¿Qué
hay de verdad después de la Muerte?
Esta
es una pregunta que ha carcomido la mente del ser humano a lo largo de su
historia.
La
ciencia no ha podido dar con una respuesta al respecto, ya que hasta la fecha
no hay pruebas científicas que avalen las experiencias de las personas que
aseguran haber regresado del “más allá”, las cuales nos hablan de una luz
blanca, paz total, ver a familiares ya fallecidos y hay quienes incluso
aseguran haber conocido a Dios. Al experimentar dicho acontecimiento, la
mayoría de los “nuevos vivos” cambian su forma de vida volviéndose más
espirituales.
Pero los
especialistas médicos nos dicen que la razón es que simplemente el cerebro, al
dejar de recibir el oxígeno suficiente para funcionar como es debido, la
persona experimenta una serie de alucinaciones, por lo que la medicina no
considera estos episodios como creíbles en cuanto a viajes de ida y vuelta con
respecto a la Muerte.
Por
su parte, las diversas religiones nos dan diversas explicaciones.
Los musulmanes nos
hablan acerca de que si una persona sigue correctamente los preceptos de Alá o
muere en nombre de él, se tiene garantizada la entrada al Paraíso, el cual lo
describen como la tierra de la leche y la miel donde son atendidos por miles de
mujeres vírgenes, como si la virginidad femenina fuera una cosa de valor
incalculable; y en sentido contrario, consideran que todos los infieles deben
morir y que su alma se irá irremediablemente al infierno, sobre todo si se es
judío.
Por
dar otro ejemplo, el hinduismo maneja la teoría del karma, por medio del cual
se explican a sí mismos que si una persona tiene los méritos suficientes, en
una siguiente vida será premiada con una forma de vida superior por vía de la
reencarnación. De esta manera, el sufrimiento actual es aceptado e incluso
buscado lo cual para mi gusto, más que masoquismo refleja una mediocridad tal,
que se está negando el derecho que todos tenemos para mejorar nuestra forma de
vivir, superarnos e incluso encontrar la felicidad.
En
diverso sentido, nos encontramos con las religiones occidentales; esto es, el
credo cristiano, el católico y demás derivados de los mismos que comparten la
idea musulmana de un infierno para los pecadores, donde éstos son atormentados
por seres diabólicos, comandados por un ente, también inventado por ellos,
llamado Satán; por el contrario, conciben el Paraíso como un lugar lleno de
felicidad para los que se han ganado su derecho de admisión, el cual incluye contar
con la compañía directa de Dios.
Sin
embargo, la religión católica en específico ha ido más allá, al inventar un
estado intermedio como es el purgatorio, algo como una sala de espera, donde
los no tan pecadores hacen antesala hasta poder purgar dichos pecados y así
acceder al Cielo. En el siglo XVI incluso se atrevieron a vender las llamadas
“indulgencias”, una especie de mexicana corrupción, ya que mientras más indulgencias
se compraban, se tenía el derecho a “saltarse la fila” en espera de que se les
resolviera su caso y así poder llegar finalmente al Paraíso. Claro que a estas
alturas es sabido que la venta de dichos documentos no era otra cosa que un
invento del Papa León X para poder financiar la construcción de la Basílica de
San Pedro.
Todo lo anterior
dio pie a que el fraile alemán Martín Lutero protestara por el negocio
descarado de las máximas autoridades eclesiásticas, por lo que inició su
movimiento de Reforma debido al cual, hasta la fecha la población germana no es
tan católica como otras naciones europeas.
Pero
fuera de las versiones oficiales que manejan las diferentes religiones: ¿Qué
pasa si en realidad las cosas no son así?
Sería
irónico que todas las personas que han cometido, y que siguen cometiendo, una
serie de aberraciones en contra de sus semejantes en el nombre de Dios, al
momento de llegar ante él, éste les dijera que entendieron mal el mensaje y que
su comportamiento los hace candidatos a ser huéspedes del infierno,
administrado por el Maligno.
La idea del premio
y del castigo suena bien, ya que de alguna manera, esto sirve como fuente de
inspiración e incluso de obligación para que las personas se comporten de
manera correcta y decente; independientemente de que todas las religiones sin
excepción manejan tres pilares fundamentales en su credo: miedo, culpa y
castigo. Pero como sea, estas características religiosas en muchos casos han
frenado los impulsos delincuenciales y de esta manera, se puede decir que en muchos
casos ha servido de freno para impedir que una persona viole la ley, tanto la
divina como la creada por el mismo hombre, a veces incluso a costa de su propia
vida y seguridad personal.
Dicen
que sin vida no hay esperanza, pero yo más bien creo que una vida sin esperanza
no vale la pena vivirla, ya que esa esperanza es la que nos impulsa a salir
adelante en el día a día. La idea de que las cosas van a ser mejores en el
futuro, ya sea en este mundo o fuera de él, es lo que nos impulsa a levantarnos
todas las mañanas y cumplir con nuestras tareas y obligaciones. En este
sentido, la esperanza de obtener el máximo premio, la estancia en el Paraíso
bajo el cuidado directo de Dios, es lo que motiva a mucha gente a seguir los
preceptos religiosos que cree correctos y válidos, a veces incluso de manera
obsesivamente estricta.
Pero
hay todavía otra posibilidad que siempre se debe de tomar en cuenta. Dicha
posibilidad es en la que muchas personas prefieren no pensar porque la
consideran aterradora:
¿Qué pasa si
después de la Muerte no hay nada?
Por un lado, es de
llamar la atención que en estas circunstancias, no tendría la más mínima
importancia nuestro comportamiento en este mundo, pues a final de cuentas todos
tendríamos un lugar garantizado dentro de la nada, pero sería triste pensar que
esto que estamos viviendo lo es todo; pensar que no hay nada mejor que nuestra
actual existencia nos podría hacer pensar que Dios no existe, o que es un Dios
limitado que no tuvo la suficiente bondad para crear algo menos sufrido que el
mundo en el que vivimos; incluso podríamos pensar en un Dios egoísta que no
quiere que cuando los humanos mueran, lleguen a invadir su propia casa.
Me gusta pensar en
la idea de que la vida es como una escuela; si apruebas el curso, tienes
derecho a acceder a un nivel más avanzado y por el contrario, si repruebas,
entonces tu castigo es regresar a la Tierra hasta que aprendas la lección. Habrá
quien diga que en realidad ya estamos viviendo en el Infierno, pero siempre existe
la posibilidad de que simplemente vivimos en un mundo donde estamos aprendiendo
a vivir y a respetar a todos los demás seres vivos que habitamos en él así como
que también estamos aprendiendo a crecer como personas, lo cual nos
garantizaría subir al siguiente nivel en el camino de la humanidad.
Duermo por las
noches pensando que los seres queridos que ya no están con nosotros ahora se
encuentran en algún lugar sin tanto sufrimiento como el que conocemos los vivos,
sin importar que tan grandes hayan sido sus pecados pues éstos ya fueron
perdonados por el Ser Supremo.
No sé si exista
Dios y si nos esté esperando en ese lugar, pero si así fuere, tendríamos que
hacerle muchas preguntas.
Aunque claro,
siempre existe la posibilidad de que ni siquiera Él conoce todas las
respuestas.
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