domingo, 25 de noviembre de 2018

¡VIVA LA MUERTE!


         ¿Qué hay de verdad después de la Muerte?
         Esta es una pregunta que ha carcomido la mente del ser humano a lo largo de su historia.
         La ciencia no ha podido dar con una respuesta al respecto, ya que hasta la fecha no hay pruebas científicas que avalen las experiencias de las personas que aseguran haber regresado del “más allá”, las cuales nos hablan de una luz blanca, paz total, ver a familiares ya fallecidos y hay quienes incluso aseguran haber conocido a Dios. Al experimentar dicho acontecimiento, la mayoría de los “nuevos vivos” cambian su forma de vida volviéndose más espirituales.
Pero los especialistas médicos nos dicen que la razón es que simplemente el cerebro, al dejar de recibir el oxígeno suficiente para funcionar como es debido, la persona experimenta una serie de alucinaciones, por lo que la medicina no considera estos episodios como creíbles en cuanto a viajes de ida y vuelta con respecto a la Muerte.
         Por su parte, las diversas religiones nos dan diversas explicaciones.
Los musulmanes nos hablan acerca de que si una persona sigue correctamente los preceptos de Alá o muere en nombre de él, se tiene garantizada la entrada al Paraíso, el cual lo describen como la tierra de la leche y la miel donde son atendidos por miles de mujeres vírgenes, como si la virginidad femenina fuera una cosa de valor incalculable; y en sentido contrario, consideran que todos los infieles deben morir y que su alma se irá irremediablemente al infierno, sobre todo si se es judío.
         Por dar otro ejemplo, el hinduismo maneja la teoría del karma, por medio del cual se explican a sí mismos que si una persona tiene los méritos suficientes, en una siguiente vida será premiada con una forma de vida superior por vía de la reencarnación. De esta manera, el sufrimiento actual es aceptado e incluso buscado lo cual para mi gusto, más que masoquismo refleja una mediocridad tal, que se está negando el derecho que todos tenemos para mejorar nuestra forma de vivir, superarnos e incluso encontrar la felicidad.
         En diverso sentido, nos encontramos con las religiones occidentales; esto es, el credo cristiano, el católico y demás derivados de los mismos que comparten la idea musulmana de un infierno para los pecadores, donde éstos son atormentados por seres diabólicos, comandados por un ente, también inventado por ellos, llamado Satán; por el contrario, conciben el Paraíso como un lugar lleno de felicidad para los que se han ganado su derecho de admisión, el cual incluye contar con la compañía directa de Dios.
         Sin embargo, la religión católica en específico ha ido más allá, al inventar un estado intermedio como es el purgatorio, algo como una sala de espera, donde los no tan pecadores hacen antesala hasta poder purgar dichos pecados y así acceder al Cielo. En el siglo XVI incluso se atrevieron a vender las llamadas “indulgencias”, una especie de mexicana corrupción, ya que mientras más indulgencias se compraban, se tenía el derecho a “saltarse la fila” en espera de que se les resolviera su caso y así poder llegar finalmente al Paraíso. Claro que a estas alturas es sabido que la venta de dichos documentos no era otra cosa que un invento del Papa León X para poder financiar la construcción de la Basílica de San Pedro.
Todo lo anterior dio pie a que el fraile alemán Martín Lutero protestara por el negocio descarado de las máximas autoridades eclesiásticas, por lo que inició su movimiento de Reforma debido al cual, hasta la fecha la población germana no es tan católica como otras naciones europeas.
         Pero fuera de las versiones oficiales que manejan las diferentes religiones: ¿Qué pasa si en realidad las cosas no son así?
         Sería irónico que todas las personas que han cometido, y que siguen cometiendo, una serie de aberraciones en contra de sus semejantes en el nombre de Dios, al momento de llegar ante él, éste les dijera que entendieron mal el mensaje y que su comportamiento los hace candidatos a ser huéspedes del infierno, administrado por el Maligno.
La idea del premio y del castigo suena bien, ya que de alguna manera, esto sirve como fuente de inspiración e incluso de obligación para que las personas se comporten de manera correcta y decente; independientemente de que todas las religiones sin excepción manejan tres pilares fundamentales en su credo: miedo, culpa y castigo. Pero como sea, estas características religiosas en muchos casos han frenado los impulsos delincuenciales y de esta manera, se puede decir que en muchos casos ha servido de freno para impedir que una persona viole la ley, tanto la divina como la creada por el mismo hombre, a veces incluso a costa de su propia vida y seguridad personal.
         Dicen que sin vida no hay esperanza, pero yo más bien creo que una vida sin esperanza no vale la pena vivirla, ya que esa esperanza es la que nos impulsa a salir adelante en el día a día. La idea de que las cosas van a ser mejores en el futuro, ya sea en este mundo o fuera de él, es lo que nos impulsa a levantarnos todas las mañanas y cumplir con nuestras tareas y obligaciones. En este sentido, la esperanza de obtener el máximo premio, la estancia en el Paraíso bajo el cuidado directo de Dios, es lo que motiva a mucha gente a seguir los preceptos religiosos que cree correctos y válidos, a veces incluso de manera obsesivamente estricta.
         Pero hay todavía otra posibilidad que siempre se debe de tomar en cuenta. Dicha posibilidad es en la que muchas personas prefieren no pensar porque la consideran aterradora:
¿Qué pasa si después de la Muerte no hay nada?
Por un lado, es de llamar la atención que en estas circunstancias, no tendría la más mínima importancia nuestro comportamiento en este mundo, pues a final de cuentas todos tendríamos un lugar garantizado dentro de la nada, pero sería triste pensar que esto que estamos viviendo lo es todo; pensar que no hay nada mejor que nuestra actual existencia nos podría hacer pensar que Dios no existe, o que es un Dios limitado que no tuvo la suficiente bondad para crear algo menos sufrido que el mundo en el que vivimos; incluso podríamos pensar en un Dios egoísta que no quiere que cuando los humanos mueran, lleguen a invadir su propia casa.
Me gusta pensar en la idea de que la vida es como una escuela; si apruebas el curso, tienes derecho a acceder a un nivel más avanzado y por el contrario, si repruebas, entonces tu castigo es regresar a la Tierra hasta que aprendas la lección. Habrá quien diga que en realidad ya estamos viviendo en el Infierno, pero siempre existe la posibilidad de que simplemente vivimos en un mundo donde estamos aprendiendo a vivir y a respetar a todos los demás seres vivos que habitamos en él así como que también estamos aprendiendo a crecer como personas, lo cual nos garantizaría subir al siguiente nivel en el camino de la humanidad.
Duermo por las noches pensando que los seres queridos que ya no están con nosotros ahora se encuentran en algún lugar sin tanto sufrimiento como el que conocemos los vivos, sin importar que tan grandes hayan sido sus pecados pues éstos ya fueron perdonados por el Ser Supremo.
No sé si exista Dios y si nos esté esperando en ese lugar, pero si así fuere, tendríamos que hacerle muchas preguntas.
Aunque claro, siempre existe la posibilidad de que ni siquiera Él conoce todas las respuestas.
        


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