jueves, 1 de agosto de 2019

MR. MÚSCULO



              Fernando se sentía frustrado a sus veinte y dos años.
   Había terminado la carrera de químico farmacéutico y conseguido un empleo en un importante laboratorio de medicinas, pero en el fondo se sentía insatisfecho.
       Sentía que nunca había destacado en nada; sus calificaciones no habían sido sobresalientes, no tenía suerte con las mujeres y lo peor de todo era su físico.
         En realidad no era mal parecido, pero lo que más le acomplejaba era que media uno ochenta de estatura, pero pesaba sesenta kilos, pues era extremadamente delgado; sentía que eso era lo que repelía a las chicas a las cuales se atrevía a acercarse, por lo que caminaba encorvado y a diferencia de otras personas, su misma altura le restaba agilidad debido a lo cual, nunca había destacado en los deportes.
         Todas las noches se pasaba horas y horas pensando en que merecía ser algo más que lo demás, pero no sabía en qué.
         Quería sus quince minutos de fama.
         Cada que tenía tiempo libre en su trabajo, se dedicaba a vagar por internet, sintiendo una frustrante envidia al ver las fotos de los deportistas y actores de moda; renegaba sintiendo que la vida había sido injusta con él al darle ese físico endeble, pues consideraba que con esa altura, si fuera más musculoso, entonces sí sería un triunfador.
         Hasta que su vida cambió.
         Resulta que la empresa estaba intentando competir en el ramo de los suplementos alimenticios, por lo que a varios departamentos incluyendo el de Fernando, les dieron un curso de dos semanas acerca de la naturaleza y efectos de los esteroides anabólicos, a fin de evitar experimentar con esas sustancias, pues aparte de peligrosas, estaban prohibidas por la ley.
         Fue cuando la oportunidad se le presentó al joven químico.
         O al menos, fue lo que él pensó.
         Aparte del curso que le impartieron, buscó más información en internet y cuando consideró que ya tenía lo necesario, echó a andar su plan.
         Se iba a meter a entrenar a un gimnasio y por medio de los esteroides, pensaba construirse un cuerpo de campeonato.
         Mientras más reflexionaba en ese hecho, más se convencía que esa era la solución a sus problemas y con una sonrisa en la cara, se imaginaba las miradas de admiración de las mujeres así como las de envidia de sus pocos amigos, quienes cada que tenían oportunidad, se burlaban de su cuerpo de escoba.
         La siguiente semana se inscribió a un gimnasio, pues sabía que los esteroides le iban a dar la masa muscular pero que aun así, tenía que moldearla mediante el ejercicio; se encontró con un buen entrenador el cual como la mayoría, inmediatamente le ofreció su propio catálogo de drogas, siendo rechazadas por Fernando, pues sabía que las que le mencionaba el musculoso tipo eran las formas más comerciales a diferencia de las que él podía conseguir, cuyos resultados eran más rápidos y más eficaces.
         Después de comenzar a entrenar, se puso en contacto con un par de proveedores de sustancias químicas que surtían el laboratorio donde trabajaba, los cuales no tuvieran empacho en conseguirle lo solicitado; Fernando pudo inmediatamente aplicarse las dosis adecuadas con base en su altura y peso, así como las sustancias limpiadoras que se tienen que consumir después de un “ciclo”.
         A los tres meses comenzó a ver resultados.
         Donde antes no había más que esqueleto, ahora se contemplaban grandes músculos que comenzaban a darle una apariencia de desnudista profesional a Fernando.
         Se sentía complacido al darse cuenta que ahora sus amigos ya no se burlaban de él, sino que lo veían con respeto e incluso con un aire de miedo, pues consideraban que si lo hacían enojar, de un puñetazo podía tumbarles los dientes.
         Pero lo mejor era el tema de las mujeres, pues como en todo gimnasio, no faltan las chicas que toman de pretexto el ejercicio para ir a conocer hombres musculosos, por lo que no le faltaban citas al ahora fornido joven.
         Pero no todo salía según lo esperado.
         En una ocasión otro usuario del gimnasio lo retó a competir para ver quien hacía más repeticiones en la prensa para piernas, poniendo de peso trescientos sesenta kilos; Fernando desgraciadamente aceptó el reto, pues inmediatamente se dio cuenta con frustración que solo pudo hacer seis repeticiones mientras que su contrincante hizo doce. Le dolió hasta el alma ver las miradas de desilusión de sus nuevas admiradoras, quienes decepcionadas se alejaron de él en cuanto terminó la apuesta.
         Esa noche se puso a analizar lo acontecido y llegó a la conclusión de que las drogas jamás iban a suplir la masa muscular extraída de las proteínas a base de una dieta saludable; se daba cuenta que su contrincante tenía una figura envidiable pues era un mesomorfo; esto es, personas que no necesitan de grandes dietas o rutinas extremas, pues su cuerpo aprovecha todas las calorías que recibe a diferencia de Fernando, quien tenía una figura ectomorfa, los cuales queman inmediatamente las calorías que reciben, por lo que no aumentan su masa muscular más que en pequeñas cantidades.
Debido a eso había tenido que recurrir a los esteroides.
         Físicamente ambos se ven iguales, pero el joven químico sabía que sus músculos eran falsos, por lo que decidió jamás volver a aceptar ese tipo de retos, pues incluso dejó de ir al gimnasio por tres días, debido a una lesión en la rodilla derecha, producto del esfuerzo realizado.
         Pero las circunstancias guiaron al joven por otro camino.
         Cuando regresó al gimnasio vio con curiosidad un cartel que invitaba a los usuarios a participar en un concurso de fisiculturismo; su entrenador, al notar su interés le preguntó:
         -¿Quieres participar Fernando?-.
         El joven contestó decidido:
         -Sí; creo que puedo hacer un buen papel, pero tengo una duda-.
         El tipo le dijo:
         -Pues no sé qué duda, yo también creo que tienes grandes posibilidades de estar entre los mejores lugares-.
         Fernando dijo tímidamente:
         -¿En estos concursos no hacen pruebas antidopaje?-.
         El entrenador, extrañado dijo:
         -Imposible; esas pruebas son caras por lo que en estos concursos locales no se ocupan de eso, por eso yo también voy a participar-. Y añadió. –De todos modos no tendrías problema, pues tú me has dicho que has subido de peso gracias a una buena dieta-. Y sonriendo finalizó. –Ni siquiera aceptaste ningún producto de mi “farmacia”-.
         “Así que este va a ser mi camino en la vida”, pensó el joven.
“Voy a dedicarme a los concursos de fisiculturismo”.
         Como faltaban tres meses para dicha competencia, aumentó la dosis de esteroides que se inyectaba regularmente, confiado en que jamás lo iban a descubrir; subió un poco la intensidad de su rutina de ejercicio y esperó el paso del tiempo.
         Una semana antes del evento hasta él mismo estaba asombrado de los cambios en su cuerpo.
         Sus músculos ya de por si grandes, ahora se veían enormes; incluso la voz se le había engrosado, dándole un tono grave y sensual que volvía locas a las mujeres que se acercaban a platicar con él.

         El gran día llegó.
         Se compró un traje de baño negro con una calavera dibujada en el trasero, pues ese iba a ser su sello de distinción; como todos los demás participantes, redujo su consumo de agua al mínimo para deliberadamente deshidratarse y que la piel se viera más pegada al músculo; se aplicó bronceador artificial así como una cantidad industrial de aceite en todo el cuerpo para poder jugar con las luces y sombras del escenario a fin de lucir una mejor figura.
         En realidad todo fue solo cuestión de trámite, pues en cuanto subió al estrado y comenzar a posar, se dio cuenta con satisfacción de las miradas de aprobación por parte de los jueces al contemplar la perfección de su cuerpo así como los admirados gritos de las personas que habían acudido a la competencia las cuales, sin importar que habían ido a apoyar a otros concursantes, gritaron emocionados cuando Fernando terminó su rutina de poses.
         Para nadie fue una sorpresa cuando los jueces anunciaron a Fernando como el ganador; incluso la chica de una página de internet dedicada al ejercicio lo entrevistó, sin molestarse en ocultar su mirada de lujuria al estar cerca del ganador. Pero lo mejor fue la mirada de envidia de su instructor cuando fue a felicitarlo, pues no creyó que su “pupilo” pudiera derrotarlo.
         Todo para gran satisfacción del novel fisiculturista.
         A partir de ese día, Fernando se dedicó a buscar infinidad de concursos, a veces locales, a veces regionales, en todos los cuales terminaba como el vencedor, pues no había nadie que se le comparara con el cuerpo que químicamente había diseñado para sí mismo; cuando se iba acercando la competencia, simplemente aumentaba las dosis de las sustancias prohibidas que consumía y pasado el evento, tomaba las respectivas drogas para eliminar los residuos de los esteroides inyectados.
         Ahora sus noches ya no eran de angustia pues se pasaba largas hora recordando lo vivido en los últimos dos años; le emocionaba hasta las lágrimas la fama que ahora había conseguido pues en los concursos de mayor renombre, las revistas especializadas en entrenamiento, canales locales de televisión y estaciones de radio se peleaban por entrevistarlo; las marcas patrocinadoras de dichos concursos le pagaban por anunciar sus productos y las mujeres competían por su atención.
         Pero como todo en la vida, había un lado oscuro.
         De unos meses a la fecha, Fernando comenzaba a notar las consecuencias de las sustancias que se había inyectado, pues lo primero fue que comenzó a desarrollársele un severo acné en la cara; él jamás había tenido problemas al respecto por lo que le asustó la apariencia que daba así que cambió las drogas que consumía. Cuando creyó que había solucionado la situación, se le presentaron otros problemas más graves pues de los pezones le comenzó a supurar una sustancia desagradable mientras que sus riñones comenzaban a fallar pues después de una competencia en la que se había pasado los anteriores cuatro días con el nivel de agua al mínimo, en cuanto terminaba la competencia consumía todo el líquido posible, lo que le ocasionaba una severa irritación al ir al baño a desechar el agua, pues en esas ocasiones sentía que orinaba navajas de afeitar. Incluso, llegaba a un nivel de deshidratación casi al límite de tal manera que cuando llegaba el día de la competición, en cuanto se levantaba de la cama inmediatamente un dolor de cabeza comenzaba a atacarlo y no se le quitaba hasta dos días después, molestia acompañada de nauseas que lo mandaban al baño para volver el estómago cada media hora.
         Para la deshidratación comenzó a imitar a sus oponentes, por lo que en los dos días anteriores al concurso no tomaba agua, sino que consumía vino; no era lo mismo que el agua, pero por lo menos lograba el efecto deseado de ver sus músculos marcados así como le disminuía un poco los dolores de cabeza.
         En cuanto a los demás malestares, espació las dosis de esteroides lo más que pudo a fin de no perder los músculos ganados pero no le servía de nada, pues en cuanto se comenzaba a preparar para el siguiente evento, tenía que aumentar las dosis.
         Otra cosa era su carácter.
         Debido a la estimulación en la producción de testosterona, todos los días se sentía de mal humor y en algunas ocasiones en las cuales anteriormente había actuado con prudencia, veía con preocupación que ahora respondía muy agresivamente, por lo que terminó teniendo varias peleas callejeras; todo sin contar que la presión arterial se le subía y bajaba caprichosamente, lo que le provocaba temblores y mareos.
        
         Fernando llegó al siguiente nivel cuando comenzó a participar en eventos estatales hasta llegar al campeonato nacional; ahí si se aplicaban pruebas antidopaje, pero eso a él no le preocupaba, pues a pesar de que ya había dejado su empleo en el laboratorio donde antiguamente laboraba, seguía en contacto con excompañeros, quienes lo asesoraban con nombres de drogas que podían limpiarle el organismo, al menos para los días de competencia; prácticamente lo que hacían esas drogas era ocultar los esteroides de tal manera que sus pruebas siempre salían limpias.
         Ganó fácilmente el campeonato nacional de fisiculturismo y Fitness como era de esperarse.
         Una semana después de la victoria se encontraba en su casa cuando recibió la llamada de una de sus más fieles admiradoras; en otras ocasiones en cuanto escuchaba su voz, automáticamente se excitaba por lo que le llamó la atención que ahora simplemente le contestara como si fuera un robot y una vez que la chica colgó, Fernando comenzó a angustiarse.
         Corrió hacia el baño y se quitó el pantalón de entrenamiento que utilizaba a diario para bajar la tanga que utilizaba; esa prenda siempre se le hizo más propia para gays, pero desde que su cuerpo creció descomunalmente, se dio cuenta que no había calzoncillos que pudieran entrar por sus enormes piernas, razón por la cual tampoco utilizaba pantalones normales, pues no había tallas que pudiera vestir de manera correcta.
         Se tocó el pene y con terror notó que a pesar de la estimulación no podía lograr una erección.
         Salió corriendo del baño para buscar los apuntes que tomó durante el curso de esteroides que le dieron años atrás en su anterior empleo; los revisó a fondo hasta que encontró lo que esperaba: todo lo que le sucedía eran efectos de las sustancias que se había inyectado. En el fondo lo sabía, pero quería corroborar lo que sospechaba.
         Los daños eran irreversibles.
         Al otro día fue a sacar una cita médica y solicitó que le hicieran un conteo de esperma así como un análisis a su hígado.
         Cuando fue a los pocos días para saber los resultados, el doctor en turno lo metió a su oficina.
         El galeno tenía un expediente en sus manos; lo revisó a fondo y contempló a Fernando hasta que le dijo:
         -Usted se inyecta esteroides anabólicos, ¿Verdad joven?-.
         El fisiculturista bajó la mirada avergonzado y dijo tímidamente:
         -Así es-.
         El doctor suspiró y comenzó a informarle:
         -En cuanto al conteo de esperma, no hay otra manera de decirlo más que de forma directa-.
         Guardó silencio un instante y añadió:
         -Es usted completamente estéril-.
         Fernando cerró los ojos angustiado y con un hilo de voz dijo:
         -¿Y el hígado?-.
         El médico dijo incómodo:
         -Por su profesión usted sabe que una de las muchas funciones de dicho órgano es la de metabolizar los medicamentos para distribuirlos por todo el cuerpo-. Hizo una pausa y continuó. –El problema es que los esteroides son demasiado agresivos a pesar de las sustancias limpiadoras que usan ustedes; debido a eso, su hígado ha trabajado horas extras por lo que se encuentra al borde de una falla total-.
         Fernando dijo con un tono de esperanza en la voz:
         -¿Hay algo que pueda hacer?-.
         El doctor simplemente dijo:
         -Mire; en cuanto al primer problema, resígnese a que jamás va a tener hijos y por parte del hígado, es muy posible que necesite un trasplante en poco tiempo-.
         El joven como entre nubes le dio las gracias y se levantó; pero cuando iba a abrir la puerta, el médico le dijo:
         -Deje de meterle porquerías a su cuerpo, porque esto va a empeorar-.

         Fernando sentía su ánimo por los suelos.
         ¿Había valido la pena todo?
         ¿Fama, fortuna a cambio de su salud?
         O peor aún. De su vida.
         Por primera vez había encontrado algo en lo que era mejor que los demás y ahora tenía que abandonarlo; sí, sabía que había hecho trampa, pero al involucrarse en el mundo del fisiculturismo se había dado cuenta que todos los participantes sin excepción hacían trampa.
         Tal vez él había hecho demasiada trampa.
         Actuó muy ambiciosamente y quiso conquistar lo que a otros les había costado más tiempo.
         Seguía rumiando su supuesta mala suerte cuando sonó el teléfono.
         Lo contestó y después de escuchar la información iba a contestar que no cuando algo se encendió en su cerebro.
         Iba a dejar las competencias pero lo iba a hacer en la cima.
         Lo acababan de invitar a la mayor competencia de fisiculturismo a nivel mundial.
         Mr. Músculo.
         Iba a romper el record mundial como el hombre más musculoso.

         Fernando subió al coche de su proveedor de esteroides que había conocido cuando trabajaba de químico; cuando éste lo vio le dijo:
         -Traje lo que me pediste, pero primero quiero comprobar si es lo que quieres. Esta sustancia solo se maneja a nivel veterinario. ¿Estás seguro de querer inyectarte esto?-.
         Fernando dijo seriamente:
         -Claro. Tres días después de la última dosis me voy a inyectar otra sustancia para limpiarme y así no la van a encontrar en el examen antidopaje-.
         -¿Que sustancia es?-.
         Cuando el fisiculturista le dijo el nombre, asintió y replicó:
         -Sí; la conozco. Pero incluso esa sustancia es muy, muy fuerte para el cuerpo humano-.
         Como Fernando no dijera nada, continuó:
         -Mira, cada quien sabe lo que hace, pero no quiero que quede en mi conciencia decirte que esto no está bien; claro que no van a encontrar esto en tu organismo, pero la cosa es que una vez que te lo inyectes ya no hay marcha atrás en cuanto a las consecuencias-.
         Fernando pagó y bajó del coche, pero antes de retirarse, se asomó por la ventanilla y preguntó:
         -¿Y cuáles son esas consecuencias?-.
         El tipo dijo con un tono de preocupación en la voz:
         -No te va gustar saberlo-.
         Y arrancó.

         El lugar donde se celebraría la competencia en Inglaterra estaba a reventar.
         Había un mar de gente entre los cuales destacaban figuras del ambiente artístico y deportivo así como una enorme cantidad de reporteros de todos los medios de comunicación dedicados al deporte; obviamente, se iba a televisar el evento como pago por evento debido a la magnitud del acontecimiento.
         Fernando entro por la parte de atrás y se dirigió a su vestidor; desde hacía tres días que se había inyectado la sustancia limpiadora le había nacido un estallante dolor de cabeza que no lo dejaba en paz; se sentía mareado debido a la deshidratación, mareos que ni siquiera el vino había podido amortiguar y lo más preocupante de todo era que a pesar del poco nivel de agua en su cuerpo sudaba copiosamente. Se sentó trabajosamente en la banca del vestidor y quiso quitarse la ropa; los músculos le habían crecido tanto que la sudadera y el pantalón de ejercicio se le veían como una segunda piel a pesar de ser de la talla más grande que utilizan los fisiculturistas. Con mucho trabajo se cambió, pero cuando comenzó a aplicarse el aceite en el cuerpo, la vista se le nubló por lo que se dirigió al baño y cuando llegó ahí, comenzó a toser sintiendo ganas de volver el estómago, escupió en el WC y cuando miro hacia abajo, aterrado notó que acababa de arrojar sangre. Salió con mucho trabajo del baño y se recostó, pero en eso le vino un punzante dolor en los riñones que le impidieron moverse; se quedó respirando con dificultad hasta que el dolor fue más soportable.
         Terminó de aplicarse el aceite y fue cuando lo llamaron.
         Había llegado la hora.

         Había vencido.
         Fernando escuchaba como si estuviera en medio de un trance los elogios del conductor de la competencia, mientras él estaba parado detrás de su trofeo y delante del segundo y tercer lugar; un francés y un cubano respectivamente. Había hecho un esfuerzo sobrehumano para mantener las poses durante su actuación que lo había dejado exhausto, pero en eso el conductor volteó a verlo para pedirle que posara una vez más para que la gente volviera a admirar su imponente físico.
         Fernando pensaba librarse de eso, pero sabía que eso era lo que se acostumbraba en todas las competencias, por lo que sonrió débilmente para prepararse mientras las demás personas que ocupaban el escenario se retiraban hasta dejarlo solo.
         Comenzó a escucharse la ya comúnmente conocida canción “We are the champions” por el sonido del auditorio mientras Fernando tomaba todo el aire que sus pulmones podían aceptar y comenzó a posar.
         En cuanto adoptó la primera pose, sus descomunales músculos resaltaron debido a las luces del lugar lo que provocó los aplausos de la gente; a la siguiente pose, todos los presentes se pusieron de pie para aplaudir a rabiar, mientras Fernando comenzaba a recuperar su confianza. Inspirado, aplicó más esfuerzo a fin de que los músculos se vieran más enormes de lo que ya eran; el público gritaba a rabiar pues jamás habían visto antes un cuerpo tan perfecto frente a ellos. El joven adoptó la siguiente pose pensando que se hablaría de él durante muchos años; se convertiría en un ejemplo para las nuevas generaciones de concursantes; pensaba que la gente que anteriormente lo había ignorado, ahora lo idolatraba; las mujeres que anteriormente lo habían rechazado, ahora tenían fantasías sexuales donde él era el protagonista.
         Comenzó a reír sintiendo que ahora tenía al mundo a sus pies; veía a todos con arrogancia, pues reconocían que él era el mejor.
         Mientras contemplaba las miradas de veneración que incluso provocaba lágrimas en algunos, Fernando comenzó a reír con burla.
         “Malditos imbéciles; son todos míos” pensó.
“Sigan adorándome”.
         Pero de repente todo cambió.
         A Fernando se le borró la sonrisa del rostro cuando se dio cuenta que algo extraño se formaba dentro de él. Sentía que algo horriblemente doloroso crecía y crecía como queriendo salir sin control; aun así, tomó aire para adoptar la última pose y cuando creía haberlo conseguido, fue cuando ocurrió.
         Su cuerpo estalló.
         Las personas de las primeras filas gritaban con horror mientras contemplaban como sus costosas ropas se hallaban bañadas de sangre y vísceras, mientras las mujeres se desmayaban y los hombres volvían el estómago. Los conductores del evento desde su cabina de transmisión no se atrevían a decir una sola palabra, mientras el director de cámaras completamente petrificado, no atinaba a dar la orden de irse a comerciales…


         Efectivamente, durante muchos años se habló de lo acontecido en el evento de Mr. Músculo pues después de su última emisión, dicha competencia se canceló debido a que se hicieron investigaciones las cuales llegaron a la conclusión de que todos los participantes habían utilizado esteroides.
         ¿Fernando?
Claro que rompió un record.
         El record de haber sido el poseedor del primer lugar de Mr. Músculo por menos tiempo.
         Quince minutos.

         Sus quince minutos de fama.

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