medio del océano, estos “casi” seres humanos se tomaban en serio su papel.
         Caminaron por unas tres horas que le parecieron una eternidad, hasta que al llegar al pie de una montaña, el rey le dijo algo a Malawa, quien inmediatamente exclamó visiblemente emocionado:
         -¡Doctor, doctor!, dice el rey que una vez que subamos esa pequeña ladera llegaremos a la casa del dios Uka.
         Donovan apretó el paso adelantándose incluso al rey y su séquito y cuando abrió unas enormes hojas que estaban a medio camino abrió los ojos asombrado.
         Se encontró de frente con una impresionante estructura, pero no construida de vegetación como la aldea de los nativos sino que estaba hecha de piedra; en un claro de la selva se encontraba un trono construido con bloques de roca de aproximadamente un metro por unos setenta centímetros lo cual evidenciaba la presencia de algún ser enorme, pues no consideraba que un nativo, con su uno cincuenta de estatura pudiera levantar bloques de ese tamaño. Dicho trono estaba flanqueado por cuatro columnas perfectamente cilíndricas que maravillaron al científico, pues se daba cuenta que eso había sido construido por alguien que sabía de medidas y proporciones.
         Para confirmar su teoría, le ordenó a Malawa:
         -Pregúntale que quien construyó esto-.
         Después de obedecerlo, el traductor le dijo:
         -Dice el rey que lo construyó el mismo dios Uka-.
         Donovan sonrió satisfecho.
         Masters, así como los demás marineros estaban sorprendidos; no concebían como los lugareños podían haber construido algo así. En el fondo, ellos estaban convencidos de que lo que buscaba el doctor Donovan era una pobre ilusión. No, ellos pensaban que simplemente iban a encontrar a un enorme gorila al cual iban a capturar y llevarlo a la civilización y en el peor de los casos no iban a encontrar nada lo cual no les importaba, ya que cualquiera que fuera el resultado de la aventura, a ellos se les iba a dar su sustanciosa paga. ¿Un simio que habla?; por favor, el recio marino había visto infinidad de cosas en sus treinta años como marino, pero algo así, simplemente era imposible.
         Sin embargo, en ese momento comenzaron a convencerse de que realmente habían encontrado a un ser que estaba más allá de su entendimiento.
         Donovan ansiosamente le dijo a Malawa:
         -Bueno, ¿Y ahora qué?, ¿Dónde está el dios Uka?-.
         El intérprete consultó al rey y volteo contrariado hacia el doctor para informarle:
         -Dice que no lo pueden llamar-.
         Donovan casi desesperado le dijo:
         -¿Pero entonces como es que lo ven?-.
         Malawa le tradujo las palabras del rey:
         -Dice que él es quien los llama cuando quiere hablar con ellos-.
         Masters intervino y dijo:
         -¿Y si ellos necesitan de su ayuda?-.
         Malawa dijo confundido:
         -Dice que el dios Uka sabe cuándo necesitan de su presencia-.
         Mike dijo burlonamente:
         -Bueno, podemos matar a uno de esos salvajes a ver si así se presenta-.
         Todos se quedaron analizando la espantosa idea, pero Donovan se dirigió a Malawa y le dijo:
         -No, dile que lo vamos a esperar-.
         Cuando el rey le contestó al traductor, éste le informó al doctor:
         -Dice el rey que no nos podemos quedar aquí porque este es un lugar sagrado-.
         Mike se dirigió a Masters y le dijo:
         -¡Maldita sea!, de verdad capitán, yo si tengo ganas de ver a ese orangután-.
         El doctor pensó por unos momentos y le dijo a Malawa:
         -Dile que nos vamos a quedar en medio de la selva para esperar ser bendecidos con la presencia del “gran dios Uka” y que si es su voluntad, él se presentará-.
         Cuando el rey escuchó las palabras de Malawa, sonrió satisfecho y se retiró, seguido de sus guardias.
         Después de que los nativos se retiraron, no sin antes hacer unas cuantas reverencias hacia el trono de piedra y decir unas palabras solemnes, como una especie de rezos, los aventureros se quedaron solos.
         Masters le dijo a Donovan:
         -No nos vamos a ir a la selva ¿Verdad doctor?-.
         El científico contestó con firmes palabras:
         -¿Esta bromeando capitán?-.
         El recio marino simplemente sonrió.

         Los cuatro visitantes se sentaron recargándose cada uno en los pilares de tal manera que así podían dominar los cuatro puntos cardinales; revisaron sus armas, principalmente los rifles de dardos tranquilizantes mientras se sumían en sus respectivas meditaciones.
         Malawa era el menos convencido del plan, ya que a pesar de tener contacto con “el mundo civilizado”, respetaba las costumbres y tradiciones de las tribus con las que había tenido contacto; en el fondo consideraba que sí estaban en suelo sagrado y que de hecho, estaban profanando tierra santa. Pensaba que era un sacrilegio que estos extranjeros secuestraran al gorila que adoraban los lugareños, pero dado que vivía en una región donde no había grandes oportunidades de trabajo y que como él tenía habilidades para aprender diferentes lenguas, dejaba a un lado sus creencias prefiriendo pensar en la paga que iba a recibir para ayudarse a él y a su familia a mitigar el hambre por algunas semanas.
         Por su lado, el capitán Masters simplemente veía esto como parte del trabajo al que se había dedicado toda su vida; alquilar su pequeño barco a expedicionarios que buscaban explorar lugares de la región. Le llamó la atención cuando lo contactó el doctor Donovan y le expuso el motivo de su expedición; al capitán no le importaba a donde y lo que se iba a hacer, pues le habían tocado viajes mucho más peligrosos que el presente e incluso fuera de la ley de cualquier país, tales como transportar inmigrantes ilegales, valores producto de algún robo, en los cuales hasta llegó a hacer uso del arma que cargaba en la cintura; racionalizaba sus actos pensando que un hombre tiene que sobrevivir de alguna manera y que si no lo hacia él, alguien más lo haría. Sin embargo, en esta ocasión se le despertó la curiosidad al encontrar el lugar de adoración del dios Uka, pues a pesar de que no creía que hubiera un animal como el que le había comentado el doctor, ahora de verdad creía en la posibilidad de su existencia lo cual le convenía, pues al ver la sed de fama y fortuna del científico, se daba cuenta de que, si todo salía bien, él mismo iba a salir beneficiado pues se convertiría en el capitán del barco que atrapó al dios Uka.
         En cuanto al doctor Donovan, simplemente se puede decir que conforme avanzaba el tiempo se sentía cada vez más ansioso por terminar su misión; las cosas estaban saliendo a pedir de boca pues consideraba que solo era cuestión de tiempo para poder conocer el triunfo que tantos años había estado buscando. Recordó las burlas de los científicos que conocían de sus andanzas y sus ofensivas burlas hacia él cada que escribía un artículo acerca de seres mitológicos de los cuales estaba convencido de su existencia; casi se le salían las lágrimas al recordar con amargura cuando en la mejor publicación científica de los Estados Unidos “Greatest Science Of Our Times”, dijeron que era un perfecto candidato para ocupar el lugar de honor de un “Greatest Madhouse Of Our Times”.
Ahora él les iba a enseñar quien estaba loco de verdad.
         El único a quien no le importaba nada y que simplemente esperaba, era el marino Mike.

         Todos se quedaron hora tras hora esperando, sin que les importara el hambre, el cansancio, el tedio y los mosquitos que los atacaban incesantemente.
         El doctor Donovan consideraba que este era un lugar mágico, pues mientras caminaban hacia el hogar del dios Uka había visto un sinfín de animales desconocidos para su mundo; cuando entraron a la selva se les travesó un sapo del tamaño de un niño de tres años que caminaba sobre de sus patas traseras a brincos; un ser peludo como conejo que tenía unos enormes colmillos que contrastaban con su tierna figura y un pájaro que cuando se posó en un árbol frente a ellos para mirarlos curiosamente, el doctor pudo constatar que no tenía plumas sino una membrana que lo asemejaba a un murciélago pero que no podía ser tal, ya que los murciélagos no vuelan de día; al menos, no en el mundo del doctor Donovan.
         De repente, como a media tarde el ambiente comenzó a enrarecerse, pues el cielo se llenó de grises nubes y un viento frio invadió el aire. El equipo del doctor Donovan se dio cuenta que algo extraño estaba a punto de suceder, por lo que empuñaron más fuertemente sus armas de fuego a excepción del científico quien agarró el rifle de dardos tranquilizantes ya que para él lo importante era llevar la presa con vida.
         Todos aguzaron el oído y pudieron darse cuenta cuando se escucharon unos pesados pasos en medio de la selva; los notaron no por el ruido, sino porque la tierra se movía suavemente con cada golpeteo sobre de ella, lo cual hizo que el miedo los invadiera mientras el aire ahora circulaba caóticamente alrededor de ellos; cuando quisieron identificar el origen de las pisadas, escucharon un rugido espantoso como de un animal enfurecido. Sentían que los vellos de sus nucas se erizaban al oir los ruidos de los pasos más y más cerca; mientras todos se levantaban de sus posiciones, Mike apretaba su espalda en contra del pilar como queriendo meterse en él y Malawa sacaba un largo collar que colgaba de su pecho y comenzaba a recitar palabras en un dialecto extraño que todos los demás identificaron como rezos, expresados cada vez más desesperadamente.
         Todos los acompañantes del doctor Donovan se encontraban presa del primitivo miedo que tienen todos los seres humanos hacia lo desconocido a excepción del científico quien se sentía como un niño en Navidad que estaba a punto de recibir su regalo.
         Y fue cuando apareció el dios Uka.
         Un par de árboles que estaban exactamente frente al trono de piedra fueron derribados estrepitosamente mientras el dios se aparecía entre ellos para mirar curiosamente a los extraños visitantes.
         Efectivamente, Uka media más de tres metros; era una mezcla entre un gorila y un ser humano. En cuanto a lo simiesco tenía pelo negro que le cubría un ochenta por ciento de su cuerpo, pero en la parte del pecho y de la cara era casi lampiño; caminaba perfectamente en dos pies y andaba completamente desnudo.
         Mike se desmayó.
         Malawa corrió entre la selva gritando palabras incoherentes mientras el capitán Masters bajaba la pistola que había empuñado para contemplar tan majestuoso animal.
         Donovan se encontraba presa del éxtasis, pues sabía que estaba en lo cierto; había encontrado su objetivo y por Dios como testigo, se lo iba a mostrar al mundo.
         Los expedicionarios se quedaron paralizados mientras el dios Uka se acercaba a ellos caminando lentamente; Masters pensó que las armas que traían no iban a ser suficientes pero como no se podía mover de la impresión, veía la situación como si fuera el espectador de una película.
         Uka ubicó al doctor Donovan, quien se encontraba más cerca de su trono, se dirigió a él por lo que el científico les gritó a sus secuaces:
         -¡Disparen!-.
         Masters y Mike sintieron tanto terror que soltaron sus armas y se echaron a correr.
Y fue cuando el dios Uka habló.
         Le dirigió una mirada que demostraba una inteligencia adquirida en eones de conocimiento hacia el científico y con una voz gutural, lo interrogó:
         -¿Qué es lo que quieres de mí?-.
         Donovan comenzó a reír histéricamente pues pensaba que se había sacado la lotería; una cosa era encontrar un ejemplar de una especie desconocida para el hombre actual pero, ¿Un primate que habla?; eso lo pondría no en la punta de la comunidad científica, sino en la cima del mundo, pues en el siglo XXI no existía nadie que hubiera logrado algo así.
         Uka esperó pacientemente hasta que el doctor paró de reír y entonces éste le contestó:
         -Pues veras, “Dios Uka”…-.
Dijo con burla y añadió:
         -Vengo a conocerte-.
Uka le contestó:
-¿Y para qué?-.
Donovan, muy seguro de sí mismo le dijo:
-Soy una persona estudiosa de las cuestiones de la vida y de…-.
El dios lo interrumpió diciendo:
-O sea que eres un científico-.
El doctor se sorprendió de la respuesta pero prosiguió:
-Así es, por lo tanto me gustaría conocerte un poco más-.
El primate dijo muy serio:
-Sí, es lo que tu especie siempre ha buscado-.
Y se dio el siguiente dialogo comenzando por el científico:
-¿Cómo es que hablas?-.
-Del lugar de donde vengo eso es algo normal, lo mismo que en tu raza-.
-¿De dónde vienes?-.
-De un lugar que no conoces-.
-¿Cómo es que llegaste a este mundo?-.
Uka sonrió satisfecho del razonamiento del doctor y a su vez preguntó:
-¿Qué piensas hacer conmigo?-.
Donovan sonrió confiado y le dijo:
-Pues como todo científico, te voy a llevar a mi mundo y te estudiaré para conocer más de ti-.
El dios cuestiono:
-Lo cual significa que me vas a matar-.
El doctor se quiso sincerar y exclamó:
-Primero te haré una serie de pruebas para ver cómo es posible que alguien como tú exista en este planeta y después llegará el momento en el que tenga que abrirte para saber cómo funciona tu cuerpo-.
Uka sonrió satisfecho y mientras suspiraba contestó:
-Sí, suenas como todo un científico-.
Donovan pensó que era el momento de atacar y disparó un dardo.
Uka levantó su enorme manaza tomando el pequeño proyectil entre sus dedos de una manera increíblemente rápida tomando en cuenta su gran tamaño y le dijo:
-No va ser tan fácil-.
Y antes de que Donovan pudiera reaccionar, Uka le tiro un golpe con su colosal puño en la cara.

Donovan despertó con un terrible dolor de cabeza.
Cuando se pudo poner de pie todo le daba vueltas; aun así intentó ubicar donde se encontraba.
Estaba metido en una jaula con barrotes de madera; volteó a ver a su lado derecho y se dio cuenta que no era el único.
Había varias celdas idénticas a la suya; una contenía un sapo como el que había visto tiempo atrás y en otra un gusano blanco que tenía pequeñas patas que en las puntas asomaban horrendos ojos que volteaban asustados a ver al confundido científico.
Cuando el doctor recuperó por completo la conciencia, ubicó su vista frente a él y se encontró con el dios Uka, quien lo miraba fijamente.
El primate habló y le dijo:
-Ya despertaste, ¿Verdad humano?-.
Donovan confundido, le contesto mientras se agarraba a los barrotes de su celda:
-¿Qué es lo que está pasando?-.
Uka contestó tranquilamente:
-Veras humano, yo vengo de un mundo más allá de lo que ustedes entienden como tiempo y lugar y lo más importante: en mi lugar de origen yo también soy un científico-.
         Mientras el doctor sentía como un escalofrío recorría su columna vertebral, respondió con voz temblorosa:
         -¿Y qué es lo que vas a hacer conmigo?-.
         Uka dijo tranquilamente:
         -Tú lo dijiste; soy un científico y como tal te voy a estudiar y eventualmente te voy a abrir para ver cómo funciona tu organismo. No hice esto con los nativos de esta isla porque los estaba estudiando para ver cómo se comportaban en su ambiente, pero en el fondo sabía que iba a llegar el momento en el cual iba a tomar un espécimen que me diera el conocimiento de cómo son los seres humanos por dentro-.
         El doctor sintió como el pánico subía a través de su pecho hasta ahogarle la garganta.
         Quiso decir algo pero las palabras se le ahogaron en su boca.

         Uka emitió un sonido grave como el de una risa macabra y salió del lugar sin tomar en cuenta los gritos de terror del doctor Donovan.