El
doctor Donovan siempre fue un apasionado del reino animal; en especial de
aquellas criaturas fantásticas de las que hablaban todas las culturas antiguas,
tales como unicornios, dragones y demás bestias que la comunidad científica
hasta el día de hoy no ha podido comprobar su existencia. Donovan, a sus casi
cincuenta años soñaba con pasar a los anales de la historia como el primer ser
humano que había podido capturar a alguno de estos fantásticos seres por lo que
había dilapidado la fortuna de sus padres en búsquedas inútiles de animales
exóticos que le trajeran consigo la fama y el reconocimiento internacional;
había visitado un sinfín de lugares a lo largo y ancho del mundo, solo para
volver cada vez más y más desilusionado al comprobar que había sido una víctima
del engaño de los lugareños, lo que incluso le había traído como consecuencia
la burla de zoólogos y antropólogos expertos y serios en el estudio del reino
animal.
Pero
todo eso iba a cambiar.
E
iba a cambiar para siempre la vida del buen doctor Donovan.
Resulta
que le habían llegado rumores de que en una isla remota del pacifico sur había
una extraña tribu de lugareños que casi no tenía contacto con el hombre
civilizado; esta raza hablaba de un ser peludo mitad hombre y mitad primate de
aproximadamente tres metros y medio de alto al que llamaban simplemente Uka.
El
doctor Donovan no cabía en sí de gusto al conocer esa noticia. Recabó toda la
información que pudo y casi brincó de la emoción pues estaba seguro de que se
trataba de un ser del cual se había hablado durante mucha épocas y culturas;
algunos lo conocían como Momo, Bigfoot, Sasquash o incluso en las regiones
nórdicas, Yeti.
Se
dio cuenta que los informes tenían un cierto grado de credibilidad o por lo
menos lo suficiente para iniciar el viaje, por lo que echó mano de sus últimas
reservas monetarias para financiar el viaje, contrató un barco comandado por el
capitán Alex Masters y junto con la tripulación más esencial se hicieron a la
mar.
El
viaje duró más de lo esperado, ya que en varias ocasiones el pequeño barco se
perdía en medio de violentas tormentas propias de la región; el doctor junto
con el capitán Masters, pasaba largas horas en la cabina de mando revisando
mapas y más mapas. Intentaban a veces guiarse por medio del GPS satelital con
el que contaba la pequeña embarcación, pero había ocasiones en que todos los
aparatos se volvían locos por lo que no les quedaba más remedio que confiar en
su propio instinto para poder seguir su travesía.
En
una ocasión le dijo el capitán del barco, viejo lobo de mar y supersticioso
como todos los marinos:
-¿Sabe
algo doctor?, todo esto me inspira desconfianza; cuando se presentan tantas
dificultades para llegar al destino programado, es porque “algo o alguien” no
quiere que lleguemos a donde vamos-.
El
doctor contestó con la respuesta a la que todos los marinos comenzaban a
acostumbrarse cuando se quejaban por el mal tiempo:
-El
fracaso no es opción-.
En
las pocas noches en que la mar se encontraba tranquila, el doctor Donovan se
encerraba en su camarote a examinar una y otra vez las supuestas pruebas que
tenía acerca de la bestia fantástica a la que pensaba capturar para llevarla a
la civilización y estudiarla a conciencia; fotos mal tomadas donde en medio de
la selva se veía una sombra borrosa de una especie de gorila enorme que
caminaba erguido como si fuera un ser humano; un molde en yeso de una huella
parecida a la de un hombre de aproximadamente cincuenta centímetros de largo
así como un mechón de grueso pelo negro que ningún zoólogo o genetista entre
los que consultó supieron definir a que especie pertenecía; lo más que pudo
conseguir es una declaración de que se trataba de una ser humano deforme, pues
el ADN no tenía la misma estructura de la raza humana.
Todo
lo anterior emocionaba al doctor, pues su instinto le decía que estaba a punto
de conseguir su meta: demostrar a todos los demás que sus teorías acerca de
razas de seres desconocidos para el hombre eran una realidad; incluso soñaba en
los momentos en que lo entrevistarían para saber cómo había podido capturar tan
formidable espécimen; él, de manera falsamente humilde contestaría que
simplemente era un científico que siempre creyó que sus teorías eran correctas
a diferencia de los demás eruditos en el tema, quienes siempre lo tacharon de
iluso en el mejor de los casos o incluso, de loco. Pensaba que escribiría un
libro acerca de su aventura y que tal vez hasta hicieran una película de su
vida y obra.
Eso
sin olvidar el Premio Nobel al cual se haría acreedor al regresar de su viaje.
Cuando
estaba a punto de cumplirse un mes de prácticamente vagar por el océano, el
doctor se encontraba dormitando en medio de la tarde sobre un camastro rodeado
de un sinfín de documentos, hizo su aparición el capitán quien visiblemente
emocionado lo despertó a gritos:
-¡Doctor, doctor, llegamos a su isla!-.
Donovan
se levantó inmediatamente y acomodándose sus gruesas gafas salió corriendo a la
cubierta para ver a la distancia y comprobar que efectivamente se encontraban
frente a la isla misteriosa que prácticamente no aparecía en ningún mapa debido
a encontrarse fuera de las rutas de travesía normales de navegación.
Inmediatamente
una sonrisa se dibujó en la faz del doctor, sonrisa que fue transformándose hasta
terminar por ser una serie de carcajadas que movían convulsivamente su delgado
cuerpo, haciendo tal escándalo que por un momento los demás marinos lo vieron
preocupados, pensando que el científico se había vuelto loco.
Una
vez que Donovan se tranquilizó, ordenó:
-¡A
toda velocidad!, ¡Vamos a desembarcar!-.
Pero
una cosa son las órdenes y otra la realidad, ya que al ser una isla únicamente
habitada por salvajes obviamente no había un puerto para una embarcación más grande
que las sencillas canoas que los lugareños utilizaban para pescar, por lo que
dieron vueltas cerca de la costa, hasta que el capitán le informó al doctor:
-Solamente
podremos llegar en lanchas; eso no es problema, pero ¿Y si encontramos a su
“presa”, como le haremos para traerla al barco?-.
Donovan
simplemente contestó:
-Eso
se verá en su momento, ahora lo importante es llegar a tierra-.
Subieron
a la lancha más grande el doctor, el capitán, un marino así como un sujeto llamado
Malawa que llevaban para hacer de intérprete; éste último jamás había estado en
la isla, pero como vivía en el lugar más cercano, esto es, a quinientas millas
náuticas, el doctor suponía que las raíces lingüísticas debían de ser
parecidas, al menos para poder entenderse con los salvajes que habitaran el
lugar.
Cuando
decidieron acercarse a la costa el doctor Donovan estaba tan ansioso que brincó
de la lancha para llegar casi corriendo entre la arena de la playa, jalando la
soga de su pequeña embarcación y así asegurarla entre las palmeras.
Los
demás ocupantes de la lancha bajaron a tierra y revisaron su contenido; algunos
víveres para no perder tiempo en cazar la comida, impermeables para las
posibles lluvias, brújulas, herramientas varias y lo más importante: armas de
fuego entre las que se encontraban un par de rifles con dardos tranquilizantes
capaz de noquear a un elefante.
Una
vez que revisaron sus enseres a conciencia, todos los marinos voltearon a ver
expectantes a Donovan, quien con una sonrisa triunfal exclamó:
-Bueno,
pues hemos llegado-.
Masters
contestó:
-Lo
importante no es llegar sino salir vivos de aquí-.
Y haciendo una
mueca de desagrado, añadió:
-No quiero terminar
en la panza de alguno de los nativos-.
Malawa
le contestó:
-No
hay problema capitán, los lugareños no son agresivos; de hecho, yo diría que
más bien son indiferentes a todo lo que no les concierne-.
El
marino que los acompañaba, llamado Mike, lo cuestionó:
-¿Y tú como sabes
eso?-.
Malawa,
siguiendo al doctor quien se había internado en la selva, simplemente dijo:
-Es
lo que me han contado-.
Mike
replicó:
-¡Valiente
consuelo!-.
Caminaron
por entre la majestuosa vegetación hasta que cuando casi desaparecía la luz del
sol dieron con la aldea de los nativos, quienes como había dicho Malawa,
simplemente los miraron con curiosidad; como en el pasado los pocos visitantes
que habían tenido no les había causado ningún daño, no se preocuparon, ni
siquiera cuando vieron las armas de fuego, las cuales a pesar de no
utilizarlas, las conocían perfectamente.
El
traductor tomó la delantera y acercándose al primer salvaje quien al igual que
los demás solo utilizaba un taparrabo hecho de pequeñas hojas verdes, intentó
comunicarse con él; al principio se le dificultaba darse a entender con el salvaje,
pero conforme intercambiaron palabras se fue familiarizándose con su dialecto,
por lo que volteó triunfante hacia el científico y le dijo:
-¡Doctor!,
dice que nos va a llevar con el jefe de la tribu y que hasta nos pueden llevar
con el animal que buscamos-.
A
Donovan casi se le salían las lágrimas de la emoción así que apresuró a su
grupo hacia una enorme choza que se encontraba en el medio de la aldea.
Cuando
llegaron ahí el nativo se metió para salir después de algunos minutos a
notificarles que su rey los recibiría.
Todos
entraron titubeantes y más cuando se dieron cuenta que la estructura se
encontraba casi a oscuras, ya que en el medio de la estancia simplemente había
una pequeña fogata la cual iluminaba pobremente el lugar; recorrieron lentamente
con sus miradas el recinto del cual colgaban en sus muros de paja con cráneos
de animales tales como roedores, monos y otros difícilmente identificables, lo
que aunado a la poca luz que había, le daba un aspecto grotesco al lugar.
El
rey se hallaba sentado en una silla de madera teniendo a su lado a cuatro
ancianos quienes miraban con recelo a los visitantes; el monarca traía una
especie de penacho hecho de la vegetación que abundaba en la isla y adornado
con piedras de color raro así como también huesos de origen desconocido;
portaba en su mano derecha una rústico báculo que en la agarradera tenía dibujadas
unas figuras siniestras.
En
cuanto los extranjeros entraron por completo, inmediatamente el nativo que los
había llevado le dijo algo a Malawa, quien a su vez informó a sus acompañantes:
-Dice que todos tenemos que hincarnos en
presencia del rey-.
Mike
replicó:
-Yo
no me inclino ante nadie y menos ante un salvaje como este-.
Masters
le murmuró al odio:
-Hazlo,
recuerda que nos van a pagar bien-.
A
regañadientes, el recio marino obedeció al orden y se inclinó a la par de los
demás, mientras el doctor Donovan le dijo a su traductor:
-Pregúntale
de lo que venimos a buscar-.
Malawa
hizo una referencia más significativa al rey y comenzó a hablar en su dialecto;
el soberano hacia ligeras muecas mientras el traductor se expresaba y cuando
terminó, habló con voz grave y amenazadora. Esto preocupó a Donovan, pues no
esperaba dificultades con los lugareños, pero en caso dado, estaba dispuesto a
acabar con todos ellos si se interponían en su misión personal.
En
eso volteó Malawa y le informó:
-Dice
que sabe de lo que estamos buscando, y que efectivamente, aquí habita un ser
con esas características-.
El
doctor sonrió triunfal mientras el traductor continuaba:
-Dice
que nos referimos al Dios Uka, quien es mitad hombre y mitad gorila; que él los
protege del mal tiempo y de los animales que los llegan a atacar, así como que
los cura de sus enfermedades y les imparte su sabiduría-.
-¿Y
ellos que dan a cambio?, ¿Sacrificios humanos?-.
Pregunto
ansioso el doctor, a lo cual Malawa sonrió comprensiblemente y continuó:
-No
doctor, no son tan salvajes, ellos simplemente le rinden tributo, lo adoran y
siguen sus enseñanzas-.
Masters
sonrió burlonamente y dirigiéndose a Donovan le dijo:
-¿Un
simio que les enseña a vivir a los seres humanos?, esas son simples
supercherías ¿No doctor?-.
El
aludido contestó:
-No
necesariamente; existen infinidad de culturas que hablan de seres aparentemente
más primitivos que les han enseñado todos sus conocimientos-.
Antes
de que Donovan dijera algo, Masters se adelantó y le dijo a Malawa:
-Pregúntale
que como les enseña; si con señas o telepáticamente-. Dijo mientras Mike sonreía
burlonamente.
El
traductor hizo la pregunta y cuando obtuvo la respuesta, les dijo:
-El
rey dice que les habla-.
Todos
los marinos estuvieron a punto de soltar la carcajada, pero el doctor les
aclaró:
-Tranquilos,
recuerden que estamos ante una civilización muy atrasada; ellos o tienen la
educación propia del siglo XXI como nosotros. En pocas palabras son
ignorantes-.
Y
amplió su explicación:
-Incluso,
se han encontrado pueblos que por las características de sus dioses, se
sospecha que los visitaron extraterrestres-.
Mike
dijo irónicamente:
-¡Sí
que hay que estar atrasados para pensar en ovnis y estupideces de esas!-.
El
capitán lo frenó diciendo:
-Bueno,
bueno; ahora lo más importante es capturar al animal y llevarlo con nosotros-.
Donovan
le dijo a Malawa:
-Dile
que donde lo podemos encontrar-.
Cuando
el intérprete hizo la pregunta, el doctor pudo ver un gesto de recelo en la
cara del rey y después de hablar éste, Malawa volteó a decirle al científico:
-Pregunta
que para que lo queremos ver-.
Todos
los expedicionarios sabían que no podían decirle a los lugareños que habían
llegado a la isla para secuestrar a su dios, por lo que guardaron un momento de
silencio, confundidos hasta que Masters le dijo suavemente a Donovan:
-¿Y
ahora doc?-.
El
científico no iba a dejar que pequeñeces como esas lo alejaran de su objetivo
por lo que pensó rápidamente y digiriéndose a Malawa le dijo:
-Dile
que escuchamos acerca de las enseñanzas del dio Uka y que venimos a que nos
llene con su gran sabiduría; que sabemos que somos simplemente hombres pequeños
que necesitamos un guía tan grande como él para salir de la oscuridad de la
ignorancia-.
Todos
los demás voltearon a ver sorprendidos al doctor, pero inmediatamente se dieron
cuenta que algo así podía funcionar; claro, hasta que los nativos se dieran
cuenta que su dios había desaparecido.
El
traductor se dirigió al monarca y hablo largamente; Donovan suspiró aliviado al
ver la mueca de orgullo en la faz del rey, pues se dio cuenta que lo habían
convencido.
Cuando
el soberano le contestó a Malawa, éste volteó emocionado y le dijo al doctor:
-¡Lo
creyó doctor!, es más, dice que él mismo nos va a llevar mañana; mientras nos
podemos quedar a dormir en una de sus chozas después de que nos deleiten con
una ceremonia y una cena-.
El
científico no contaba con eso; pensaba que simplemente les iban a decir en
donde buscar al dios Uka, pero el hecho de que los acompañaran dificultaba la
captura del animal.
Pero
a final de cuentas, lo importante era que lo iban a encontrar y ya lo demás lo
resolvería en su momento.
Después
de soportar un par de horas de danzas propias de los nativos y una cena que
consistió en pedazos de carne de cabra acompañada de hierbas aromáticas que le
daba un sabor asqueroso, los visitantes se metieron a una choza donde iban pasar
la noche.
Donovan no podía
dormir de la emoción; finalmente, después de tantos años había dado con una
pista correcta e iba a regresar a su mundo con la prueba máxima de que en
verdad existen animales que el ser humano del siglo XXI aún no conocía. Recordó
la película de King Kong, su favorita; pero él no iba a cometer el error de
exhibir al animal como si fuera un espectáculo de circo. De todos modos, con el
simpe hecho de capturar a un ejemplar de una especie desconocida, ya tenía
asegurada su dosis de fama y fortuna, pues estaba seguro que todas las
universidades de prestigio a lo largo y ancho del mundo estarían dispuestas a
pagar lo que fuera por tenerlo dentro de su plantilla de investigadores.
Cuando
finalmente pudo dormir un par de horas, soñó que daba su discurso de
agradecimiento después de recibir su enésimo premio dado por la comunidad
científica.
Cuando
amaneció, después de tomar un sencillo desayuno, los expedicionarios se
introdujeron en la selva siguiendo los pasos del rey, quien iba escoltado majestuosamente
por dos serios guardias los cuales portaban como únicas armas lanzas con punta
de piedra. Donovan sonrió condescendiente pues se notaba que a pesar de ser una
sencilla tribu que vivía en una isla perdida en medio del océano, estos “casi”
seres humanos se tomaban en serio su papel.
Caminaron por unas tres horas que le
parecieron una eternidad, hasta que al llegar al pie de una montaña, el rey le
dijo algo a Malawa, quien inmediatamente exclamó visiblemente emocionado:
-¡Doctor,
doctor!, dice el rey que una vez que subamos esa pequeña ladera llegaremos a la
casa del dios Uka.
Donovan
apretó el paso adelantándose incluso al rey y su séquito y cuando abrió unas
enormes hojas que estaban a medio camino abrió los ojos asombrado.
Se
encontró de frente con una impresionante estructura, pero no construida de
vegetación como la aldea de los nativos sino que estaba hecha de piedra; en un
claro de la selva se encontraba un trono construido con bloques de roca de
aproximadamente un metro por unos setenta centímetros lo cual evidenciaba la
presencia de algún ser enorme, pues no consideraba que un nativo, con su uno
cincuenta de estatura pudiera levantar bloques de ese tamaño. Dicho trono
estaba flanqueado por cuatro columnas perfectamente cilíndricas que
maravillaron al científico, pues se daba cuenta que eso había sido construido
por alguien que sabía de medidas y proporciones.
Para
confirmar su teoría, le ordenó a Malawa:
-Pregúntale
que quien construyó esto-.
Después
de obedecerlo, el traductor le dijo:
-Dice
el rey que lo construyó el mismo dios Uka-.
Donovan
sonrió satisfecho.
Masters,
así como los demás marineros estaban sorprendidos; no concebían como los
lugareños podían haber construido algo así. En el fondo, ellos estaban
convencidos de que lo que buscaba el doctor Donovan era una pobre ilusión. No,
ellos pensaban que simplemente iban a encontrar a un enorme gorila al cual iban
a capturar y llevarlo a la civilización y en el peor de los casos no iban a
encontrar nada lo cual no les importaba, ya que cualquiera que fuera el
resultado de la aventura, a ellos se les iba a dar su sustanciosa paga. ¿Un
simio que habla?; por favor, el recio marino había visto infinidad de cosas en
sus treinta años como marino, pero algo así, simplemente era imposible.
Sin
embargo, en ese momento comenzaron a convencerse de que realmente habían encontrado
a un ser que estaba más allá de su entendimiento.
Donovan
ansiosamente le dijo a Malawa:
-Bueno,
¿Y ahora qué?, ¿Dónde está el dios Uka?-.
El
intérprete consultó al rey y volteo contrariado hacia el doctor para informarle:
-Dice
que no lo pueden llamar-.
Donovan
casi desesperado le dijo:
-¿Pero
entonces como es que lo ven?-.
Malawa
le tradujo las palabras del rey:
-Dice
que él es quien los llama cuando quiere hablar con ellos-.
Masters
intervino y dijo:
-¿Y
si ellos necesitan de su ayuda?-.
Malawa
dijo confundido:
-Dice
que el dios Uka sabe cuándo necesitan de su presencia-.
Mike
dijo burlonamente:
-Bueno,
podemos matar a uno de esos salvajes a ver si así se presenta-.
Todos
se quedaron analizando la espantosa idea, pero Donovan se dirigió a Malawa y le
dijo:
-No,
dile que lo vamos a esperar-.
Cuando
el rey le contestó al traductor, éste le informó al doctor:
-Dice
el rey que no nos podemos quedar aquí porque este es un lugar sagrado-.
Mike
se dirigió a Masters y le dijo:
-¡Maldita
sea!, de verdad capitán, yo si tengo ganas de ver a ese orangután-.
El
doctor pensó por unos momentos y le dijo a Malawa:
-Dile
que nos vamos a quedar en medio de la selva para esperar ser bendecidos con la
presencia del “gran dios Uka” y que si es su voluntad, él se presentará-.
Cuando
el rey escuchó las palabras de Malawa, sonrió satisfecho y se retiró, seguido
de sus guardias.
Después
de que los nativos se retiraron, no sin antes hacer unas cuantas reverencias
hacia el trono de piedra y decir unas palabras solemnes, como una especie de
rezos, los aventureros se quedaron solos.
Masters
le dijo a Donovan:
-No
nos vamos a ir a la selva ¿Verdad doctor?-.
El
científico contestó con firmes palabras:
-¿Esta
bromeando capitán?-.
El
recio marino simplemente sonrió.
Los
cuatro visitantes se sentaron recargándose cada uno en los pilares de tal
manera que así podían dominar los cuatro puntos cardinales; revisaron sus
armas, principalmente los rifles de dardos tranquilizantes mientras se sumían
en sus respectivas meditaciones.
Malawa
era el menos convencido del plan, ya que a pesar de tener contacto con “el
mundo civilizado”, respetaba las costumbres y tradiciones de las tribus con las
que había tenido contacto; en el fondo consideraba que sí estaban en suelo
sagrado y que de hecho, estaban profanando tierra santa. Pensaba que era un
sacrilegio que estos extranjeros secuestraran al gorila que adoraban los
lugareños, pero dado que vivía en una región donde no había grandes
oportunidades de trabajo y que como él tenía habilidades para aprender
diferentes lenguas, dejaba a un lado sus creencias prefiriendo pensar en la
paga que iba a recibir para ayudarse a él y a su familia a mitigar el hambre
por algunas semanas.
Por
su lado, el capitán Masters simplemente veía esto como parte del trabajo al que
se había dedicado toda su vida; alquilar su pequeño barco a expedicionarios que
buscaban explorar lugares de la región. Le llamó la atención cuando lo contactó
el doctor Donovan y le expuso el motivo de su expedición; al capitán no le
importaba a donde y lo que se iba a hacer, pues le habían tocado viajes mucho
más peligrosos que el presente e incluso fuera de la ley de cualquier país,
tales como transportar inmigrantes ilegales, valores producto de algún robo, en
los cuales hasta llegó a hacer uso del arma que cargaba en la cintura;
racionalizaba sus actos pensando que un hombre tiene que sobrevivir de alguna
manera y que si no lo hacia él, alguien más lo haría. Sin embargo, en esta
ocasión se le despertó la curiosidad al encontrar el lugar de adoración del
dios Uka, pues a pesar de que no creía que hubiera un animal como el que le
había comentado el doctor, ahora de verdad creía en la posibilidad de su
existencia lo cual le convenía, pues al ver la sed de fama y fortuna del
científico, se daba cuenta de que, si todo salía bien, él mismo iba a salir
beneficiado pues se convertiría en el capitán del barco que atrapó al dios Uka.
En
cuanto al doctor Donovan, simplemente se puede decir que conforme avanzaba el
tiempo se sentía cada vez más ansioso por terminar su misión; las cosas estaban
saliendo a pedir de boca pues consideraba que solo era cuestión de tiempo para
poder conocer el triunfo que tantos años había estado buscando. Recordó las
burlas de los científicos que conocían de sus andanzas y sus ofensivas burlas
hacia él cada que escribía un artículo acerca de seres mitológicos de los
cuales estaba convencido de su existencia; casi se le salían las lágrimas al
recordar con amargura cuando en la mejor publicación científica de los Estados
Unidos “Greatest Science Of Our Times”, dijeron que era un perfecto candidato
para ocupar el lugar de honor de un “Greatest Madhouse Of Our Times”.
Ahora él les iba a
enseñar quien estaba loco de verdad.
El
único a quien no le importaba nada y que simplemente esperaba, era el marino
Mike.
Todos
se quedaron hora tras hora esperando, sin que les importara el hambre, el
cansancio, el tedio y los mosquitos que los atacaban incesantemente.
El
doctor Donovan consideraba que este era un lugar mágico, pues mientras
caminaban hacia el hogar del dios Uka había visto un sinfín de animales
desconocidos para su mundo; cuando entraron a la selva se les travesó un sapo
del tamaño de un niño de tres años que caminaba sobre de sus patas traseras a
brincos; un ser peludo como conejo que tenía unos enormes colmillos que
contrastaban con su tierna figura y un pájaro que cuando se posó en un árbol
frente a ellos para mirarlos curiosamente, el doctor pudo constatar que no
tenía plumas sino una membrana que lo asemejaba a un murciélago pero que no
podía ser tal, ya que los murciélagos no vuelan de día; al menos, no en el
mundo del doctor Donovan.
De
repente, como a media tarde el ambiente comenzó a enrarecerse, pues el cielo se
llenó de grises nubes y un viento frio invadió el aire. El equipo del doctor Donovan
se dio cuenta que algo extraño estaba a punto de suceder, por lo que empuñaron
más fuertemente sus armas de fuego a excepción del científico quien agarró el
rifle de dardos tranquilizantes ya que para él lo importante era llevar la
presa con vida.
Todos
aguzaron el oído y pudieron darse cuenta cuando se escucharon unos pesados pasos
en medio de la selva; los notaron no por el ruido, sino porque la tierra se
movía suavemente con cada golpeteo sobre de ella, lo cual hizo que el miedo los
invadiera mientras el aire ahora circulaba caóticamente alrededor de ellos;
cuando quisieron identificar el origen de las pisadas, escucharon un rugido
espantoso como de un animal enfurecido. Sentían que los vellos de sus nucas se
erizaban al oir los ruidos de los pasos más y más cerca; mientras todos se
levantaban de sus posiciones, Mike apretaba su espalda en contra del pilar como
queriendo meterse en él y Malawa sacaba un largo collar que colgaba de su pecho
y comenzaba a recitar palabras en un dialecto extraño que todos los demás identificaron
como rezos, expresados cada vez más desesperadamente.
Todos
los acompañantes del doctor Donovan se encontraban presa del primitivo miedo
que tienen todos los seres humanos hacia lo desconocido a excepción del
científico quien se sentía como un niño en Navidad que estaba a punto de
recibir su regalo.
Y
fue cuando apareció el dios Uka.
Un
par de árboles que estaban exactamente frente al trono de piedra fueron
derribados estrepitosamente mientras el dios se aparecía entre ellos para mirar
curiosamente a los extraños visitantes.
Efectivamente,
Uka media más de tres metros; era una mezcla entre un gorila y un ser humano.
En cuanto a lo simiesco tenía pelo negro que le cubría un ochenta por ciento de
su cuerpo, pero en la parte del pecho y de la cara era casi lampiño; caminaba
perfectamente en dos pies y andaba completamente desnudo.
Mike
se desmayó.
Malawa
corrió entre la selva gritando palabras incoherentes mientras el capitán
Masters bajaba la pistola que había empuñado para contemplar tan majestuoso
animal.
Donovan
se encontraba presa del éxtasis, pues sabía que estaba en lo cierto; había
encontrado su objetivo y por Dios como testigo, se lo iba a mostrar al mundo.
Los
expedicionarios se quedaron paralizados mientras el dios Uka se acercaba a
ellos caminando lentamente; Masters pensó que las armas que traían no iban a
ser suficientes pero como no se podía mover de la impresión, veía la situación
como si fuera el espectador de una película.
Uka
ubicó al doctor Donovan, quien se encontraba más cerca de su trono, se dirigió
a él por lo que el científico les gritó a sus secuaces:
-¡Disparen!-.
Masters
y Mike sintieron tanto terror que soltaron sus armas y se echaron a correr.
Y fue cuando el
dios Uka habló.
Le
dirigió una mirada que demostraba una inteligencia adquirida en eones de
conocimiento hacia el científico y con una voz gutural, lo interrogó:
-¿Qué
es lo que quieres de mí?-.
Donovan
comenzó a reír histéricamente pues pensaba que se había sacado la lotería; una
cosa era encontrar un ejemplar de una especie desconocida para el hombre actual
pero, ¿Un primate que habla?; eso lo pondría no en la punta de la comunidad
científica, sino en la cima del mundo, pues en el siglo XXI no existía nadie
que hubiera logrado algo así.
Uka
esperó pacientemente hasta que el doctor paró de reír y entonces éste le
contestó:
-Pues
veras, “Dios Uka”…-.
Dijo con burla y
añadió:
-Vengo
a conocerte-.
Uka le contestó:
-¿Y para qué?-.
Donovan, muy seguro
de sí mismo le dijo:
-Soy una persona
estudiosa de las cuestiones de la vida y de…-.
El dios lo
interrumpió diciendo:
-O sea que eres un
científico-.
El doctor se
sorprendió de la respuesta pero prosiguió:
-Así es, por lo
tanto me gustaría conocerte un poco más-.
El primate dijo muy
serio:
-Sí, es lo que tu
especie siempre ha buscado-.
Y se dio el
siguiente dialogo comenzando por el científico:
-¿Cómo es que
hablas?-.
-Del lugar de donde
vengo eso es algo normal, lo mismo que en tu raza-.
-¿De dónde
vienes?-.
-De un lugar que no
conoces-.
-¿Cómo es que
llegaste a este mundo?-.
Uka sonrió satisfecho
del razonamiento del doctor y a su vez preguntó:
-¿Qué piensas hacer
conmigo?-.
Donovan sonrió
confiado y le dijo:
-Pues como todo
científico, te voy a llevar a mi mundo y te estudiaré para conocer más de ti-.
El dios cuestiono:
-Lo cual significa
que me vas a matar-.
El doctor se quiso
sincerar y exclamó:
-Primero te haré
una serie de pruebas para ver cómo es posible que alguien como tú exista en
este planeta y después llegará el momento en el que tenga que abrirte para
saber cómo funciona tu cuerpo-.
Uka sonrió
satisfecho y mientras suspiraba contestó:
-Sí, suenas como
todo un científico-.
Donovan pensó que
era el momento de atacar y disparó un dardo.
Uka levantó su
enorme manaza tomando el pequeño proyectil entre sus dedos de una manera
increíblemente rápida tomando en cuenta su gran tamaño y le dijo:
-No va ser tan
fácil-.
Y antes de que Donovan
pudiera reaccionar, Uka le tiro un golpe con su colosal puño en la cara.
Donovan despertó
con un terrible dolor de cabeza.
Cuando se pudo
poner de pie todo le daba vueltas; aun así intentó ubicar donde se encontraba.
Estaba metido en
una jaula con barrotes de madera; volteó a ver a su lado derecho y se dio
cuenta que no era el único.
Había varias celdas
idénticas a la suya; una contenía un sapo como el que había visto tiempo atrás
y en otra un gusano blanco que tenía pequeñas patas que en las puntas asomaban
horrendos ojos que volteaban asustados a ver al confundido científico.
Cuando el doctor
recuperó por completo la conciencia, ubicó su vista frente a él y se encontró
con el dios Uka, quien lo miraba fijamente.
El primate habló y
le dijo:
-Ya despertaste, ¿Verdad
humano?-.
Donovan confundido,
le contesto mientras se agarraba a los barrotes de su celda:
-¿Qué es lo que
está pasando?-.
Uka contestó
tranquilamente:
-Veras humano, yo
vengo de un mundo más allá de lo que ustedes entienden como tiempo y lugar y lo
más importante: en mi lugar de origen yo también soy un científico-.
Mientras
el doctor sentía como un escalofrío recorría su columna vertebral, respondió con
voz temblorosa:
-¿Y
qué es lo que vas a hacer conmigo?-.
Uka
dijo tranquilamente:
-Tú
lo dijiste; soy un científico y como tal te voy a estudiar y eventualmente te
voy a abrir para ver cómo funciona tu organismo. No hice esto con los nativos
de esta isla porque los estaba estudiando para ver cómo se comportaban en su
ambiente, pero en el fondo sabía que iba a llegar el momento en el cual iba a
tomar un espécimen que me diera el conocimiento de cómo son los seres humanos
por dentro-.
El
doctor sintió como el pánico subía a través de su pecho hasta ahogarle la
garganta.
Quiso
decir algo pero las palabras se le ahogaron en su boca.
Uka
emitió un sonido grave como el de una risa macabra y salió del lugar sin tomar
en cuenta los gritos de terror del doctor Donovan.
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