Marco
se sentía frustrado.
Una
vez más.
No
podía entender como los seres humanos podían ser tan estúpidos; tenía dos
doctorados por parte de universidades de gran prestigio dentro de la comunidad
científica por lo que era lo que la gente común llamaba “un nerd”, pero ni
siquiera con sus compañeros de trabajo podía comunicarse.
A
diferencia de los de su especie, él no era el clásico tipo de más de ciento
cincuenta kilos de peso o el enano de uno cincuenta débil y enfermizo pues
aparte de su prodigiosa mente, tenía un físico envidiable, pues incluso la
naturaleza lo había dotado con habilidad para los deportes, lo que de todos
modos le hubiera ayudado a obtener becas en prácticamente cualquier institución
donde las hubiera solicitado. Si a lo anterior se le suma el hecho de ser de
piel blanca, rubio y de ojos azules, cualquiera pudiera pensar que pertenecía a
una raza superior.
Al
menos Marco así lo pensaba.
Se
imaginaba que si la humanidad entera fuera como él, hacia siglos que hubieran
llegado no a la luna, sino a cualquier otro planeta; lo sabía de sobra pues
había enfocado sus capacidades en el campo de la física, profesión que le
redundaba en un excelente empleo en una de las mejores empresas del mundo que
se dedicaban a la tecnología. A pesar de ello, trabajar con él no era nada
agradable, pues el renombrado científico no se sabía comunicar con sus
congéneres, pues a todos los trataba como una manada de chimpancés; tal vez a
comparación de él lo eran, el problema era que él siempre estaba dispuesto a
remarcárselos, por lo que invariablemente tenía conflictos incluso con los
demás hombres de ciencia con los que según él, tenía la desgracia de trabajar.
Desde
el punto de vista de un hombre común tenía una vida envidiable, pues tenía un
trabajo donde era el mejor por lo que su sueldo era estratosférico; podía
comprarse prácticamente cualquier cosa que quisiera como la esposa con la cual
vivía; una ex compañera de universidad que solo tenía una humilde maestría en
física cuántica, lo que no necesariamente la hacía una buena conversadora
acerca de la ciencia, pues Marco tenía unas ideas tan avanzadas que no siquiera
ella lo entendía, lo que al científico le provocaba una enorme frustración.
Sí;
Marco se sentía frustrado con la vida.
Frustrado
y solo.
Como
no encontraba comprensión con ningún otro ser humano, cuando regresaba a su
casa se encerraba en su sótano a dar rienda suelta a sus teorías e incluso, a
construir máquinas ninguna de las cuales había funcionado hasta ahora; hubo
ocasiones en que esos fracasos se los llegó a achacar a la misma naturaleza,
pues pensaba que si se daban los elementos atmosféricos por ejemplo, sus
máquinas funcionarían, pero como se encontraba atrapado en un planeta tan
primitivo como la Tierra, sus teorías no pasaban de ser eso.
Simples
teorías.
Su
último proyecto era una máquina para clonar seres humanos lo cual en el futuro
ayudaría a mejorar la raza, pero como hasta la fecha no había un ser humano
digno a ser repetido no le veía gran futuro ya que pensaba que no tenía caso
seguir sobre poblando el mundo de seres mediocres con los que convivía día a
día.
El
único candidato viable era él mismo.
En
eso era en lo que pensaba un lunes por la mañana cuando llegaba a su empleo
enfurruñado con el sistema de navegación de su camioneta de última generación;
se enfurecía de pensar que él pudo haber diseñado un mejor sistema y no el que
el neandertal que habían contratado había desarrollado.
Cerró
la puerta con furia para dirigirse a su oficina, pero en cuanto entró la
recepcionista le avisó que su jefe lo requería en la suya con carácter de
urgente.
“¿Qué
es lo que querrá ahora este primate?”. Se dijo, por lo que apuró el paso para
terminar con ese asunto y dedicarse a lo suyo.
Tocó
la puerta que estaba adornada con un letrero que decía:
“Sr.
Williams, Doctor en Física. Director del área de proyectos”.
Sonrió
como cada vez que llegaba a la oficina de su jefe mientras repetía la broma de
costumbre: “¿Doctor?, yo pude haberte dado clases y de todos modos te hubiera
reprobado por inepto”.
Cuando
entró en la oficina y vio la cara de su superior se dio cuenta que el asunto a
tratar no iba a ser de su agrado.
No
se equivocaba.
El
doctor Williams era un norteamericano que había sido traído al país expresamente
para ocupar el puesto que desempeñaba; era considerado una eminencia en el
campo de la ciencia en general y aun cuando había laborado casi veinte años en
el área farmacéutica, a la fecha los dueños de la empresa donde trabajaba junto
con Marco estaban encantados con su desempeño, por lo que confiaban ciegamente
en él y en sus decisiones.
Saludó
a Marco con su perfecto español, pues el doctor hablaba fluidamente cinco
idiomas:
-Doctor
Marco Salas, ¿Cómo está usted el día de hoy?-.
El
aludido sabía que cuando su jefe lo saludaba así era para regañarlo, por lo que
ocultando su desagrado intentó sonreírle y le estrechó la mano que el amable extranjero
le tendió, mientras le contestaba:
-Bien,
aunque un poco preocupado por la entrega que tenemos en dos meses; vamos un
poco atrasados-.
El
doctor Williams se levantó algo incómodo y se dedicó a contemplar los jardines
de la empresa a través del enorme ventanal que adornaba su lujosa oficina y
después de algunos segundos se volteó y sin dejar de sonreír le dijo a su
subordinado:
-¿Y
a qué cree que se deba el retraso doctor?-.
Marco
se levantó de su silla encolerizado y empezó despotricar:
-¡Es
que esta bola de imbéciles con los que tengo la desgracia de trabajar no saben
acatar una orden!-.
Y
añadió:
-¡Es
más, ni siquiera me entienden!-.
Williams
se sentó en su sillón nuevamente y cruzando los dedos de las manos le informó:
-Precisamente
por eso está usted aquí-.
Antes
de que Marco preguntara, completó:
-La
gente se ha quejado mucho de usted; la principal molestia es que como dicen
ellos mismos: “no nos trata como seres humanos, pues para él solamente somos
una herramienta que cuando no funciona como él quiere la aporrea”-.
Marco
muy molesto lo cuestionó:
-¿Y
quién fue el imbécil que le dijo eso?-.
Su
jefe simplemente contestó:
-Eso
no es importante, lo que nos compete ahora es lo que le he venido diciendo
desde que llegué a este puesto; el capital humano, esto es el personal, de
alguna manera sí es una herramienta para la empresa, pero es una de las
herramientas más valiosas con las que contamos por lo que tenemos que cuidarla-.
Y
añadió con una sonrisa:
-Después
de todo, ellos son seres humanos al igual que usted-.
Marco
simplemente pensó: “Sí, desgraciadamente yo también soy un ser humano”.
Prefirió guardarse ese pensamiento y reclamó:
-Pero
si están aquí es porque son mejores que la mayoría de los seres humanos ¿O no?,
entonces porque no hacen las cosas como yo se los ordenó; ¿O qué, el idiota que
los contrató no les advirtió de eso?-.
Williams
se hizo para atrás en su silla visiblemente incómodo y le contestó:
-La
verdad es que yo los contraté personalmente-.
Eso
a Marco no le afectó en lo más mínimo y como no dijo nada, su jefe trató de
conciliar la situación diciéndole:
-Mire
doctor, a todo ellos los contraté ya que a pesar de que acaban de titularse
como ingenieros, son mentes muy brillantes; algunos están estudiando su
maestría e incluso otros ya están en el doctorado, por lo que a pesar de su
juventud y tal vez falta de experiencia, son muy capaces en lo que hacen y lo
más importante: están deseosos de aprender; por eso los puse bajo su mando-.
Como
buen líder que era, el norteamericano quiso manejar la empatía:
-Yo
sé que ellos no están al nivel de usted y yo, pero aun así, pertenecen a
nuestra raza; son hombres de ciencia, simplemente hay que tenerles algo de
paciencia y tratarlos con respeto-.
Marco
explotó:
-¡Pues
serán iguales a usted, pero en cuanto a mí, les llevo años luz de evolución
puesto que cuando ellos empezaron su carrera yo ya estaba en mi segundo
doctorado; no puede decirme que los trate como a iguales cuando usted y yo
sabemos que no lo son!-.
Williams
quiso hacer un último intento:
-Sé
que usted es una eminencia en su campo, pero siempre se pueden aprender cosas
nuevas; ¿Por qué no toma un curso de manejo de carácter o de liderazgo?-.
Marco
sonrió burlón y contestó:
-Si
lo que pretende es mandarme con un sicólogo pierde su tiempo; yo podría leer
toda una enciclopedia de psiquiatría y darme terapia a mí mismo. ¡Incluso lo
haría mejor que esos trogloditas!-.
Williams
dijo tranquilamente:
-¿Y
por qué no lo hace?-.
Marco
contestó con toda su arrogancia:
-Por
qué no hace falta; los que están mal son ellos, no yo-.
El
norteamericano se puso serio y le preguntó:
-¿Está
seguro?-.
Marco
simplemente dijo:
-Claro,
yo nunca me equivoco-.
El
doctor Sean Williams sentenció:
-Entonces
nos vemos obligados a prescindir de sus servicios-.
“¿Qué se habrá
creído ese doctor de pacotilla?” pensó Marco cuando entró a su casa.
“No
porque venga de un país que ha desarrollado muchos de los avances tecnológicos
de la actualidad puede creer que tiene el derecho de vivir de glorias ajenas.”
Como
llegó todavía de mañana a sus lujosos aposentos éstos estaban vacíos pues su
esposa había salido a visitar a su mamá; de todos modos no le importó pues
sabía que si le comentaba lo que había sucedido ella no lo entendería. Incluso,
de un tiempo para acá, cada vez se daba más cuenta que su misma mujer se estaba
contaminando del comportamiento de los “otros” como él llamaba a los seres
humanos, y más desde que se le había metido en la cabeza la idea de tener
niños. Marco hizo una mueca de repulsión; no era que no pensara en tener una
descendencia del mismo calibre que él, pero le frenaba la idea de que sus
futuros hijos se contaminaran del ADN común y corriente de su esposa.
No,
eso no podía suceder.
Para
disminuir la furia que experimentaba se dirigió a su sótano, pues pensaba
dedicar el resto del día a revisar sus últimos proyectos científicos, los
cuales cada vez le absorbían más y más tiempo.
Analizaba
datos pero no se podía concentrar pues su mente regresaba una y otra vez a la
estúpida plática sostenida con el doctor Williams, la cual terminó cuando dos guardias
armados tuvieron que sacarlo casi cargando de su oficina de lo violento que se
había puesto el doctor Marco Salas.
Se
puso a revisar otro de sus proyectos y de repente la solución le llegó a su mente como si de un mazazo se tratase.
¡Él
tenía la solución en sus manos!
Iba
a dedicarse a cuerpo y alma a crear un doble de sí mismo.
Por momentos sintió
escalofríos pero no por lo que estaba a punto de realizar sino que se daba
cuenta que la respuesta a sus problemas la tenía ahí enfrente; incluso pensó
que él mismo se estaba contaminando de la mediocridad de la raza humana y por
eso no se había dado cuenta.
Se
consoló pensando que era el primer error que había cometido en su vida y que
jamás se iba a repetir por lo que comenzó a trabajar en su máquina de clonación
de seres humanos con un ánimo desmedido; cuando llegó su esposa por la noche ni
siquiera subió a saludarla, simplemente siguió trabajando gran parte de la
madrugada hasta completar un plan a la medida.
El
proceso de clonación que se había desarrollado hasta los tiempos actuales
consistía en sacar una muestra de ADN de un ser vivo e implantarlo en una
hembra de la misma raza para que al nacer, tuviera todas las características
del donador, pero como debido a que las leyes prohibían la clonación de
personas, no se sabía si el nuevo ser tendría las mismas facultades mentales
que el padre. “Estúpidos y temerosos humanos, se pudo haber avanzado
enormemente si no tuvieran esos sentimientos timoratos” pensó. Aun así, él no
buscaba crear un infante, pus como había pensado, sus capacidades se podrían
ver comprometidas por el ADN de la madre; no, él quería ir más allá y crear un
ser completamente idéntico en cuanto a cuerpo, capacidad de raciocinio y de su
misma edad: treinta años.
Sonrió
cuando se dio cuenta que con un ser así ya tendría alguien de su nivel
intelectual que lo pudiera entender.
Ya
no se sentiría solo.
En
la euforia de la planeación pensó que después de hacer las pruebas pertinentes,
incluso crearía un ejército de dobles y conquistar al mundo. Sentía que si era
capaz de crear vida entonces ya se encontraba al nivel de Dios.
Lanzó al aire una
carcajada maquiavélica como la que había escuchado en una película de
Frankenstein.
Durmió
un par de horas en el sofá que había instalado en su sótano cuando fue
despertado por su esposa quien le cuestionó el por qué no había ido a trabajar,
por lo que Marco simplemente le informó que lo habían echado de su empleo y
creyendo conocer la naturaleza femenina le dijo que por la cuestión económica no
se preocupara puesto que con el dinero que había ganado a lo largo de su
carrera más las regalías de algunas patentes que había registrado por dinero no
sufrirían. Su mujer simplemente le lanzó una mirada reprochadora y se marchó
hacia la cocina.
Lo
último que Marco supo de ella fue cuando a los tres días que subió por algo de
comer, pues sabía que necesitaba proteínas para que su cerebro funcionara
mejor, encontró una nota que le dejo en la cocina que decía:
“Como
veo que la ciencia es mucho más importante para ti que yo, entonces te libero
del compromiso que teníamos; me voy. Firma: alguien a quien una vez llamaste
Cariñito”.
Marco
sonrió condescendiente; claro que la ciencia era mucho más importante que
cualquier miembro de la humanidad. Si hubiera sido necesario sacrificarla a
ella por el bien del conocimiento, no lo hubiera dudado ni un momento aunque
afortunadamente para su mujer, eso de momento no era necesario.
Incluso
pensaba que era una ingrata, pues era muy probable que cuando creara su ejército
de clones ella podría ser parte de la “realeza” que gobernara el mundo; aunque
dado su bajo intelecto tal vez solo hubiera funcionado como incubadora para
algunos clones de menor rango que pudieran servir para tareas menores.
Así
de ingrata era la humanidad.
Marco
siguió con su proyecto durante aproximadamente tres semanas; solo descansaba un
par de horas por la madrugada para dormir un poco y comer hasta que consideró
que su invento podía funcionar.
Solo
faltaba probarlo.
Primero
contempló su obra con mirada satisfecha: era una cápsula ovalada de metal de
dos metros de alto y metro y medio de ancho que era de donde iba a salir el
nuevo Marco y a su lado estaba una silla metálica donde caían un par de agujas
de las cuales una se la iba a insertar en la vena del brazo para sacar su ADN
directamente de la sangre pues era donde se encontraban las células más puras
mientras que para asegurar una copia fiel de su intelecto, la otra aguja iba a
ser insertada en su cerebro desde la nuca. Esta aguja era extremadamente fina
para no lesionar ninguna parte de su órgano más valioso; era muy arriesgado el
proceso pero aun así valía la pena.
Como
se había dedicado en cuerpo y alma al desarrollo de su máquina infernal no se
había bañado por lo que fue a la ducha para lavar todo su cuerpo con jabón
antiséptico y evitar cualquier posible contaminación del ambiente pues no sabía
que tan perfecta pudiera ser la duplicación de él mismo.
Completamente
desnudo se sentó en la silla de las agujas mientras miraba el monitor del CPU
al que estaban conectados los dos objetos; vio los datos que mostraba la
pantalla y se sintió satisfecho. Se amarró las piernas, el cuello y el brazo
derecho con unas gruesas correas pues no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo
al entrar la aguja en su cerebro; cualquier movimiento brusco podía ocasionarle
una lesión fatal. Dejó libre su mano izquierda para poder accionar el
dispositivo de encendido cuando todo estuviera listo y comenzó el
procedimiento.
Insertó
suavemente la aguja en la vena que corría por la parte interna de su antebrazo
y contempló como una pequeña gota de sangre subía por la manguera a la que
estaba conectado el objeto puntiagudo; la sangre se dirigía hacia el CPU para,
después de ser analizada se trasladaría hasta la cápsula. Con gran miedo de su
parte, ahora tomó la delgadísima aguja que estaba detrás de su cabeza y se hizo
hacia atrás para que comenzara a penetrar su piel; sintió un ligero piquete y
empujó hacia atrás un poco más la cabeza.
De
repente sintió un agudo dolor que le recorrió toda la columna vertebral
hasta llegar a la cadera; inmediatamente después sintió que las piernas
comenzaban a adormecerse mientras un hormigueo hacia presa de sus brazos. Cerró
fuertemente los ojos para aguantar el dolor pero no sin antes estirar su mano
izquierda la cual en medio de temblores oprimió el dispositivo que puso a
funcionar todo el sistema de clonación.
En
medio de una visión borrosa que le obligaba a abrir los ojos de manera
espasmódica escuchó como comenzó a salir un ruido de la cápsula como si fuera
una máquina a vapor alimentada por un fuego más ardiente que el mismo infierno;
lágrimas de dolor le bajaban por las mejillas mientras respiraba entrecortadamente
y las luces de las lámparas que alumbraban el sótano comenzaban a parpadear a
consecuencia de la enorme cantidad de energía que consumía su máquina
diabólica.
Entonces
para su alivio se desmayó.
Marco
estaba soñando.
En
su sueño se levantaba en contra de todo el mundo acompañado de su ejército de
clones.
Habían
evolucionado tanto que dominaban a los demás seres humanos con el simple
pensamiento haciéndolos sus esclavos.
Ese
era el siguiente proyecto de Marco; poder utilizar su mente a tal grado de que pudiera controlar a la raza humana así como a la Tierra misma.
Se
veía a sí mismo como un gran conquistador mientras sus clones avanzaban detrás
de él siguiendo a su fantástico líder; incluso escuchaba tambores de guerra que
sonaban al paso del nuevo Dios de la raza humana.
En
eso despertó.
Las
imágenes de conquista se desvanecieron de su mente; abrió lentamente los ojos y
se dio cuenta que los sonidos de tambores ahora eran golpes metálicos que
provenían de la cápsula.
Volteó
a ver la grotesca estructura con temor y asombro.
¿Había
triunfado en su cometido?
Débilmente
levantó su mano pasa quitarse la aguja del brazo derecho de donde salieron un
par de gotas de sangre. Estiro la todavía temblorosa mano hacia su nuca y
comenzó delicadamente a sacar la delgada aguja de su cabeza; cuando la sacó del
todo tomo conciencia de su cuerpo. Movió las piernas y los brazos lentamente
para cerciorarse que recuperaba el control de su cuerpo; comenzó a recitar una
serie de fórmulas químicas que gustaba de analizar para divertir a su mente y
pudo darse cuenta aliviado que su cerebro funcionaba a la perfección como de
costumbre.
Fuera
del fuerte dolor de cabeza, había salido ileso del procedimiento que acababa de
experimentar.
En eso volvieron a
sonar los golpes en la cápsula por lo que, ya más dueño de sus funciones
corporales se levantó rápidamente y se acercó al aparato; cuando estuvo frente
a la puerta suspiró fuertemente y la abrió.
Se
encontró de frente consigo mismo.
Dentro
de la estructura metálica había un ser exactamente igual a él; por lo menos
físicamente. Se hizo a un lado y su doble salió de la cápsula para pararse
exactamente enfrente de Marco; éste contempló al doble sin emitir una sola
palabra mientras que el nuevo ser hacía lo mismo. Quiso corroborar el éxito de
su misión y levanto su mano izquierda para comprobar con susto y satisfacción
que el doble hacía lo mismo; sonrió y como si fuera un espejo el doble también
sonrió; comenzó a carcajearse complacido al escuchar el eco de su risa que
salía de la boca del doble.
Exclamó:
-¡Esto fue…!-.
-¡Esto fue…!-.
El
doble completó:
-¡…Un
gran éxito!-.
Ambos
rieron y se dieron la mano.
Finalmente
Marco se permitió una noche completa de descanso; claro que fue complicado pues
cuando se dirigió a su habitación inmediatamente el doble lo siguió; cuando
Marco quiso tomar su pijama favorita el doble se adelantó y la tomó primero por
lo que Marco decidió dejársela pero cuando se quiso acostar en su lado de la
cama el doble se acostó ahí antes que él. Marco simplemente pensó con una
sonrisa en la cara que en adelante tendrían que ponerse de acuerdo acerca de
esos pequeños detalles.
Cuando
despertó al otro día se sentó en cama pensando en lo que había sucedido la
noche anterior y cuando quiso corroborarlo volteó a ver al doble que también se
había sentado en la cama y lo contemplaba con la misma expresión que él.
Se
levantó seguido del doble para vestirse pero cuando quería tomar alguna de sus
prendas el doble siempre se le adelantaba para confusión de Marco.
Lo
peor fue el desayuno.
Ambos
chocaban constantemente en la cocina pues cuando uno quería tomar algún
utensilio doméstico el otro lo tomaba también teniendo que ceder Marco en todas
las ocasiones; una vez que terminaron de comer se quedaron sentados en la mesa
frente a frente. Marco quiso jugar otra vez y levantó su mano izquierda para
rascarse la cabeza cosa que el doble también hizo; bostezó fuertemente
estirando los brazos y de manera jactanciosa vio que el doble hacía lo mismo.
Se daba cuenta que
en cuanto a lo físico eran completamente iguales.
Faltaba
poner a prueba al intelecto.
Quiso
iniciar con algo sencillo y le dijo al doble:
-¿Cuál
es la capital de…?-.
El
doble lo interrumpió:
-¿Con
el intelecto que tenemos y quieres preguntar la capital de Francia? ¿Crees que
somos estúpidos?-.
Marco
sonrió con placer y dijo:
-Tienes
razón; es que quería…-.
El
doble dijo:
-…Comenzar
con algo sencillo para ver si el experimento funcionó-.
Marco,
contrariado añadió:
-Bueno,
lo que pasa es que todo científico…-.
El
doble terminó la frase diciendo:
-…Debe
llevar a cabo una serie de experimentos a ver si el procedimiento fue el
adecuado-.
Marco
comenzó a enojarse por lo que dijo:
-Vamos
a ver televisión…-.
El
doble, también molesto dijo:
-…Para
aclarar las ideas-.
Y
ambos se dirigieron al sofá que se hallaba frente a la televisión y cuando Marco
quiso encender el aparato ya lo había hecho el doble, por lo que se sentaron
lado a lado en silencio.
En
eso salió una noticia acerca de la muerte de una actriz de moda lo cual
había consternado a la mitad del planeta
dada su enorme popularidad; Marco, que había estado analizando el procedimiento
de clonación en su mente de repente puso atención en la pantalla y exclamó:
-No
entiendo como la gente…-.
El
doble dijo:
…Puede
emocionarse tanto con una situación tan banal-.
Marco
ya no dijo nada, simplemente pensó:
“Que
molesto es hablar con alguien que piensa que lo sabe todo”.
En
eso cayó en cuenta que esa frase era precisamente la que le repetía a menudo su
mujer.
Completamente
enfadado se levantó pero no sin antes decirle al doble quien lo miraba con la
misma expresión que él:
-No
me sigas-.
El
doble simplemente se quedó sentado donde estaba mientras Marco se dirigía a su
habitación.
Cuando
llegó a su recámara se sentó en la cama pensativo; “¿De verdad soy así de insoportable?”
pensó. Inmediatamente lo atacó su arrogancia pues llegó a la conclusión de que
era el mundo el que estaba equivocado acerca de él. En el caso del doble,
sencillamente era cosa de acostumbrarse a él; reeducarlo y ponerse de acuerdo para
poder lograr una buena convivencia, pues aún estaba pendiente lo de producir
más clones, así que como todo experimento, los primeros resultados deben de
tener un ligero margen de aspectos a mejorar.
Pero
los siguientes días fueron un infierno para Marco pues hacia donde quiera que
se dirigiera, el doble siempre estaba a su lado; cualquier cosa que necesitara
utilizar el doble lo tomaba antes; incluso en el baño tenían que hacer sus
necesidades en medio de empujones.
Hasta
que Marco estalló:
-¿Que
no puedes hacer algo diferente a lo que hago yo?-.
El
doble lo contempló y le dijo:
-Pero
si tú sabes que yo soy tú-.
Marco
dijo:
-Sí,
pero…-.
Calló
pues se dio cuenta que el doble tenía razón, pero antes de que éste dijera algo
rápidamente habló:
-Pues
yo soy el original por lo que yo tengo prioridad en las cosas; antes de que tú
hables…-.
El
doble completó:
-…Tú
hablas primero-.
Marcos se sintió
confundido pues se dio cuenta que el doble ahora se dirigía a él como si fuera
otra persona.
“Finalmente, un
avance”. Se dijo.
Al otro día cuando
se levantaron las cosas se dieron de manera más coordinada por lo que Marco le
dijo al doble al terminar de desayunar:
-Voy a salir porque
tengo que ir a comprar…-.
El doble dijo:
-…Unos
capacitadores que…-.
Marco gritó:
-¡Bueno, ya sabes a
donde voy!, no me sigas porque de momento no…-.
El doble contestó:
-…Conviene que nos
vean juntos-.
Marco suspiró y se
salió presa de una gran furia.
Sin embargo, de
camino de regreso se dio cuenta que avanzaban en su relación; lento avance pero
a fin de cuentas ya había un cambio.
Pero los cambios no
siempre son buenos, como Marco estaba a punto de comprobar.
Cuando entró a su
casa, el científico incluso se sentía contento; las cosas entre él y su doble
iban mejorando. Por otro lado, pensaba dedicar el resto del día a una pequeña
máquina que había desarrollado para congelar a gran velocidad cualquier objeto;
era un pequeño sueño que había albergado desde niño al ver una serie de dibujos
animados donde un súper héroe congelaba con un pequeño artefacto a sus
enemigos; todavía no encontraba una utilidad práctica para su invento, pero
estaba seguro que no faltaría la empresa que pagara millones de dólares por
ella.
Se dirigió casi
corriendo a su sótano pues sabía que con la idea que se le había ocurrido desde
hace algunos días su máquina congeladora iba a funcionar.
Se quedó
petrificado cuando al llegar al sótano, su doble tenía el dichoso aparato entre
sus manos y se entretenía congelando manzanas.
Estupefacto lo
cuestionó:
-¿Pero qué diablos
estás haciendo?-.
El doble
simplemente dijo:
-Probando la
máquina que inventaste-.
Marco se dejó
llevar por su mente de científico y le preguntó:
-¿Le aumentaste el
nivel de nitrógeno?-.
El doble contestó:
-No, estoy
utilizando la humedad del ambiente-.
¡Esa era la idea
que se le había ocurrido a Marco!
Una vez más subió a
su habitación lleno de frustración.
Se acostó en su
cama y se dedicó a analizar la manera en que estaba resultando su invento.
Le había dicho al
doble que no hiciera exactamente lo que él hacía pero ahora resultaba que le
tomaba la delantera no nada más en su comportamiento cotidiano, sino que
también se le estaba adelantando en sus teorías y pensamientos acerca de la
ciencia.
Por primera vez
Marco comenzó a sentir miedo de su creación.
Pero lo peor estaba
por venir.
Al día siguiente Marco
se levantó pues tenía una cita con un empresario que pensaba invertir en una
máquina de riego que había estado desarrollando y para la cual necesitaría
enormes cantidades de dinero para poder echarla a andar; cuando llegó a la
cocina ya estaba ahí su doble quien alegremente le dijo:
-¿No quieres
desayunar? Hice huevos con tocino-.
Marco se quedó
sorprendido y le contestó:
-Pero si somos
vegetarianos-.
El doble exclamó
sin dejar de sonreír:
-Pues creo que ya
no lo somos-.
Marco salió casi
corriendo de su casa pues le había confundido sobremanera las palabras del
doble; todo el día se la pasó pensando en ello y cuando llegó por la noche a su
casa quiso hablar con él para cuestionarle lo que habían hablado pero con
espanto se dio cuenta que su doble había desaparecido.
Lo esperó gran
parte de la noche hasta que se quedó dormido en el sofá de su sala; de repente
lo despertó una música molestamente escandalosa. Cuando se despertó por
completo se dio cuenta que del aparato de sonido de su antigua esposa salían
estruendosos guitarrazos de música heavy metal; se dirigió al aparato y lo
apagó. Cuando volteó casi brinca al ver a su doble frente a él vestido con un
pantalón de mezclilla, una playera negra y tenis.
Él jamás se pondría
semejante indumentaria pues siempre utilizaba lo mismo: pantalón de vestir,
camisa y zapatos; jamás se pondría un pantalón de mezclilla y menos unos tenis.
Gritó
desesperadamente:
-¿Por qué diablos
estás vestido así?-.
El doble contestó tranquilamente:
-Porque esto es más
cómodo que la ropa de anciano que usas-.
Algo había salido
mal en el proceso de clonación.
Marco se digirió
corriendo al sótano e inmediatamente revisó el programa de su experimento;
cuando revisaba cifras escuchó la voz del doble quien desde las escaleras lo
miraba curioso mientras se comía una tostada untada de mermelada de fresa:
-Ya revisé los
datos; todo está bien-.
Marco vio lo que
tenía el doble en la mano y le reclamó:
-Pero si yo soy
alérgico a las fresas-.
El doble se encogió
de hombros y contestó:
-Pero yo no-.
A partir de ahí la
vida de Marco se volvió un completo caos.
El doble
acostumbraba salir muy de mañana para correr algunos kilómetros en un parque
cercano, actividad que Marco había abandonado desde sus años de universidad;
regresaba y desayunaba al compás de su escandalosa música para después salir y
regresar hasta altas horas de la noche, a veces en estado de ebriedad.
Marco sentía como
si tuviera un adolescente en casa; no sabía que le preocupaba más, si el hecho
de que alguien que lo conociera lo viera haciendo cosas inimaginables para su
personalidad o el hecho de que se gastara su pequeña fortuna a paso galopante,
pues cada que regresaba a casa lo hacía cargado de paquetes de tiendas de
marcas de prestigio; tal parecía que se había convertido en un despilfarrador
pues consumía las tarjetas bancarias de Marco como si fueran dulces.
“Al menos tiene muy
buen gusto para vestirse y divertirse”, pensaba irónicamente Marco al ver las
cuentas de los restaurantes de lujo que le llegaban.
Pero el colmo fue
cuando el doble llegó a media tarde conduciendo un coche deportivo de más de un
millón de pesos, lo cual dejó boquiabierto por lo que inmediatamente le
reclamó:
-¿Pero acaso estás
loco?, ¿Me vas a dejar en bancarrota?-.
El doble contestó
bonachonamente:
-Bueno, a final de
cuentas para eso es el dinero ¿O no?-.
Esa noche cuando
Marco se fue a dormir comenzó a reflexionar en que la situación se había salido
de control. Desgraciadamente, él era el culpable de todo; primero había deseado
tener a su lado una persona completamente igual que él, pero con el paso del
tiempo se dio cuenta que eso no era tan agradable como pensaba pues era
bastante molesto vivir siempre con la sombra de alguien que repetía exactamente
lo que él decía y hacía y cuando quiso que su doble se comportara diferente, éste
se había vuelto loco volteando su mundo de cabeza.
“Bueno, si yo lo
inicié entonces yo lo terminaré” se dijo.
Y comenzó a idear
un plan.
Solo esperaba que
el doble no pensara lo mismo.
A la noche
siguiente cuando el doble sacaba un costoso reloj de una caja de piel, Marco se
le acercó y le dijo:
-Tenemos que
hablar-.
El doble con su
ahora inseparable sonrisa, hizo a un lado el reloj y le dijo con un tono
relajado:
-Dime-.
Marco exclamó:
-Pero no aquí,
tenemos que ir a otro lugar-.
El doble se levantó
animadamente y le propuso:
-Bueno, entones nos
vamos en mi coche-.
Pero Marco lo atajó
diciendo:
-No, nos vamos en
taxi-.
El doble
simplemente dijo:
-Bueno-.
Tomaron un taxi que
los condujo fuera de la ciudad; avanzaron por la carretera hasta que llegaron a
un mirador que se encontraba al borde de una barranca y fue cuando Marco le
dijo al conductor:
-Aquí nos deja por
favor-.
El taxista exclamó
extrañado:
-¿Seguro que aquí?
No van a poder regresar tan fácil-.
Marco dijo
seriamente:
-No se preocupe por
eso-.
Y ambos bajaron.
Cuando el taxi se
perdió en la carretera el doble se apretó la chamarra que traía puesta y
reclamó:
-Que buen lugar
escogiste ¿Eh?, completamente solitario y con un frío que cala hasta los
huesos-.
Marco se dio cuenta
que tan diferente era ahora de su doble pues él jamás utilizaría esa expresión
tan burda; se abrochó su abrigo y lo invitó a que se acercaran a la orilla de
la barranca para comentar:
-Toda la vida busqué
alguien con quien comunicarme; alguien que me entendiera y no como todo el
montón de primates con los que he tenido la desgracia de convivir-.
Mientras el doble
lo miraba en silencio, continuó con su discurso:
-En la escuela
muchos se me acercaban por el puro interés de que los ayudara con sus tareas;
tuve mujeres a mi lado pero no por mis logros deportivos sino porque en el
fondo me tenían miedo-.
Fue cuando el doble
también habló:
-Sí, los seres
humanos siempre le han tenido miedo a los más inteligentes-.
Y dijeron a la vez:
-Nos ven como
alguien peligroso-.
Marco continuó:
-Pensé que al crear
un doble de mí mismo ya no me iba a sentir tan solo, pero solo me sirvió para
darme cuenta de que no hay manera de encontrar alguien que me entienda; tal vez
ni yo mismo-.
El doble replicó:
-Bueno, en eso te
ayudé; deje de ser como tú para que no perdieras tu propia identidad-.
Marco dijo con
fastidio:
-Eso es lo que no
entiendo, ¿Por qué dejaste de comportarte como yo?-.
El doble lo miró
fijamente a los ojos y exclamó:
-Tú sabes porque-.
Marco gritó:
-¡No, no lo sé! Y
eso es lo que me corroe las entrañas-.
El doble habló
tranquilamente:
-¿Qué es lo que te
duele? ¿Qué te sigues sintiendo solo o que te equivocaste?-.
Marco dijo
ofendido:
-Yo jamás me
equivoco-.
El doble dijo
seriamente:
-Pues esta vez si
te equivocaste genio, pues no tomaste en cuenta un factor clave-.
A Marco siempre le
había enfurecido que le llamaran “Genio” pues se lo decían con burla, pero aun
así pudo más su curiosidad y preguntó:
-¿En qué me equivoqué?-.
El doble habló como
si le estuviera explicando matemáticas a un niño de seis años:
-No tomaste en
cuenta el gen de la evolución-.
Marco rió irónicamente y le contestó:
-Por favor; si eso
hubiera sido tú serias más inteligente que yo y no estarías desperdiciando tu
vida como lo haces-.
Entonces fue el
doble quien dijo con furia:
-¿Desperdiciando?
¡Idiota! Tú crees que un hombre realizado es el que desarrolla más
inteligencia, el que recaba más datos, el que resuelve los problemas más
complejos, pero en realidad el mejor hombre es el que encuentra su felicidad-.
Marco lo miró con
la boca abierta, sorprendido de la pasión de sus palabras mientras el doble
continuó:
-Todos tenemos el
gen de la evolución pero gente como tú piensan que evolucionar es convertirse
en una máquina sin sentimientos, cuando la verdadera evolución es llegar a un
punto en la existencia en la cual encontramos lo que nos hace felices y lo
disfrutamos; tú hablas de soledad y de incomprensión, ¿No te has puesto a
pensar que la gente no se te acercaba porque tú nunca lo permitiste? Utilizabas
como defensa tu arrogancia al ver a todos los demás como seres inferiores de
tal manera que no pudiste darte cuenta de lo maravillosa que es la gente; de lo
maravillosas que son las cosas que las personas hacen para divertirse-.
Marco se había
quedado completamente mudo.
El doble continuó:
-En estas semanas
es lo que yo he hecho; disfrutar de la vida. Es maravilloso ir a un concierto y
sentir la música dentro de tu cabeza mientras te deleitas con la cercanía de
las personas a tu alrededor y sentir que eres parte de algo más grande que tú
mismo; no sabes lo maravilloso que es bailar con una mujer, ver su sonrisa,
sentir la suavidad de su piel y ver el deseo en sus ojos; oh si, estuviste
casado pero, ¿Alguna vez viste a tu esposa como a una compañera? ¿Alguna vez te
preocupaste de conocerla siquiera? ¿Cómo esperabas que la gente se te acercara
si tú jamás se los permitiste?-.
Y dijo emocionado:
-Tú solo ves a la
comida como un proceso que sirve para nutrir al cuerpo, mientras que yo me he
dedicado a deleitarme con el sabor de una suculenta cena acompañada de un
delicioso vino-.
Y añadió:
Incluso el simple
hecho de caminar por la calle, oler el aroma de las flores, sonreír a las demás
personas, recibir el calor del sol. ¡Esa es la felicidad!-.
Y concluyó:
-A eso es a lo que
venimos a esta vida-.
Marco dijo
tristemente:
-¿Así que tú eres
el evolucionado y yo soy el obsoleto?-.
El doble dijo
tranquilamente:
-Sí, pero todavía
no es tarde para ti-.
Marco bajó la
mirada; se abrió el abrigo y sacando una pistola contestó:
-Tal vez para mí
no, pero para ti sí-.
Y añadió
tristemente:
-En este mundo no cabemos los dos-.
El doble vio el
arma y le comentó:
-La pistola que te
regaló tu tío Julio ¿Verdad?; pobre iluso, pensó que te iba a interesar un
artefacto tan primitivo-.
Marco exclamó:
-Sí, pero ahora sí
me va a servir para mis propósitos-.
Y apuntando al
doble jaló del gatillo.
Pero ningún
proyectil salió del arma.
El doble sonrió
condescendiente y acercándose a Marco le arrebató el arma para arrojarla al
barranco mientras le decía:
-¿Lo ves? Ni
siquiera sabes quitarle el seguro; eso demuestra lo mal adaptado que estás para
la vida. Yo aprendí a bailar, a apreciar la música y a disfrutar de la compañía
de una hermosa mujer-.
Suspiró y completó:
-Aprendí a vivir-.
El doble se acercó
a veinte centímetros de Marco y borrando la sonrisa de su cara le dijo:
-¿Y sabes qué más
aprendí?-.
Marco con un hilo
de voz preguntó:
-¿Qué?-.
El doble le
contestó con una voz siniestra:
-Aprendí artes
marciales-.
Y antes de que
Marco pudiera reaccionar, el doble le puso una mano en la coronilla y la otra bajo
el mentón para aplicar un giro macabro que le rompió el cuello al amargado
científico.
El cuerpo inerte de
Marco quedó tendido en el suelo y mientras el doble se agachaba para sacar la
cartera y las llaves de su abrigo salió el tono de llamada de su teléfono.
El doble tomó el
aparato entre sus manos y vio que el número desde donde llamaban tenía escrita
la palabra “Cariñito”; pulso el botón de contestar y poniéndoselo en el oído
dijo con voz alegre:
-Hola Cariñito-.
Escucho la voz
femenina durante un par de minutos y contestó:
-Sí, yo también
creo que nos deberíamos dar otra oportunidad; te prometo que esta vez todo va a
ser diferente-.
Escuchó unos
segundos y luego, con una enorme sonrisa en la cara exclamó-.
-Ya no soy el
hombre de antes-.
Y colgó guardando
el aparato en su chamarra.
Le quitó la argolla
matrimonial al cuerpo de Marco y la contempló fascinado bajo el faro que
alumbraba el lugar; entonces empujó el cuerpo del arrogante científico por la
barranca para contemplar cómo éste rodaba cuesta abajo.
Se puso el anillo y
dijo en voz baja:
-Selección natural
colega-.
Y se fue caminando por la carretera.
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