Vicente
estaba a punto de cumplir treinta años de edad y era una persona completamente
solitaria.
Vivía
en el quinto piso de un edificio de departamentos desde hacía un par de años;
cuando decidió dejar el hogar materno, a nadie le extrañó el hecho pues nunca
se logró comunicar de verdad con los miembros de su familia: una hermana, dos
hermanos y su mamá.
Jamás
tuvo amigos verdaderos y en cuanto a novias, las pocas que tuvo, al ver que no llegaban
a conocerlo realmente, optaron por abandonarlo.
Su
lugar de trabajo era un cubículo dentro de una pequeña empresa de venta de
productos electrónicos donde ni siquiera ahí hizo amistad con sus compañeros de
trabajo, los cuales al principio lo invitaban a sus reuniones, pero al recibir
sus continuos rechazos optaron por dejar de invitarlo hasta que incluso dejaron
de hablarle; él por su parte, se comunicaba con los demás simplemente para
cuestiones laborales y fuera de eso, apenas si les contestaba el saludo.
En
cuanto a sus vecinos, la única que intentó sacarle algo de información sin
éxito fue doña Gloria, la clásica vecina chismosa que quiere enterarse de la
vida de los demás habitantes del edificio. Cuando se dio cuenta que Vicente era
un hueso duro de roer, abandonó su propósito para hacer lo mismo que los demás
vecinos cuando veían al joven: ignorarlo.
Lo
que nadie sabía era que el fondo Vicente sí quería tener amigos de verdad así
como formar una familia propia, lo que pasaba era que no sabía cómo comunicarse
con las demás personas por lo que vivía ahogado en un mar de soledad.
Esa
era la vida de Vicente.
En
una de sus interminables noches en que se la pasaba navegando por Internet, se
encontró una página que tenía el servicio de chat por lo que, pensando que ahí
podía encontrar lo que buscaba desesperadamente, decidió participar en las
salas de charlas.
Pudo
entablar conversación con algunos y algunas de los participantes en el chat; se
dio cuenta que le era fácil comunicarse por ese medio con los demás, por lo que
inició amistad con varios de ellos, principalmente mujeres, pero cuando éstas
querían pasar al siguiente nivel, esto es, conocerse en persona, Vicente
simplemente dejaba de contestar sus mensajes, pues le aterraba conocer gente
nueva.
En
una ocasión en que estaba como de costumbre, intentar iniciar una plática con
alguien, un mensaje apareció en su pantalla:
666: “¿Hola, como estas?”
Le
llamó la atención el nickname que utilizaba el emisario de las palabras que
veía, ya que estaba acostumbrado a nombres tales como NenaBonita, SuperGirl o,
en el caso de los hombres, MisterJhon o JuanMusculos, pero aun así por
curiosidad decidió contestar:
Vicente: “Hola, tienes un Nick raro”
666: “Si, ese número me gusta mucho”
Vicente: “¿Y eso?”
666: “Simplemente me gusta”
Vicente
decidió no darle demasiada importancia, ya que en anteriores ocasiones había
visto nombres más raros, pero antes de que comentara algo, le llegó un nuevo
mensaje:
666: “¿Cómo te fue en tu trabajo, pudiste arreglar tu
computadora?”
Vicente
se sintió todavía más intrigado, pues a media tarde un virus había atacado su
computadora e incluso había tenido que llamar a un técnico del departamento de
sistemas para que se le arreglara, por lo que preguntó:
Vicente: ¿”Tú también trabajas en mi
empresa?”
666: “No”
El
joven comenzó a sentir miedo, pues en el fondo sabía que nadie de su trabajo
podría estar ahí y a esa hora y mucho menos identificarlo, pues a ninguna de
las personas con las que había llegado a chatear le había dicho el nombre de la
compañía para la cual laboraba, por lo que insistió:
Vicente: “¿Entonces de donde me
conoces?”
666: “simplemente te conozco”
Inmediatamente
hizo un recuento mental de las escasas personas que llegó a conocer desde su
niñez, pero se dio cuenta que había perdido el contacto con todas ellas, por lo
que era prácticamente imposible que alguna de ellas lo hubiera contactado por
este medio, así que buscó averiguar más y preguntó desafiante:
Vicente: “¿Qué tanto conoces de mí?”
666: “Conozco mucha cosas
de las que piensas y sientes”
Vicente: “Pruébalo”
666: “Simplemente te diré
que estás aquí porque te sientes extremadamente solo”
Vicente: “Sí, pero soy una persona
solitaria como todas las que están aquí”
666: “A excepción de que
tú has rechazado el contacto humano porque no sabes cómo acercarte a los demás;
le tienes miedo a las personas”
Ahora
sí sintió como un escalofrío le recorría toda la columna vertebral.
666:
“Te conozco tanto que sé que ahorita, estás desesperado por hablar con alguien”
Como
Vicente no contestó, las palabras siguieron:
666: “Puedes platicar conmigo”
Vicente: “¿Acerca de qué?”
666:
“De TODO lo que quieras; podemos empezar del odio que le tienes a tu jefe”
Y
Vicente se pasó gran parte de la noche hablando con su extraño acompañante.
Al
otro día cuando se levantó somnoliento debido a la falta de sueño, se dio
cuenta que su corazón albergaba una paz como nunca la había sentido; pensó que
el extraño episodio de la noche anterior nunca había sucedido y cuando encendió
su computadora para ver el historial de sus charlas, no encontró la que había
tenido con 666.
Se
volvió a sentir completamente solo.
Inmediatamente
lo volvió a poseer el mal humor que lo acompañaba desde hacía muchos años, así
que se dirigió a su trabajo para otra larga y aburrida jornada, pensando muy
dentro de él que ya no volvería a chatear con nadie.
Sin
embargo, por la noche cuando regresó a su apartamento consumió rápidamente su
cena e inmediatamente corrió hacia su computadora para intentar una vez más,
encontrar a alguien con quien charlar.
En
cuanto entro a la sala de chat, automáticamente le llegó un mensaje:
666:
“Hola, pensé que entrarías al chat más tarde; ¿Tan desesperado estás por hablar
con alguien?”
Esta
vez Vicente se fijó en la lista de miembros del chat y se preocupó cuando vio
que 666 no se encontraba entre ellos; pensó si no estaba siendo víctima de un
hacker que se había infiltrado en su computadora. Lo que más le preocupaba era
que había hablado de mucha cosas personales con él la noche anterior, por lo
que pensaba que 666 podría utilizar esa información en el futuro para dañarlo,
por lo que decidió ignorarlo.
Pero
su reciente amigo insistió:
666: “No te esfuerces en charlar con alguien más, no
hay nadie disponible”
Vicente: “Es que no sé quién eres y
creo que me estás jugando una broma”
666: “¿De verdad crees eso?”
Algo
en el interior de Vicente le decía que no era así y que 666 era una persona
digna de confianza; como si le leyera sus pensamientos, su amigo escribió:
666: “Sí, sabía que no creerías lo de la broma”
Vicente: “Pero aun así todavía no
entiendo quién eres”
Pero su compañero cambió de tema:
666: “¿Tu jefe sique siendo el mismo idiota de
siempre?”
Inmediatamente
Vicente contestó:
Vicente: “SI, de hecho hoy peleó
conmigo por un error en un pedido que no fue culpa mía”
666: “Cuéntame los detalles”
Y
una vez más, Vicente platicó largas horas con su nuevo amigo.
La
vida de Vicente cambió radicalmente; las horas laborales y el día en general
solo eran una pausa entre una y otra noche en que se dedicaba a platicar con
666 pues sabía que con él podía hablar de todo; sus pensamientos, sus
frustraciones e incluso sus miedos más íntimos, mientras su nuevo amigo lo
escuchaba pacientemente.
En
una ocasión, Vicente le preguntó:
Vicente: “¿Por qué nunca me hablas de ti?”
666: “Eso no es
importante; además, me gusta escuchar lo que tienes que decirme”
Vicente: “Gracias, es la primera vez en
mi vida que encuentro a alguien con quien de verdad me estoy comunicando;
incluso cada vez me siento más cercano a ti”
666: “J”
Como
a las dos semanas de que Vicente se encontró a 666 en el chat durante las
cuales prácticamente le había hablado de todo lo que albergaba su atormentada
alma, hubo un día en que la jornada laboral fue especialmente insoportable,
pues se había cancelado un pedido millonario debido a un error en una factura;
había sigo culpa del personal del almacén, pero cuando el jefe de Vicente se
dio cuenta inmediatamente lo confrontó y enfrente de todos comenzó a gritarle
diciéndole todo tipo de palabras humillantes, de tal manera que llegó un
momento en que el joven incluso intentó golpear a su iracundo superior, pero
prefirió contenerse y mejor desahogarse con su nuevo amigo por la noche.
En
cuanto entró al chat, inmediatamente su pantalla le mostró el siguiente
mensaje:
666: “Hola, ¿Mal día no?”
A Vicente ya no le sorprendía que 666
adivinara su estado de ánimo, y en ese momento no le importaba de lo furioso
que se encontraba por lo que contestó:
Vicente: “Sí, parece que regresé del
infierno”
666: “¿Por tu jefe verdad?”
Vicente: “Así es, el maldito perro me
regañó injustamente y lo peor de todo es que lo hizo enfrente de todos los
demás; incluso creí haber visto algunas SONRISAS BURLONAS”
666: “¿Ese tipo ya te tiene harto no?”
Vicente: “¡Claro! ya no sé qué hacer
con él”
666: “¿Te gustaría ya no tenerlo de jefe?”
Vicente: “¡Sí! Me gustaría que
descubrieran lo incompetente que es; que lo corrieran, que desapareciera, no
sé; cualquier cosa es preferible a estarlo aguantando a diario”
666: “¿Y lo correrían?”
Vicente: “¡Imposible! Es primo del
gerente general”
666: “Entonces la solución es sencilla”
Vicente: “¿Ah sí? ¿Cuál sería la
solución?”
666: “Mátalo”
Vicente
se quedó de piedra.
Contestó:
Vicente: “¿A qué te refieres?”
666. “Tú sabes a que me refiero”
Vicente: “Bueno, si no es una broma,
creo que la cosa no es para tanto”
666: “¿Por qué no?, con eso terminarían todos tus
problemas”
Vicente
sonrió incómodo y escribió:
Vicente: “Si, eso es cierto, pero…”
666: “¿Pero qué?”
Vicente: “Pues es que no es tan
sencillo”
666: “¿Por qué no? Mañana
va a ir al dentista y en el camino a su casa está el puente del Remordimiento
donde tú sabes que frecuentemente ocurren accidentes”
La
idea comenzaba a germinar en la cabeza de Vicente, pero aun así insistió:
Vicente: “Sí, pero ese maldito no conduce a
mucha velocidad”
666: “Lo sé, pero si se
encuentra un charco de aceite automotriz, aunque no vaya rápido jamás
reaccionaría a tiempo”
El
joven quiso terminar la charla y simplemente contestó:
Vicente: “Lo voy a pensar”
Antes
de salir del chat, aún alcanzó a ver la respuesta de su amigo:
666: “Sabes que lo harás”
Al
otro día Vicente seguía con las palabras de 666 en su mente y cuando se
encontró de frente como su odiado jefe, notó la mirada de burla que éste le
dirigió por lo que se metió al baño a reflexionar en la situación.
Buscaba
algún pretexto dentro de sí mismo para no llevar a cabo el plan que le había
propuesto su amigo, pero mientras más lo pensaba, más lógica e ineludible se le
hacía la macabra tarea.
Cuando
iban a dar las seis que era la hora de salida de trabajo acostumbrada, Vicente
entró sigilosamente en la oficina del jefe y abrió unos archivos que contenían
unas estadísticas que tenía que mandar por correo electrónico esa misma tarde;
cuando las tuvo a la vista simplemente las borró y salió silenciosamente.
Cuando
su superior regresó a su lugar de trabajo y se dio cuenta que el documento ya
no se encontraba dentro de la computadora comenzó a dar de gritos, maldiciendo
a su máquina para después salir inmediatamente a ordenarle a su secretaria que
llamara a alguien del departamento de sistemas a fin de recuperar la
información perdida.
Mientras
Vicente, con una sonrisa en los labios se dirigió a la salida; se subió
tranquilamente a su modesto coche y se encaminó al puente del Remordimiento y
una vez que estuvo ahí y comprobó que no había nadie a la vista, derramó un
bote de aceite a lo ancho de la calle cuidando de no dejar ninguna parte
limpia, para después regresar a su vehículo y dirigirse tranquilamente hacia su
casa.
No
quiso entrar esa noche al chat, pues prefirió ver en que terminaba todo el
asunto para entonces sí, comentárselo a 666.
Al
otro día, en cuanto llegó a su empresa se dio cuenta que algo había pasado,
pues la secretaria del jefe se encontraba llorando tristemente, mientras los
demás compañeros de trabajo intentaban consolarla; Vicente pudo darse cuenta
que todos si no estaban llorando, por lo menos tenían una cara de franca
pesadumbre. Cuando el joven preguntó inocentemente que había ocurrido, alguien dijo
acongojado:
-El
señor Gutiérrez, nuestro amado jefe, ha fallecido-.
Vicente
quiso mostrar su disgusto al escuchar las palabras hipócritas de la persona que
le había contestado, pues sabía que en mejor de los casos, los empleados que
mejor se llevaban con Gutiérrez, se comportaban solícitos con él por el temor
que le tenían; para los demás el difunto simplemente era el desagradable jefe
con el que tenían que lidiar todos los días.
Sabiendo
de antemano la respuesta, preguntó:
-¿Y
cómo sucedió?-
La
secretaría fue la que contestó; después de enjuagarse las lágrimas en un
pañuelo desechable, le dijo al joven:
-Lo
que pasa es que anoche tenía cita con el dentista y cuando se fue apurado
porque se le había hecho tarde, pasó por el puente del Remordimiento y su coche
derrapó con una mancha de aceite, haciéndolo volcar-.
Otro
empleado terció:
-Bueno,
que nos quede el consuelo de que al menos no sufrió-.
La
secretaria soltó un sollozo por lo que todos intentaron consolarla, dejando de
prestarle atención al homicida, quien se dio la media vuelta con una sonrisa
maliciosa entre los labios para dirigirse a su lugar de trabajo.
Esa
noche sí que tenía que contarle algo a 666.
Vicente
llegó a su casa con una alegría dentro de él como hacía muchísimo tiempo no
experimentaba; como alguien que ha tenido una tarea pendiente largamente
postergada y que finalmente ha cumplido con su compromiso. Le daban ganas de
gritarle al mundo entero que había sido él quien había librado al mundo de una
alimaña como Gutiérrez, pero como sabía que no podía hacerlo, se consolaba
pensando cuando se lo platicara a su amigo.
Entró
al chat acostumbrado y en cuanto se acomodó en su silla, inmediatamente recibió
un mensaje de 666:
666: “Hola; las cosas salieron a pedir de boca
¿Verdad?”
Vicente: “Te preguntaría que cómo lo
sabes, pero creo que eso no es importante”
666: “Tienes razón, no lo es”
Vicente: “¿Sabes? Al principio tenía mis dudas, pero ahora
creo que hice lo correcto”
666:
“Te lo dije”
Vicente: “Incluso, deberían darme una medalla por esto
¿No crees? JEJE”
666:
“No tanto, pero si hay un premio extra en todo esto”
Vicente: “¿Ah sí? ¿Cuál?”
666:
“Ahora tú vas a ocupar el lugar de Gutiérrez”
Vicente jamás había
pensado en esa posibilidad hasta que su amigo lo mencionó; no le disgustaba, de
hecho mientras más lo pensaba más le agradaba la manera en como había resultado
las cosas. Su crimen no había sido por poder sino más bien por venganza, pero
si ahora se iba a beneficiar laboralmente por eso, recibiría su nuevo cargo con
gusto; incluso, eso podría ayudar a que los demás lo trataran con más respeto y
que ahora sería a él a quien le temieran como al difunto Gutiérrez.
Sí, las cosas
habían salido bien.
Le dijo a 666:
Vicente: “No había pensado en eso pero tienes razón;
por antigüedad me corresponde su puesto, así que ni modo, me tendré que
sacrificar por la causa, JAJA”
666:
“Bien dicho… JEFE”
Vicente: “JJJ”
Pero las cosas no
iban a salir tan bien como Vicente pensaba.
Vicente: “¡Estoy completamente furioso!”
Dijo el joven a la
siguiente noche en cuanto entró al chat, mientras su amigo le contestaba
tranquilamente:
666:
“¿Qué pasó?”
Vicente: “Pues resulta que llegó el gerente y se
entrevistó con dos de mis compañeros; los más lamebotas que existen en la
compañía y cuando les preguntó que si yo era apto para el puesto inmediatamente
dijeron que NOOO”
666:
“Escuchaste detrás de la puerta ¿No?”
Vicente: “Sí, se me hizo sospechoso que los mandara llamar
y que se encerraran en la oficina de Gutiérrez para hablar”
666:
“¿Y luego?”
Vicente: “Pues la maldita de Mirta del departamento de
cobranzas incluso se atrevió a decir que yo no sabía trabajar en equipo; que
era demasiado arrogante para incluso entablar una conversación con los demás
compañeros”
666:
“¡Pobres estúpidos que no saben diferenciar la arrogancia de la excelencia!,
pero hay algo más ¿No?”
Vicente: “¿Cómo lo sabes? Bueno, no importa; si hay
algo más”
Como si 666
saboreara de antemano la futura respuesta, preguntó:
666:
“¿Qué?”
Vicente: “Tuvo el descaro de decir que si yo iba a ser
el jefe ella renunciaba”
666:
“¡Pero que perra!”
Vicente: “¿Lo puedes creer?”
666:
“¡Claro que lo puedo creer; de los seres humanos se puede esperar cualquier tipo
de traición! ¿Y luego que pasó?”
Vicente: “Pues salió el gerente y nos reunió a todos;
nos dijo que la empresa había perdido a uno de sus mejores elementos y las
estupideces que se acostumbran decir cuando alguien muere, aunque el difunto
haya sido un hijo de perra”
666:
“Las clásicas palabras hipócritas ¿No?”
Vicente: “¡Sí! Y terminó diciendo después de mucho
pensarlo iba a contratar a un nuevo jefe y que mientras eso sucedía, Mirta se
iba a quedar a cargo”
666:
“¡Ah, entonces ese era su plan!”
Vicente: “Pues parece que si”
666:
“Pues ya conoces la solución al problema”
Vicente sintió como
el miedo que había sentido desde la primera vez que su amigo le propuso
asesinar a Gutiérrez lo invadía, pero extrañamente esta vez dicho temor iba
acompañado con una maligna excitación que comenzaba a subir desde su vientre hasta oprimirle
la garganta y preguntó:
Vicente: “¿Cuál?”
666:
“Mátala también”
Vicente: “¿También?, ¿Crees que sea lo correcto?”
666:
“¿Por qué no? Después de todo ella te quitó el puesto que a todas luces te
correspondía”
Como el joven no
respondía, 666 insistió:
666:
“Debe pagar”
Vicente preguntó
inocentemente:
Vicente: “Pero con ella sería más difícil; ni siquiera
maneja”
666 lo regañó:
666:
“¡No seas idiota!, hay muchas maneras de hacerlo”
Vicente: “¿Cómo cuáles?”
666:
“¿Todo te lo tengo que decir yo animal?”
Vicente: “Es que no se me ocurre nada”
666:
“Mira, el almacén de los archivos que la compañía tiene en papel se encuentran
el sótano ¿No?”
Vicente: “Tienes razón”
666:
“Ella siempre usa zapatos de tacón de aguja”
Vicente: “¡Sí! Eso es lo que más aborrezco de ella;
inmediatamente te das cuenta cuando se acerca por el maldito sonido que hacen
sus tacones en el piso: TAC, TAC ¡Es insoportable!”
666:
“Entonces es simple; mándala al almacén y cuando vaya a bajar las escaleras tú
te vas al baño y como a un lado están los interruptores de luz, cortas la
corriente de las lámparas de las escaleras y que el destino haga su trabajo”
El joven se sentía
presa de un conflicto interior; por un lado le asustaba cada vez más todo lo
que 666 sabía de él; su forma de pensar, sus sentimientos, su vida e incluso
detalles tan específicos de su centro de trabajo; pero por otro lado, la idea
le parecía cada vez más seductora, pues
aun cuando el terror de pensar en privar de la vida a otra persona le provocaba
escalofríos se daba cuenta que esa era la mejor solución.
Después todo ya lo
había hecho una vez ¿No?
Dicen que después
de matar al primero a partir del segundo las cosas son más fáciles.
666 tenía razón: la
perra de Mirta debía pagar su insolencia.
Simplemente
escribió:
Vicente: “Así lo haré”
Toda la mañana
siguiente se la pasó repasando los detalles del diabólico plan de 666, pero aun
cuando estaba seguro que no iba a tener ninguna dificultad, cada que intentaba
levantarse de su asiento sentía como las piernas se le doblaban; peor aún,
desde que llegó a la empresa su cuerpo comenzó a sudar copiosamente de tal
manera que a mediodía tenía la camisa completamente empapada.
Después de la hora
de comida dentro de la cual apenas probó el sándwich que había comprado
finalmente se decidió; exhaló un largo suspiró y se levantó para dirigirse a la
oficina de Gutiérrez, la cual ahora era ocupada por la odiosa Mirta.
Como la puerta
estaba abierta tocó tímidamente en señal de respeto y entró; cuando Mirta
levantó la mirada lo vio con desagrado, tal vez por la facha desaliñada de
Vicente, pues aunado a lo mojado de la camisa que la había arrugado, la traía
salida del pantalón mientras que la corbata anudaba alrededor de su cuello
estaba toda torcida.
Definitivamente
mostraba una apariencia grotesca.
La mujer le
preguntó molesta:
-¿Qué quieres?-.
El joven se sentía
tan asustado que cuando quiso hablar sintió como si su lengua fuera de piedra pues
no podía moverla para articular palabra alguna, por lo que solo se dedicó a
contemplar a su nueva jefa pensando que eran los últimos momentos en que la iba
a ver con vida.
Tan intensa era su
mirada que Mirta empezó a presentir algo malo, como si supiera que se
encontraba frente a su verdugo, pero antes de que pudiera exclamar algo,
Vicente reacciono y le dijo:
-Creo que hay un
problema con un pedido de la empresa Orión del Norte-.
La fémina suspiró
aliviada y con aire de condescendencia le dijo:
-¿Y para que me
necesitas?; ese es tu cliente no mío-.
Vicente quiso darle
por su lado para que su plan no fallara:
-Lo sé, pero como
ahora tú eres la jefa necesito tu ayuda-.
Mirta sonrió
triunfal; después de tanto tiempo de ser ignorada por el misántropo que tenía
enfrente, éste llegaba de manera humilde a solicitar su apoyo para resolver un
conflicto.
“¡Ver para creer!”,
pensó.
Con un tono de
arrogancia lo interrogó:
-¿Qué sucede?-.
Vicente dijo
suavemente:
-Dicen que el
pedido que les llegó hace dos semanas está incompleto y quieren corroborar la
información con nosotros-.
La jefa contestó:
-¿Y apenas se
dieron cuenta? Bueno, simplemente checa la factura que está en el archivo-.
El joven solicitó:
-¿Podrías ir tú? Es
que los tengo al teléfono y no les quiero colgar porque están bastante
molestos-.
La mujer exhaló un
suspiro de fastidio y dijo:
-¡Bueno! Pues qué
le vamos a hacer; sigue con ellos mientras yo voy por la dichosa factura-.
Y se levantó
haciendo sonar sus largos tacones en el duro piso para disgusto de Vicente
quien aun así sonrió para sus adentros pues sabía que esa molestia estaba a
punto de acabar para siempre.
Salieron a la sala
de cubículos la cual se encontraba solitaria pues los demás empleados aún no
regresaban de su hora de comida y mientras la jefa se dirigía hacia el archivo,
el joven tomó el teléfono como si fuera a contestar la imaginaria llamada;
esperó unos segundos y arrojando el auricular sobre su escritorio corrió en
dirección al baño. Antes de llegar a él encontró en la pared los diversos
interruptores de luz de todo el piso, lo cuales eran fácilmente identificables
pues cada uno tenía debajo a que parte del edificio correspondían; nadie podía
culparlo de lo que estaba a punto de hacer pues la empresa para ahorrar dinero,
jamás se había preocupado de poner cámaras de seguridad. Abrió una de las cajas
de la corriente eléctrica y cuando identificó el que buscaba esperó un momento
más y en cuanto escuchó que se cerraba la puerta de la escalera, bajó el
switch.
Pegó un gran salto
al escuchar un horrendo grito.
En cuanto se
recuperó corrió hacia su cubículo mientras sentía que el corazón se le salía
del pecho de lo desbocado que le latía; trató de tranquilizarse tratando de
respirar pausadamente y se reclinó sobre unos papeles, fingiendo que los estaba
revisando.
Los minutos pasaban
lentamente hasta que escuchó voces a lo lejos; sus compañeros regresaban
tranquilamente mientras charlaban animadamente entre ellos. Cuando algunos se
sentaban en sus respectivos lugares para seguir con sus labores, Vicente aguzó
el oído esperando el desenlace de lo que acababa de ocurrir.
No tuvo que esperar
mucho.
Cuando trataba de
poner atención a lo que platicaban los demás empleados se oyó un grito de
espanto; se levantó violentamente de su silla mientras los demás hacían lo
mismo dirigiendo la mirada hacia la puerta de las escaleras que era de donde
había provenido el alarido.
Cuando varios
corrieron hacia allá, él se levantó tranquilamente y los siguió y cuando estaba
a punto de llegar uno de sus compañeros casi choca con él; era un tipo obeso
con cara aterrada y la piel blanca como de fantasma y cuando el joven lo
interrogó, contestó con balbuceos:
-¡Es que Mirta!…
¡La jefa!… ¡Las escaleras…!-.
Y ya no pudo añadir
más pues se recargó en el respaldo de la pared, a punto de desmayarse.
Vicente se hizo a
un lado y camino hasta el pie de las escaleras.
Jamás se imaginó lo
que iba a sentir al ver el horrendo espectáculo.
En el primer
descanso de la escalera estaba su antigua jefa, tirada bocabajo en una grotesca
posición con una pierna torcida en dirección contraria a la que normalmente
tiene un ser humano mientras de la cabeza le escurría un largo río de sangre el
cual irónicamente caía en uno de los zapato de tacón alto que se le había
zafado de un pie en la caída.
Vicente no pudo
dormir esa noche; cada que intentaba conciliar el sueño venía a su mente una y
otra vez el zapato bañado en sangre. Ni siquiera intentó entrar al chat para
platicarle a 666 el desenlace del siniestro episodio que había provocado en su
centro de trabajo, pues no se encontraba de humor para hablar de ello.
Comenzaba a cuestionarse si había hecho lo correcto; una parte de él pensaba
que su horrenda compañera se había ganado el cruel fin que había experimentado,
pero otra parte de sí comenzaba a sentir miedo y asco de la persona en que él
mismo se había convertido.
Un asesino.
¿Era eso lo que era
Vicente? ¿Alguien quien se cree con el derecho de juzgar los actos de las demás
personas de tal manera que si no le parecía lo que habían hecho había terminado
con sus vidas? ¿Sus supuestas malas acciones eran lo suficientemente graves
como para haberlas matado?
Pero aún le faltaba
lo peor al solitario joven.
Al otro día cuando
se presentó a trabajar, inmediatamente se dio cuenta de la magnitud de los
hechos, pues en cuanto llegó a su lugar de trabajo volteó hacia la puerta del
despacho que habían ocupado Gutiérrez y Mirta; dos enormes moños negros habían
sido puesto sobre la entrada del despacho, los cuales se movían suavemente como
en una danza macabra debido al ligero aire acondicionado que circulaba por el
lugar. A Vicente más bien le parecía que los moños se movían a propósito para
llamar su atención y decirle:
“Estamos
aquí porque tú nos invitaste: ¿Estás satisfecho con lo que hiciste?”.
Cavilaba en todo
eso cuando entró un hombre vestido de traje negro acompañado de un pequeño de
aproximadamente ocho años y ambos se introdujeron a la oficina, para minutos
más tarde salir con una caja de cartón; escuchó cuando una de las secretarías le
cuchicheó a otra diciéndole que era el viudo y el hijo de Mirta, mientras
Vicente sentía que se le caía el alma a los pies, pues jamás se hubiera
imaginado que su antigua jefa fuera casada y peor aún, que tuviera hijos.
Cuando el niño se dirigió a la salida volteo a ver al joven y Vicente sintió en
carne propia el dolor de la perdida que mostraba la mirada infantil; por un
momento pensó que el niño se había dado cuenta que estaba frente al asesino de
su madre y entonces se preguntó si debía matarlo a él también.
Eso hizo que se le
revolviera el estómago por lo que corrió al baño.
Cuando entró a la
solitaria habitación se dirigió a los lavabos y se echó agua en la cara; cuando
el frio líquido hizo contacto con su rostro se recargó con ambas manos en las
frías baldosas y levantó la mirada para encontrarse con su propio reflejo en el
espejo; parecía como si mirara a otra persona o peor aún, que estaba mirando a
un demonio y no a un ser humano. Lo peor de todo es que dentro de su cabeza
comenzaba a escuchar unas estridentes carcajadas que se burlaban de su
angustia; por un momento pensó que si conociera en persona a 666, esa sería
precisamente su risa.
Pensaba que se
estaba convirtiendo en 666.
Cuando pudo salir,
la opresión en el pecho que le había nacido desde el día anterior cuando
escuchó el horroroso grito de Mirta, sentía que dicha sensación lo sofocaba de
tal manera que no podía ni respirar; afortunadamente para él, como todos los
demás se hallaban inmersos en su propio dolor, nadie se dio cuenta de la cara
de angustia del joven y cuando estaba a punto de sentarse en su lugar, llegó el
gerente general y los llamó a todos; una vez que se reunieron alrededor de él,
éste les explicó que una vez más la desgracia había visitado a la empresa donde
ellos laboraban pero que como tenían compromisos laborales que cumplir, el
trabajo debía seguir y que para el mejor desempeño del departamento, antes de
que llegara el nuevo gerente, de momento quien iba a dirigir el trabajo era el
señor Alarcón, un viejo como de sesenta años que había entrado mucho después de
que Vicente había sido contratado. Al joven eso ya no le importaba pues
escuchaba las palabras del gerente como si su triste voz le llegara desde muy
lejos, ya que las carcajadas que escuchaba en su interior acallaban cualquier
sonido externo.
Tenía que
desahogarse con alguien.
Esa noche entraría
al chat, pues había muchas cosas que tenía que hablar con 666.
666:
“Hola, te estuve esperando anoche para que me platicaras como habías resuelto
tu problema”
Vicente recibió el
anterior mensaje en cuanto se sentó frente a su computadora y la encendió y
contestó lleno de congoja:
Vicente: “Creo que de alguna manera ya sabes que pasó”
666:
“Sí, pero quería escucharlo de ti”
Vicente: “Anoche no estaba de humor para hablar”
666:
“¿Y eso por qué?”
Vicente: “¿Por qué? ¡Pues porque por segunda vez maté a
una persona, por eso!”
666:
“¿Y? conseguiste lo que querías ¿O no?”
El joven no podía
creer lo que estaba leyendo, así que escribió:
Vicente: “¿Conseguir qué? ¿Vengarme de alguien a quien
no soportaba?”
666:
“Eso no era venganza, era justicia”
Vicente: “¿Y quién soy yo para impartir justicia? Eso
no me corresponde a mí”
666:
“Pero si te correspondía el puesto que injustamente le dieron a esa maldita”
Vicente replicó:
Vicente: “Ni siquiera eso conseguí pues el puesto se lo
van a dar a otro; tal parece que van a ascender a todos en el departamento
antes que a mí ¡No me extrañaría que el día de mañana el de la limpieza sea mi
jefe!”
666:
“Muy sencillo”
Vicente: ¿Qué?
666:
“Mátalos a todos”
Sus ojos se
abrieron desmesuradamente al darse cuenta de lo que amigo le estaba proponiendo
y desesperadamente preguntó:
Vicente: “¿Acaso estás loco?”
666:
“¿Por qué no? Mira, debajo del edificio pasa la tubería de gas, puedes hacerlo”
Vicente: “¡No, no y mil veces no!”
666:
“¿Por qué no?”
Vicente: “¡Porque lo que me propones es monstruoso!”
Su amigo estalló en
cólera y lo increpó:
666:
“¡No es monstruoso imbécil, simplemente es supervivencia! ¡Es lo que ha llevado
a la humanidad hasta el lugar en el que está; incluso entre los animales el más
fuerte siempre elimina al más débil lo que ocasiona que la raza sobreviva! ¡En
este caso tú eres el fuerte! ¡Tú mismo estás de acuerdo con esa forma de ver la
vida!”
El joven intentó
convencer a 666:
Vicente: “Es que tú no viste la mirada de su hijo; él
no merecía el dolor que le provoqué. ¡He dejado a un niño sin su madre!”
Pero 666 insistió:
666:
“Simplemente es un daño colateral; incluso en un juego tan refinado como en el
ajedrez se tienen que sacrificar peones para proteger a la reina ¿O no?”
Vicente se recargó
en su silla para pasarse violentamente la palma de la mano por su cara; se daba
cuenta que jamás le iba a ganar la discusión a su misterioso acompañante por lo
que con lágrimas en los ojos le preguntó:
Vicente: “¿Por qué me haces esto?”
666:
“¿Yo? ¿Qué te hice?”
Vicente: “¿Qué me hiciste? Me obligaste a resolver mis
problemas matando gente; yo, que jamás había sigo capaz de lastimar ni siquiera
a una mosca, ahora me he convertido en un asesino ¡Eso es lo que me hiciste!”
666:
“¡Ah, no! ¡Eso no lo hice yo! ¡TÚ FUISTE EL QUE DECIDISTE HACERLO; TÚ FUISTE EL
QUE DERRAMÓ EL ACEITE PARA QUE GUTIÉRREZ CHOCARA EN SU COCHE; TÚ FUISTE EL QUE
BAJÓ EL INTERRUPTOR DE LUZ PARA QUE MIRTA CAYERA POR LAS ESCALERAS!”
Y añadió
burlonamente:
666:
“¿Te gustó ver como su horrible zapato de tacón alto se llenaba de sangre?”
Vicente sollozaba
pues se daba cuenta que 666 tenía razón. No lo había obligado pues era él mismo
quien había tomado la decisión y peor aún, él solo fue el que llevó a cabo
todos los pasos para matar a dos personas cuyo único pecado había sido no
llevarse bien con él.
En eso una horrenda
idea le llegó al cerebro como si fuera un mazazo y rápidamente escribió:
Vicente: “¿Cómo sabes que su sangre cayó en su zapato?”
666:
“¿De verdad quieres saberlo?”
Vicente: “¡Dímelo!”
666:
“Yo estuve ahí”
Vicente sintió como
un relámpago estallaba dentro de su cabeza provocando un zumbido que lo estaba llevando
hacia la locura; empezó a respirar de forma sofocada y con dedos temblorosos
escribió:
Vicente: “¿Quién eres?”
666:
“¿Todavía no sabes quién soy?”
Vicente: “¿Eres el Diablo?”
666:
“¡Por favor! Tú no crees ni en Dios ni en el Diablo”
El joven sentía
como cada vez subía de tono el zumbido en sus oídos y escribió
desesperadamente:
Vicente: “¿Entonces quién eres? ¡Dímelo por lo que más
quieras! ¡Quiero saber con quién estoy hablando!”
Y aterrado leyó la
respuesta:
666: “ESTÁS HABLANDO CONTIGO MISMO”
Sus sospechas se
confirmaron.
Se levantó
violentamente derribando la silla mientras sus manos agarraban enormes mechones
de cabello que se arrancaba de su cabeza mientras lloraba a gritos; se daba
cuenta que él mismo había creado al asesino en el cual se había convertido; no
había absolutamente a nadie más a quien culpar de lo que había hecho.
Él lo había hecho
solo.
No sabía que le
dolía más, si el hecho de que se hubiera ordenado a él mismo matar personas a
dos personas o que su supuesto amigo no existía.
Se sintió más solo
que nunca.
Solo había una
manera de acabar con ese dolor.
Volteó a ver a la
ventana y corrió hacia ella.
Doña Gloria quería
acercarse todo lo posible al cadáver que se hallaba tendido a media calle para
no perder detalle de la desgracia que acababa de ocurrir, pero los policías ya habían
acordonado la zona y no dejaban acercarse a la gente; recordaba cómo había
escuchado un grito a media noche y el ruido de cristales al romperse y cuando salió
a la calle ya había varias personas que rodeaban el cuerpo de su antiguo
vecino. Cuando dos policías de investigación quisieron saber dónde vivía el
difunto, ella inmediatamente se ofreció para llevarlos al departamento del
quinto piso, pero para su desgracia cuando llegaron ante la puerta, los
representantes de la ley entraron y la dejaron fuera.
Los representantes
de la ley sabían que lo que había pasado era uno de tantos suicidios que
ocurren en todas las grandes ciudades pero aun así, quisieron corroborar esa
teoría revisando la casa del finado; como se imaginaban, la casa estaba en
perfecto orden, salvo por la silla tirada y la ventana rota. Se acercaron a la
computadora de Vicente pues la vieron encendida; en la pantalla se encontraba una
hoja de texto y por simple curiosidad revisaron el historial de los documentos
creados y vieron con sorpresa que la mayoría de ellos solo tenían palabras
incoherentes, como si alguien se hubiera puesto a jugar con el teclado y
escribiera caracteres sin sentido alguno.
Pero su sorpresa
fue mayúscula cuando abrieron el que se había guardado esa misma noche y que
simplemente decía:
Vicente:
“PERDÓN”
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