Martha
se recibió con honores en la carrera de periodismo y cuando el rector de la
prestigiosa universidad donde estudió dio su discurso de despedida, ensalzó las
cualidades de la joven así como su tenacidad para llegar a ser la número uno de
toda la generación; finalizó diciendo que le auguraba uno de los mejores
lugares dentro del periodismo nacional o incluso internacional y mencionó una
palabra que a la chica jamás se le olvidó: ambición.
Sí;
porque Martha era extremadamente ambiciosa pues incluso antes de comenzar a
buscar trabajo ya se imaginaba conduciendo uno de los más prestigiosos
noticieros televisivos ya que se sentía confiada en que su belleza, porte y habilidades
para la oratoria le conseguirían el puesto soñado.
Desgraciadamente
se topó con la cruel realidad.
Cuando
comenzó a asistir a entrevistas de trabajo, se sintió cada vez más y más
desilusionada, pues lo único que le ofrecían eran empleos menores; esto es,
trabajos de oficina donde solo se dedicaría a redactar noticias que las grandes
estrellas del canal recitarían frente a la cámara. Lo más que logró fue que le
ofrecieran la sección del clima, pero solo si utilizaba atuendos sensuales; no
lo aceptó pues no quería ser recordada solo por su físico, sin contar que parte
del “trato” era acostarse con los ejecutivos que tenían a su cargo la sección
de noticias. No es que le importara usar su cuerpo como arma para lograr todo
lo que se había propuesto, pero en el fondo buscaba evitarlo en la medida de lo
posible, pues si las cosas le salían como ella lo esperaba, el día de mañana
este tipo de sucesos pasados le podrían afectar.
Después
de pensarlo mucho y a insistencia de los integrantes de su familia, con
resignación aceptó un trabajo mal pagado en el cual tenía que sacar noticias de
internet para enviárselas al equipo de noticias de la cadena televisiva para la
cual aceptó laborar.
Pasaron
cuatro años en esa situación, la cual desesperaba sobremanera a Martha cuando
uno de los reporteros que se dedicaban a cazar noticias en las calles decidió
renunciar, debido a lo cual la ambiciosa chica fue ascendida de puesto. Su
trabajo consistía en recorrer la ciudad en busca de alguna noticia y en el
mejor de los casos, ir a donde la redacción le indicara a fin de cubrir algún
suceso, principalmente de nota roja; con el tiempo y como todo reportero,
Martha se dio cuenta que mientras más sangrientas fueran las noticias, más
interés despertaban en la gente por lo que mientras recorría las calles subida
en la destartalada moto que le habían asignado, buscaba sucesos tales como
accidentes, asaltos, suicidios o cualquier otra cosa que despertara el morbo
del público.
Desgraciadamente,
cada que tenía la suerte de encontrarse algún evento digno de trasmitirse en
vivo en el noticiario, los reporteros de la competencia ya se encontraban ahí,
lo que ocasionaba que perdiera la primicia; sabía que eso no era bueno para la
televisora para la cual trabajaba, lo cual confirmaba cuando al hacer el enlace
con el noticiario, los conductores de éste secretamente se burlaban al
comentarle que la noticia que notificaba, ya se había dado en los demás canales
televisivos.
Todo
lo anterior llenaba de frustración a la chica pues sabía que de esa manera, iba
a llegar a los ochenta años viajando en moto en busca de noticias.
Eso
no era el plan de vida que se había trazado.
Hasta
que su suerte cambió.
Una
tarde hubo un accidente que involucró a tres coches, uno de los cuales volcó
sobre de la fachada de una casa, atropellando a uno de sus habitantes; cuando
Martha llegó al lugar de los hechos, una vez más vio con molestia que la
competencia ya se encontraba ahí, por lo que grabó algunas escenas que
transmitió en vivo así como el reporte de los cuerpos de rescate y cuando
terminó, se dedicó a vagar por entre la gente pensando que más hacer; se le
ocurrió que para dar más colorido a sus reportajes, sería buena idea
entrevistar a los testigos, aun cuando los corresponsales de los demás
noticieros ya lo habían hecho. Dirigió la mirada entre la multitud buscando a
quien entrevistar, pero en eso sus ojos se detuvieron en la cara de un hombre
de aproximadamente cuarenta años que se encontraba como a unos cinco metros de
ella; portaba un traje negro así como camisa y corbata del mismo color, su pelo
relucía algunas canas lo que le confirmó la edad, a pesar de llevarlo cubierto
por un sombrero de fieltro, obviamente negro. Lo que más le llamó la atención
de semejante personaje era que, a diferencia de las demás personas que
revelaban en sus caras miedo, sorpresa o incluso fascinación por lo que
contemplaban, ese misterioso hombre no mostraba expresión alguna; eso, aunado
al lúgubre aspecto del tipo, hizo que Martha se le acercara tímidamente y al
tenerlo de frente, él volteó a verla directamente a sus ojos, ocasionándole que
un escalofrío subiera por toda su espalda. Sintiendo que el corazón se le salía
del pecho le preguntó:
-Buenas
tardes señor, ¿Usted vio todo el accidente?-.
El
sujeto contestó con una voz profunda que tenía un desagradable tono cavernoso:
-Sí;
yo lo vi todo-.
Ella
preguntó lo primero que le llegó a su turbada mente:
-¿Y
qué piensa de lo que pasó?-.
La
tétrica figura simplemente dijo:
-Vivir
y morir es lo mismo; la vida y la muerte son solo un juego-.
“Fantástico”,
pensó desilusionada; “Un filósofo callejero”.
Apagó
su micrófono y sacó su celular para ver si tenía algún mensaje que le indicara
alguna otra noticia que cubrir; cuando vio que no había nada, suspiró
desalentada y fue cuando el raro personaje le preguntó:
-¿Ya
no me va a entrevistar?-.
Ella
simplemente dijo sin dejar de contemplar su teléfono:
-No;
ya no tiene caso-.
Él
le tomó la barbilla con dos dedos, los cuales se sentían tétricamente helados y
cuando sus miradas se encontraron, ella sintió que se desmayaba de terror y más
cuando su acompañante le dijo:
-¿Y
si supiera que yo tengo información más valiosa que esto que acaba de
ocurrir?-.
Ella
se le quedó viendo sorprendida; el tipo le daba pavor pero con todo, sentía
también la curiosidad que impulsa a todo reportero a investigar todo lo que pudiera
llegar a ser noticia.
El
insistió:
-¿No
está interesada?-.
Martha
dudo, pero como estaba tan necesitada de algo que impulsara su carrera, tomó la
decisión que iba a cambiar su vida.
-Sí;
si estoy interesada-.
De
reojo, comenzó a darse cuenta asustada que toda las personas alrededor de
ellos, como si se hubieran puesto de acuerdo se iban alejando; cuando ambos
quedaron solos en medio de la banqueta, el sombrío sujeto le dijo:
-Yo
puedo decirle donde y cuando van a ocurrir las cosas-.
Ella,
confundida preguntó:
-¿Se
refiere a accidentes, asaltos y cosas así?-.
Él
contestó:
-Así
es-.
La
chica insistió incrédula:
-¿Y
cómo es eso?, ¿Acaso puede ver el futuro?-.
El
hombre de negro esbozo un intento de sonrisa que lo hizo ver más aterrador y
contestó enigmáticamente:
-Digamos
que tengo mis métodos-.
Martha
iba recuperando su natural confianza en sí misma y mientras su parte racional
le decía que estaba ante un farsante, su parte emocional la impulsaba a seguir
investigando.
Después
de todo; ¿Qué podía perder?
Dijo
más resueltamente:
-¿Y
cómo funciona?-.
Él
simplemente le contestó:
-Me
da su número de teléfono y cuando se presente algo yo le digo a dónde acudir-.
La
reportera ya había recobrado su aplomo profesional, por lo que le dijo:
-En
esta vida nada es gratis; ¿Qué quiere a cambio?-.
Él
le dijo seriamente:
-El
precio es que me deje acompañarla-.
Ella
dudo por unos segundos.
Y
le dio su número de teléfono.
Por
la noche, cuando Martha se fue a la cama no pudo dormir. Desde que llegó a su
departamento y mientras analizaba el extraño acontecimiento que le había
sucedido en la tarde anterior, más se convencía de que había tomado una mala
decisión; después de todo no conocía al hombre con el cual acababa de hacer el
extraño trato.
¿Y
si era un loco que pensaba secuestrarla?
¿Y
si iba a hacer algo horrible y quería asegurarse de que todo el mundo se
enterara lo más pronto posible de sus fechorías?
“Bueno”,
suspiró; “Vale la pena el riesgo”.
Con
la luz del día siguiente, Martha cada vez estaba más convencida que la tarde
anterior se había encontrado simplemente con un sujeto perturbado que buscaba
sus cinco minutos de fama; recordó que estuvo
a punto de sonreírle cuando al pedirle a él su número telefónico, él le dijo
confiadamente: “No se preocupe; usted sabrá cuando sea yo”.
La
mañana estuvo aburrida pues no sucedió nada digno de mención; un par de
abolladuras entre dos coches y un embotellamiento a causa de una marcha por lo
que se metió a desayunar a un pequeño restaurante y cuando estaba a punto de
terminar sus alimentos sonó un mensaje en su celular; lo tomó y cuando lo
revisó, el texto solo decía:
“La veo en esta
dirección en cinco minutos”.
La reportera
inmediatamente se dio cuenta de quién era el mensaje, y más cuando al querer
comprobar el número desde donde venía, el aparato solo indicaba que era un
número privado; sintiendo como la adrenalina y el miedo se apoderaban de ella,
inmediatamente corrió a su moto para dirigirse al lugar señalado.
Cuando llegó a la
esquina indicada, ya la estaba esperando el misterioso personaje conocido el
día anterior; más tardó ella en estacionarse, cuando él ágilmente se subió a la
máquina ordenándole con su horrible voz lúgubre:
-Siga por esta
avenida y yo le indicaré donde dar vuelta-.
Ella estuvo
conduciendo a toda velocidad, mientras detrás de ella seguía las instrucciones
que le indicaba su macabro acompañante, indicaciones que a veces incluso le
parecía que salían de su propia cabeza; a los diez minutos se detuvieron en una
esquina y mientras el hombre de negro se bajaba, le ordenó:
-Encienda su cámara
y diríjala hacia la intersección-.
Martha portaba una
mini cámara en un costado de su casco, por lo que obedeció y pulsó el botón de
encendido, pero en eso se dio cuenta que estaban en un lugar solitario por lo
que su sentido de alerta se activó; comenzaba a sospechar que había caído en
una trampa pues no pasaba absolutamente nada. Como si su acompañante le leyera
la mente, le dijo detrás de ella:
-No deje de
grabar-.
Y fue cuando
sucedió.
A lo lejos comenzó
a escuchar un rugido que se iba a acercando rápidamente y cuando el ruido se hizo
casi insoportable ella lo identificó; era el sonido del motor de un coche que
se acercaba a toda velocidad. El vehículo se dirigía hacia la esquina donde
estaban parados y cuando llegó ahí, las llantas comenzaron a rechinar, señal de
que el conductor perdía el control, para finalmente estrellarse
estrepitosamente con el poste de luz eléctrica que se encontraba afuera de una
casa.
Pedazos de metal y
plástico volaron por todas partes mientras el transformador que se encontraba
en la punta del poste comenzaba a lanzar chispazos hasta que explotó,
ocasionando que el poste donde se hallaba cayera sobre de la fachada de la casa
que tenía enfrente y que los cables cayeran en medio de la calle; ella quiso
correr víctima del pánico, pero en eso sintió los dedos del misterioso
personaje que se hundían en su hombro derecho, como si fueran las garras de un
ave de rapiña mientras escuchaba a sus espaldas:
-No se mueva; no le
va a pasar nada-.
Ella obedeció,
paralizada por el terror y por la opresión de los dedos huesudos que le
apretaban su carne; con extraña fascinación contempló un cable que chicoteaba
en la calle lanzando chispas hacia todos lados mientras se acercaba
peligrosamente hacia su posición; cuando éste llegó a treinta centímetros de
sus pies, dejo de lanzar chispas. Suspiró aliviada y escuchó:
-Ya puede
acercarse-.
Pero antes de
comenzar a correr hacia el accidente, murmuró:
-¿No deberíamos
llamar a la policía y a los cuerpos de rescate?-.
Él dijo
tranquilamente:
-No se preocupe; ya
vienen en camino-.
Y mientras ella se
acercaba al vehículo siniestrado, a lo lejos comenzó a escuchar las sirenas de
patrullas y ambulancias; pudo realizar tomas de cerca del accidente acontecido
dándose cuenta con pavor que el conductor se hallaba muerto, pues se hallaba completamente
bañado en sangre por lo que ahora dirigió su cámara hacia la casa donde había
caído el poste. Afortunadamente tuvo la sangre fría para llamar a la televisora
a fin de mandar las imágenes que estaba captando para ser reproducidas en vivo.
Llegaron los
policías y paramédicos para sacar a las personas heridas de la casa que se
encontraba a punto de colapsar, mientras una multitud de personas se acercaban
al lugar; estuvo como dos horas cubriendo el accidente, mientras de vez en
cuando mandaba enlaces a fina dar el reporte de las últimas noticias acerca del
suceso.
Una vez que se
llevaron a los últimos afectados del sangriento percance regresó a su moto,
completamente bañada en sudor del esfuerzo experimentado, así como el cuerpo
adolorido producto de la tensión de lo que acababa de ser testigo.
Pensaba llevar de
regreso a su acompañante así como darle las gracias pues había cumplido con lo
pactado, pero por más que lo buscó, nunca lo encontró.
Esa noche todos en
la cadena televisiva la felicitaron, incluyendo al dueño de la estación a
quien, al interrogarla acerca de cómo había tenido la suerte de estar ahí,
humildemente contestó:
-Sólo hice lo que
me enseñaron en la escuela: estar en el lugar y en el momento correcto-.
Cuando
llegó a su departamento se sentía exhausta; le gustó mucho haber hecho su
trabajo de informar a las personas pero al mismo tiempo se sentí triste por
haber presenciado algo tan impactante como un accidente donde habían muerto
tres personas; el conductor y dos de los habitantes de la casa donde había
caído el poste de luz. Quiso consolarse pensando que así eran los accidentes;
nadie sabía dónde y cuando iban a ocurrir.
A
excepción de su cómplice.
Prefirió
no pensar en él y trató de dormir.
Pero
con lo que no contaba era con las pesadillas; soñaba que veía una vez más el
accidente pero que a diferencia de lo que en realidad ocurrió, en su sueño el
conductor seguía vivo y le pedía ayuda, pero su macabro acompañante la agarraba
fuertemente, impidiéndole actuar.
Se
levantó con un extraño dolor de cabeza pero una vez que tomó su café matutino y
se puso en marcha hacia su trabajo, decidió olvidar todo lo que había soñado.
El
siguiente mensaje lo recibió antes del medio día; le mandaron una dirección que
cuando buscó con el GPS de su celular, se dio cuenta extrañada que era un
terreno descampado en una zona desolada de la ciudad; aun así, recogió a su
repulsivo compañero calles más adelante y sin hacerle ninguna pregunta, aceleró
lo más que pudo hasta llegar al destino acordado.
Se
estacionó junto a un canal de aguas residuales, el cual medía aproximadamente
tres metros de ancho; el lugar se encontraba solitario por lo que Martha quiso
interrogar a su acompañante, pero antes de que lo hiciera, el extraño hombre le
dijo:
-Encienda
su cámara y diríjala al centro del canal-.
Ella
obedeció dirigiendo la lente hacia el lugar indicado cuando en eso, comenzaron
a salir unas pequeñas burbujas de entre el agua nauseabunda; el extraño
fenómeno fue creciendo más y más hasta que la reportera no pudo contener la
curiosidad y dijo sin dejar de grabar:
-¿Qué
diablos es eso?-.
El
macabro personaje simplemente contestó:
-Debajo
del canal hay una tubería de gas-.
Martha
quiso decir algo pero él completó:
-Y
en un momento va a estallar-.
La
reportera abrió los ojos desmesuradamente cuando se escuchó un fuerte estallido
que ocasionó que ella quedara completamente bañada de agua asquerosa, pero sin
causarle ningún daño.
Pero
lo peor estaba por venir.
Cuando
Martha trataba de recobrarse de la sorpresa, con horror vio como comenzaron a
caer cadáveres enfrente de ella; petrificada por el horror, contó hasta cuatro
cuerpos que, hinchados y descompuestos mostraban sus horribles facciones
putrefactas, como estrellas de cine que acudían a escena en una película de
horror.
Película
donde Martha era la directora.
Al
borde del desmayo, quiso voltear a reclamar el horrendo espectáculo al que
había sido invitada a ser testigo, cuando el hombre de negro se paró junto a
ella, pero antes de que lo pudiera interrogar, comenzó a escuchar un murmullo
que venía de él; suavemente desmontó la cámara de su casco para seguir grabando
mientras volteaba a verlo de reojo.
Jamás
se hubiera imaginado lo que contempló.
El
extraño ser tenía los ojos en blanco, mientras con un extraño rictus en la cara
recitaba una serie de palabras incomprensibles; Martha sabía que era un idioma
diferente al cual hablaba, pero algo muy dentro de ella le decía que incluso
esas eran palabras dichas en un idioma muy antiguo; palabras que tal vez nunca
deberían de ser repetidas por ser humano alguno.
Pero
tal vez su acompañante ni siquiera pertenecía a la raza humana.
Quiso
decir algo pero ningún sonido salía de su boca mientras su cuerpo se negaba a
moverse; no supo cuánto tiempo pasó y finalmente pudo recuperarse cuando las
patrullas y equipos de rescate hicieron su aparición.
Su
alma de reportera tomó el control y comenzó a mandar mensajes y enlaces de
video al noticiero que en esos momentos se transmitía, mientras seguían
llegando más y más policías e incluso funcionarios gubernamentales.
Cuando
finalmente llegó a la televisora, otra vez fue blanco de felicitaciones de
todos y cada uno de sus compañeros; los más nuevos la veían con admiración,
mientras que los más experimentados la veían con respeto. Mientras recibía las
palabras de reconocimiento profesional, pudo ver en una de las pantallas un
reportaje más extenso acerca de la noticia de la cual ella había sido parte;
efectivamente, una tubería de gas había estallado dejando al descubierto cuatro
de seis cadáveres de policías que habían estado investigando una red de trata
de blancas y que habían desaparecido hacía un par de semanas; el gobierno había
estado buscándolos durante todo ese tiempo, por lo que se anotaban un triunfo,
al menos por recuperar los cadáveres y así darles un poco de consuelo a sus
afligidas familias.
Una
vez más recibió las felicitaciones del dueño de la televisora, el cual
inmediatamente ordenó que le dieran una mejor moto para transportarse, así como
un sustancial aumento de sueldo.
Todo
para complacencia de Martha.
Y
así siguió la vida de la novel reportera.
Cada
vez era más reconocida pues hasta otras televisoras la entrevistaban
ofreciéndole incluso un puesto entre sus filas; ella declinaba amablemente pues
en su propio centro de trabajo el dueño le había prometido que un par de meses
la iban a ascender como titular de un nuevo noticiero en horario estelar.
Hasta
ya le habían puesto nombre:
“El
lugar y momento correcto”.
Pero
no todo era alegría.
Después
de cada suceso del cual era avisado por el extraño hombre que había conocido,
las pesadillas eran cada vez peores; cuando era testigo de una pelea callejera
donde uno de los contendientes moría porque el otro sacaba una pistola y le
disparaba, soñaba que era ella la que recibía los tiros; si era un accidente
automovilístico, soñaba que era ella la que se encontraba dentro del vehículo
accidentado y mientras trataba de salir de él, sentía todo el dolor y la
angustia de la persona que fallecía en ese evento.
Pero
lo peor era que pasara lo que pasara en su sueño, su extraño acompañante siempre
se encontraba junto a ella recitando las mismas extrañas y macabras palabras ya
muy conocidas por Martha, y después de pronunciarlas, tomaba el alma de ella y
se la llevaba al infierno.
Cada
vez se preguntaba más y más quien era ese horrendo personaje; en ocasiones
llegó a pensar que él mismo ocasionaba los sucesos de los que ella informaba,
pero al mismo tiempo se daba cuenta que eso era imposible, pues en todos los
casos se encontraba junto a ella cuando ocurrían las desgracias; a menos…
A
menos que tuviera el poder de conocer el futuro.
¿Quién
o qué sería capaz de tener un poder así?
Solamente
Dios.
Dios
o el Diablo.
Experimentó
un sobresalto cuando esa horrenda palabra sonó en su mente.
Revisaba las
grabaciones de todas las noticias que había transmitido desde que lo había
conocido hasta que notó algo todavía más extraño; se puso unos audífonos para
escuchar hasta el más mínimo detalle para descubrir con pavor que nunca se
escuchaban los rezos del hombre de negro, a pesar de encontrarse siempre a su
lado. Sabía que su cámara era un aparato de lo más avanzado por lo que no
comprendía porque no se escuchaba nada de lo que él decía; aparte, estaba el
hecho de que una vez que ella terminaba sus reportajes y lo buscaba, jamás lo
volvía a ver hasta la siguiente ocasión en que él se comunicaba con ella.
Pero había algo
más.
Revisó un par de
videos y cuando calculó que su horrendo compañero terminaba de recitar las fatídicas
palabras, en las imágenes se veían unas tenues sombras que salían de las
personas que morían para volar hacia la dirección de ella, pero cuando iban a
llegar, pasaban al lado de la reportera.
¿Serían sus almas y
él les ayudaba a cruzar?
¿Pero cruzar a
dónde?
¿Hacia el cielo…?
¿…O hacia el
infierno?
Lo que si era un
hecho y que más mortificaba a Martha era que todos los sucesos de los cuales le
había avisado, involucraban muertes.
Se sentía al borde
de un colapso nervioso.
Con todo, había
algo todavía peor que le preocupaba.
¿Qué pasaría cuando
ella dejara de andar en las calles para conducir el noticiario nocturno?
Martha estaba a
punto de averiguarlo.
Recibió el ya
acostumbrado mensaje como las cinco de la tarde el cual indicaba una dirección
aproximadamente a cincuenta kilómetros de la ciudad en medio de la carretera;
recogió con desgano a su siniestro acompañante y aceleró. Cada vez le parecían
más repulsivas las manos delgadas y secas que le abrazaban la cintura casi con
desesperación; pero lo peor de todo era su olor. Era un olor muy desagradable que
Martha hasta la fecha no atinaba a identificar pero que aun así le producía un
infantil miedo. En algunas ocasiones quiso entablar plática con su macabro
compañero pero como éste jamás le contestaba dejo de hacerlo. Sin embargo, en
esta ocasión tenía algo muy importante que comunicarle por lo que volvió a
insistir:
-¿Sabes que dentro
de una semana voy a ser la titular de un noticiero?-.
Dijo ella tratando
de hacerse oír en medio del viento que circulaba a su alrededor, notando con
espanto que la voz de él se escuchaba tranquilamente, como si el mismo aire
tuviera miedo de tocar las vibraciones de su voz:
-Sí; ya lo sabía-.
Tratando de ocultar
el temor en su voz, exclamó:
-Esta será nuestra
última noticia; ¿Qué va a pasar después?-.
Él dijo con la
misma voz cavernosa:
-Esto se va a
acabar-.
Extrañada, Martha
exclamó:
-¿Y cómo?-.
No recibió
respuesta.
Antes de salir de
la ciudad, se detuvieron en un semáforo; la joven reportera desconcertada,
volteó a su lado para ver su reflejo en los ventanales de un edificio que se
hallaba situado en la esquina donde estaba el semáforo que los detenía.
El alma se le cayó
a los pies cuando vio que en la imagen que le devolvía el vidrio.
No había nadie más
que ella en la moto.
De repente dio un
sobresalto.
Había identificado
el olor que despedía su infernal acompañante.
Lo había olido por
primera vez cuando falleció su abuela y ella tenía seis años de edad; recordó
con repulsión como sus padres la obligaron a despedirse de la anciana,
cargándola sobre el féretro para darle un beso al cadáver.
Incluso recordó
también cuando invitaron a su grupo en la universidad a visitar la morgue; en
cuanto entró y sintió ese repugnante hedor, salió corriendo del edificio pata
volver el estómago en medio de la banqueta.
Era el olor de la
muerte.
En cuanto se posó
la luz verde en el semáforo, aceleró lo más que pudo para llegar al lugar
acordado y deshacerse del extraño ser que había conocido.
Alguien que le había
traído la fama y la gloria.
Pero que también le
había traído interminables noches de desvelo y pesadillas que incluso le habían
ocasionado pérdida de peso así como unas ojeras que cada vez le costaba más
trabajo ocultar con su maquillaje.
Llegaron al lugar
acordado en medio de la nada; no pasaban coches ni de ida ni de vuelta, por lo
que solo el silencio los acompañaba. Martha se bajó cansadamente de la moto y
cuando volteó a su lado ya se encontraba su acompañante quien la miraba
fijamente.
Ella dijo:
-¿Y ahora?-.
Él solo dijo:
-Encienda su
cámara-.
-¿Hacia dónde la
dirijo?-.
-Hacia donde quiera-.
La reportera
explotó:
-¿Y ahora que va a
pasar?-.
Al no obtener
respuesta, gritó:
-¿Va a explotar un
camión de pasajeros? ¿Van a salir los muertos de la tierra?-.
Y comenzando a
llorar, finalizó:
-Ya no puedo seguir
con esto-.
Y fue lo último que
dijo.
El noticiario de
esa noche no comenzó como de costumbre; en lugar de la alegre melodía con la
que iniciaba, inmediatamente salieron a cuadro las caras de los conductores,
mientras la imagen de un moño negro ocupaba la esquina superior derecha. Uno de
los reporteros dijo seriamente:
-Buenas noches, les
damos la bienvenida mi compañera Karen Sánchez y su servidor Michael González-.
La chica intervino:
-Desgraciadamente
iniciamos esta emisión con una triste noticia para esta televisora-.
Michael suspiró
incómodamente y dijo:
-Nuestra reportera
estrella, Martha Gutiérrez falleció mientras cubría una más de sus oportunas
noticias-.
Karen dijo con voz
entrecortada:
-Se encontraba a
las afueras de la ciudad en su moto; se detuvo al lado de la carretera cuando
se abrió un socavón cayendo ella dentro-.
Ahogó un gemido de
dolor por lo que Michael continuó.
–Las autoridades
dicen que esa no es una zona de hundimientos pero que un socavón es un enorme
hoyo en la tierra que se puede producir en cualquier lado y en cualquier
momento-.
Karen leyó lo que
había en los papeles que tenía frente a ella y dijo entrecortadamente:
-Un caso de mala
suerte; estar en el lugar y en el momento equivocado-.
Michael, al borde
de las lágrimas, dejo de lado lo que tenía escrito frente a él y dijo
espontáneamente:
-No Karen, fue todo
lo contrario-.
Tomó aire trabajosamente
y completó:
-Estuvo en el lugar
y en el momento correcto para ser noticia-.
Y comenzó a llorar
desconsoladamente.
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