Julián
se sentía contento.
Finalmente había
podido comprarle el faro nuevo a su bicicleta.
Vivía en un pueblo
alejado de la ciudad; lugar donde para fortuna de los habitantes, se había
instalado una empresa como a tres kilómetros, la cual había dado empleo a
Julián y a sus vecinos, por lo que todos tenían la esperanza de que el progreso
comenzara a beneficiarlos.
Eran
los tiempos en que poblados como ese no gozaban de los servicios más básicos
pues no tenían agua potable, drenaje ni ninguna de las comodidades a las que
estamos acostumbrados hoy en día por lo que, para llegar al lugar de trabajo,
Julián tenía que recorrer un par de calles empedradas de la colonia, así como
una larga vereda para finalmente llegar a la carretera, la cual se había
construido y pavimentado a iniciativa de la fábrica recién instalada.
Debido
a lo anterior, Julián se sentía afortunado pues a diferencia de sus amigos y
vecinos, había podido comprarse su bicicleta a fuerza de estar ahorrando
algunos meses; sabía que era un gasto justificado pues con esa máquina en sus
manos, era capaz de transportarse él mismo, así como en ocasiones a su joven
esposa, por lo que, acompañados de su pequeña hija, salían de vez en cuando a
visitar a la suegra del joven obrero.
Como
tardaron mucho en comenzar las labores formalmente en la compañía, tenían mucho
trabajo atrasado, lo cual trajo como consecuencia que se laborara las 24 horas;
los trabajadores tenían que rolarse los turnos, situación que ocasionó que, en
la presente situación Julián se encontraba laborando en el turno nocturno.
No
le molestaba trabajar de noche; sabía que su esposa e hija estaban a buen
resguardo ya que su madre, quien vivía al lado de ellos, estaba al pendiente de
su nuera y su nieta por lo que no había nada que temer. Por otro lado, Julián
sabía que el turno nocturno era el más relajado; el trabajo seguía siendo
pesado como cualquier otro, pero no tenía la presión de los supervisores
quienes vigilaban a los trabajadores en los turnos matutino y vespertino casi
como si de celadores se tratase. El único pendiente que tenía el joven trabajador
al laborar por las noches era el hecho de que a pesar de que había una
carretera recién construida, ésta no contaba con el alumbrado público que ahora
acompaña a las grandes vialidades, dado lo cual, en más de una ocasión había
estado a punto de caer de su bicicleta con las obvias y dolorosas
consecuencias.
Como
ahora su sencillo vehículo contaba con luz propia, Julián se sentía confiado de
poder viajar de manera segura hacia su centro de trabajo; incluso se pudo dar
el lujo de salir de su casa quince minutos después de la hora acostumbrada. Se
despidió de su esposa, tomó su bolsa de comida, atándola a la parte trasera de
su bicicleta y encendiendo su recién comprado foco comenzó a pedalear
alegremente; las calles y veredas de su colonia no representaron ninguna
dificultad para él, ya que las conocía tan profundamente, que incluso las podía
recorrer con los ojos cerrados. Cuando llegó a la orilla de la carretera, se
detuvo y miró a ambos lados; lo hizo más por costumbre que por otra cosa, ya
que por esos tiempos era muy difícil que circulara algún coche por ahí y sólo
de vez en cuando pasaban los camiones de carga que se dirigían a la empresa
donde laboraba, pero aquellos solo eran vistos durante el día. Miro hacia
arriba y admiró el cielo lleno de estrellas por lo que sonrió y volviendo a
subir a su bicicleta comenzó a pedalear tranquilamente.
Julián
iba absorto en sus pensamientos, haciendo planes acerca de lo que le pensaba
comprar a su pequeña hija con el sueldo de esa semana por lo que pedaleaba emocionado
pensando en lo bien que lo estaba tratando la vida; casado con una buena mujer
y una pequeña hija, aunado a lo cual un buen trabajo que acababa de conseguir, lo
que le daba la confianza de que poco a poco mejorarían su nivel de vida.
El
joven seguía pedaleando cuando al levantar la vista hacia el frente del camino,
alcanzó a ver en medio de la carretera una sombra que se movía más adelante; le
extrañó tener compañía a esas horas de la noche, pues ni siquiera sus compañeros
transitaban a esa hora debido a que, al no tener bicicleta, tenían que salir
más temprano de sus casas para llegar a tiempo a su empleo.
Cuando
el faro recién comprado comenzó a iluminar la sombra, Julián pudo darse cuenta
que era un perro de enorme tamaño; no conocía de perros ya que nunca le había
llamado la atención poseer alguno, así que solo intuyó que el robusto can
pertenecía a la raza de los bulldogs. Cuando finalmente pudo alcanzar al animal,
este volteó tranquilamente y se hizo a un lado de la carretera de tal manera
que ambos caminaron lado a lado; el humano volteó a su derecha que era por donde
transitaba tranquilamente el perro y lo contempló: los músculos se adivinaban
fuertes y macizos bajo la pelambrera oscura; tenía la lengua ligeramente de
fuera, mientras emitía suaves jadeos.
Julián
no sabía si sentirse reconfortado de tener compañía en su camino nocturno o
sentirse cada vez más confundido por la docilidad de dicho animal, ya que éste
nunca hizo intentos por huir al acercarse a él y, por el contrario, sin importar
la velocidad que el joven imprimiera a los pedales, dicho canino siempre se le
emparejaba para seguir trotando a su mismo paso.
La
extraña pareja siguió avanzando por unos cuantos cientos de metros en silencio,
ya que Julián solo escuchaba en medio de la semioscuridad el suave ronroneo de
la cadena de su bicicleta acompañado del golpeteo de las garras del misterioso
animal sobre el camino asfaltado; por momentos cuando volteaba a verlo de reojo,
creyó incluso ver que cuando las uñas del bulldog raspaban el suelo, salían
unas pequeñísimas chispas blancas, que se desvanecían en medio de la noche.
Como
todo hombre rudo que cuando se ve en una situación extraña decide utilizar el
buen humor para aligerar el ambiente, Julián quiso gastarle una broma a su
inesperado acompañante, por lo que se le ocurrió echarle la bicicleta encima al
siniestro can para asustarlo al sentir éste el resplandor de la luz: hizo un
movimiento violento con el manubrio, pero en cuanto la luz comenzó a alumbrar
al animal sucedió algo espeluznante:
¡El faro nuevo se
apagó repentinamente!
Julián
sintió como si todo el miedo del mundo se acumulara dentro de su pecho, por lo
que de manera instintiva trato de enderezar el manubrio de su bicicleta y
comenzó a pedalear furiosamente; pedaleaba y pedaleaba como si en ello le fuera
la vida, mientras escuchaba los espantosos ladridos del perro justo detrás de
su cabeza. Con terror notaba como un sudor frío escurría desde su nuca para
bajar a todo lo largo de su espalda, mientras dentro de él escuchaba una voz que
le decía: “Hagas lo que hagas, no voltees, nunca voltees”.
Llegó
a la fábrica en un tiempo record, y cuando se paró frente a la pequeña puerta
de entrada, se bajó de la bicicleta para golpear dicha puerta violentamente y
cuando el vigilante la abrió, se encontró con un Julián pálido del susto y
completamente sofocado; el joven trabajador casi derribó al viejo guardia,
quien se extrañó de la rapidez con la que entraba el visitante, ya que sabía
que había tiempo de sobra para poder checar la entrada. A Julián nada de lo
anterior le importó; prácticamente arrojó la bicicleta en el rincón donde
siempre acostumbraba dejarla y no se sintió fuera de peligro sino hasta que
llegó a su lugar de trabajo, donde se sentó momentáneamente para recuperar la
respiración y limpiarse el sudor.
Comenzó
con su jornada de trabajo, tratando de convencerse a sí mismo que lo que había
experimentado solo había sido producto de su imaginación o algo que había
soñado.
Cuando
llegó la hora descanso, el joven obrero ya se sentía un poco más tranquilo, así
que se dirigió hacia su bicicleta para tomar su bolsa de comida; mientras sacaba
sus alimentos, volvió a preguntarse qué era lo que había pasado:
¿Por qué se había
apagado el faro nuevo de su bicicleta exactamente cuándo quiso alumbrar al
perro? Su faro le había salido muy barato.
¿Significaba que estaba
tan mal hecho que solo había tenido un par de horas de duración? ¿Había salido
defectuoso? ¿Era casualidad que justo en ese momento hubiera fallado?
Mientras
se seguía haciendo estas preguntas pensó que la única manera de salir de dudas
era revisar el dichoso faro cosa que, de solo pensarlo, le provocaba una
opresión en el pecho que no lo dejaba respirar; finalmente hizo acopio del poco
valor que le quedaba y caminó al frente de la bicicleta para poder mirarla.
A
Julián se le cayó la bolsa de comida cuando al ver su bicicleta pudo darse
cuenta que el manubrio estaba quemado y que el faro estaba completamente
carbonizado.
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