Fernando
se sentía frustrado a sus veinte y dos años.
Había
terminado la carrera de químico farmacéutico y conseguido un empleo en un
importante laboratorio de medicinas, pero en el fondo se sentía insatisfecho.
Sentía
que nunca había destacado en nada; sus calificaciones no habían sido
sobresalientes, no tenía suerte con las mujeres y lo peor de todo era su
físico.
En
realidad no era mal parecido, pero lo que más le acomplejaba era que media uno
ochenta de estatura, pero pesaba sesenta kilos, pues era extremadamente
delgado; sentía que eso era lo que repelía a las chicas a las cuales se atrevía
a acercarse, por lo que caminaba encorvado y a diferencia de otras personas, su
misma altura le restaba agilidad debido a lo cual, nunca había destacado en los
deportes.
Todas
las noches se pasaba horas y horas pensando en que merecía ser algo más que lo
demás, pero no sabía en qué.
Quería
sus quince minutos de fama.
Cada
que tenía tiempo libre en su trabajo, se dedicaba a vagar por internet, sintiendo
una frustrante envidia al ver las fotos de los deportistas y actores de moda;
renegaba sintiendo que la vida había sido injusta con él al darle ese físico
endeble, pues consideraba que con esa altura, si fuera más musculoso, entonces
sí sería un triunfador.
Hasta
que su vida cambió.
Resulta
que la empresa estaba intentando competir en el ramo de los suplementos
alimenticios, por lo que a varios departamentos incluyendo el de Fernando, les
dieron un curso de dos semanas acerca de la naturaleza y efectos de los
esteroides anabólicos, a fin de evitar experimentar con esas sustancias, pues
aparte de peligrosas, estaban prohibidas por la ley.
Fue
cuando la oportunidad se le presentó al joven químico.
O
al menos, fue lo que él pensó.
Aparte
del curso que le impartieron, buscó más información en internet y cuando
consideró que ya tenía lo necesario, echó a andar su plan.
Se
iba a meter a entrenar a un gimnasio y por medio de los esteroides, pensaba
construirse un cuerpo de campeonato.
Mientras
más reflexionaba en ese hecho, más se convencía que esa era la solución a sus
problemas y con una sonrisa en la cara, se imaginaba las miradas de admiración
de las mujeres así como las de envidia de sus pocos amigos, quienes cada que
tenían oportunidad, se burlaban de su cuerpo de escoba.
La
siguiente semana se inscribió a un gimnasio, pues sabía que los esteroides le
iban a dar la masa muscular pero que aun así, tenía que moldearla mediante el
ejercicio; se encontró con un buen entrenador el cual como la mayoría,
inmediatamente le ofreció su propio catálogo de drogas, siendo rechazadas por Fernando,
pues sabía que las que le mencionaba el musculoso tipo eran las formas más
comerciales a diferencia de las que él podía conseguir, cuyos resultados eran
más rápidos y más eficaces.
Después
de comenzar a entrenar, se puso en contacto con un par de proveedores de
sustancias químicas que surtían el laboratorio donde trabajaba, los cuales no
tuvieran empacho en conseguirle lo solicitado; Fernando pudo inmediatamente aplicarse
las dosis adecuadas con base en su altura y peso, así como las sustancias
limpiadoras que se tienen que consumir después de un “ciclo”.
A
los tres meses comenzó a ver resultados.
Donde
antes no había más que esqueleto, ahora se contemplaban grandes músculos que
comenzaban a darle una apariencia de desnudista profesional a Fernando.
Se
sentía complacido al darse cuenta que ahora sus amigos ya no se burlaban de él,
sino que lo veían con respeto e incluso con un aire de miedo, pues consideraban
que si lo hacían enojar, de un puñetazo podía tumbarles los dientes.
Pero
lo mejor era el tema de las mujeres, pues como en todo gimnasio, no faltan las
chicas que toman de pretexto el ejercicio para ir a conocer hombres musculosos,
por lo que no le faltaban citas al ahora fornido joven.
Pero
no todo salía según lo esperado.
En
una ocasión otro usuario del gimnasio lo retó a competir para ver quien hacía
más repeticiones en la prensa para piernas, poniendo de peso trescientos
sesenta kilos; Fernando desgraciadamente aceptó el reto, pues inmediatamente se
dio cuenta con frustración que solo pudo hacer seis repeticiones mientras que
su contrincante hizo doce. Le dolió hasta el alma ver las miradas de desilusión
de sus nuevas admiradoras, quienes decepcionadas se alejaron de él en cuanto
terminó la apuesta.
Esa
noche se puso a analizar lo acontecido y llegó a la conclusión de que las
drogas jamás iban a suplir la masa muscular extraída de las proteínas a base de
una dieta saludable; se daba cuenta que su contrincante tenía una figura
envidiable pues era un mesomorfo; esto es, personas que no necesitan de grandes
dietas o rutinas extremas, pues su cuerpo aprovecha todas las calorías que
recibe a diferencia de Fernando, quien tenía una figura ectomorfa, los cuales
queman inmediatamente las calorías que reciben, por lo que no aumentan su masa
muscular más que en pequeñas cantidades.
Debido a eso había
tenido que recurrir a los esteroides.
Físicamente
ambos se ven iguales, pero el joven químico sabía que sus músculos eran falsos,
por lo que decidió jamás volver a aceptar ese tipo de retos, pues incluso dejó
de ir al gimnasio por tres días, debido a una lesión en la rodilla derecha,
producto del esfuerzo realizado.
Pero
las circunstancias guiaron al joven por otro camino.
Cuando
regresó al gimnasio vio con curiosidad un cartel que invitaba a los usuarios a participar
en un concurso de fisiculturismo; su entrenador, al notar su interés le
preguntó:
-¿Quieres
participar Fernando?-.
El
joven contestó decidido:
-Sí;
creo que puedo hacer un buen papel, pero tengo una duda-.
El
tipo le dijo:
-Pues
no sé qué duda, yo también creo que tienes grandes posibilidades de estar entre
los mejores lugares-.
Fernando
dijo tímidamente:
-¿En
estos concursos no hacen pruebas antidopaje?-.
El
entrenador, extrañado dijo:
-Imposible;
esas pruebas son caras por lo que en estos concursos locales no se ocupan de
eso, por eso yo también voy a participar-. Y añadió. –De todos modos no
tendrías problema, pues tú me has dicho que has subido de peso gracias a una
buena dieta-. Y sonriendo finalizó. –Ni siquiera aceptaste ningún producto de
mi “farmacia”-.
“Así
que este va a ser mi camino en la vida”, pensó el joven.
“Voy a dedicarme a
los concursos de fisiculturismo”.
Como
faltaban tres meses para dicha competencia, aumentó la dosis de esteroides que
se inyectaba regularmente, confiado en que jamás lo iban a descubrir; subió un
poco la intensidad de su rutina de ejercicio y esperó el paso del tiempo.
Una
semana antes del evento hasta él mismo estaba asombrado de los cambios en su
cuerpo.
Sus
músculos ya de por si grandes, ahora se veían enormes; incluso la voz se le
había engrosado, dándole un tono grave y sensual que volvía locas a las mujeres
que se acercaban a platicar con él.
El
gran día llegó.
Se
compró un traje de baño negro con una calavera dibujada en el trasero, pues ese
iba a ser su sello de distinción; como todos los demás participantes, redujo su
consumo de agua al mínimo para deliberadamente deshidratarse y que la piel se
viera más pegada al músculo; se aplicó bronceador artificial así como una
cantidad industrial de aceite en todo el cuerpo para poder jugar con las luces
y sombras del escenario a fin de lucir una mejor figura.
En
realidad todo fue solo cuestión de trámite, pues en cuanto subió al estrado y
comenzar a posar, se dio cuenta con satisfacción de las miradas de aprobación
por parte de los jueces al contemplar la perfección de su cuerpo así como los
admirados gritos de las personas que habían acudido a la competencia las
cuales, sin importar que habían ido a apoyar a otros concursantes, gritaron
emocionados cuando Fernando terminó su rutina de poses.
Para
nadie fue una sorpresa cuando los jueces anunciaron a Fernando como el ganador;
incluso la chica de una página de internet dedicada al ejercicio lo entrevistó,
sin molestarse en ocultar su mirada de lujuria al estar cerca del ganador. Pero
lo mejor fue la mirada de envidia de su instructor cuando fue a felicitarlo,
pues no creyó que su “pupilo” pudiera derrotarlo.
Todo
para gran satisfacción del novel fisiculturista.
A
partir de ese día, Fernando se dedicó a buscar infinidad de concursos, a veces
locales, a veces regionales, en todos los cuales terminaba como el vencedor,
pues no había nadie que se le comparara con el cuerpo que químicamente había
diseñado para sí mismo; cuando se iba acercando la competencia, simplemente
aumentaba las dosis de las sustancias prohibidas que consumía y pasado el
evento, tomaba las respectivas drogas para eliminar los residuos de los
esteroides inyectados.
Ahora
sus noches ya no eran de angustia pues se pasaba largas hora recordando lo
vivido en los últimos dos años; le emocionaba hasta las lágrimas la fama que
ahora había conseguido pues en los concursos de mayor renombre, las revistas
especializadas en entrenamiento, canales locales de televisión y estaciones de
radio se peleaban por entrevistarlo; las marcas patrocinadoras de dichos
concursos le pagaban por anunciar sus productos y las mujeres competían por su
atención.
Pero
como todo en la vida, había un lado oscuro.
De
unos meses a la fecha, Fernando comenzaba a notar las consecuencias de las
sustancias que se había inyectado, pues lo primero fue que comenzó a
desarrollársele un severo acné en la cara; él jamás había tenido problemas al
respecto por lo que le asustó la apariencia que daba así que cambió las drogas
que consumía. Cuando creyó que había solucionado la situación, se le
presentaron otros problemas más graves pues de los pezones le comenzó a supurar
una sustancia desagradable mientras que sus riñones comenzaban a fallar pues
después de una competencia en la que se había pasado los anteriores cuatro días
con el nivel de agua al mínimo, en cuanto terminaba la competencia consumía
todo el líquido posible, lo que le ocasionaba una severa irritación al ir al
baño a desechar el agua, pues en esas ocasiones sentía que orinaba navajas de
afeitar. Incluso, llegaba a un nivel de deshidratación casi al límite de tal
manera que cuando llegaba el día de la competición, en cuanto se levantaba de
la cama inmediatamente un dolor de cabeza comenzaba a atacarlo y no se le
quitaba hasta dos días después, molestia acompañada de nauseas que lo mandaban
al baño para volver el estómago cada media hora.
Para
la deshidratación comenzó a imitar a sus oponentes, por lo que en los dos días
anteriores al concurso no tomaba agua, sino que consumía vino; no era lo mismo
que el agua, pero por lo menos lograba el efecto deseado de ver sus músculos
marcados así como le disminuía un poco los dolores de cabeza.
En
cuanto a los demás malestares, espació las dosis de esteroides lo más que pudo
a fin de no perder los músculos ganados pero no le servía de nada, pues en
cuanto se comenzaba a preparar para el siguiente evento, tenía que aumentar las
dosis.
Otra
cosa era su carácter.
Debido
a la estimulación en la producción de testosterona, todos los días se sentía de
mal humor y en algunas ocasiones en las cuales anteriormente había actuado con
prudencia, veía con preocupación que ahora respondía muy agresivamente, por lo
que terminó teniendo varias peleas callejeras; todo sin contar que la presión
arterial se le subía y bajaba caprichosamente, lo que le provocaba temblores y
mareos.
Fernando
llegó al siguiente nivel cuando comenzó a participar en eventos estatales hasta
llegar al campeonato nacional; ahí si se aplicaban pruebas antidopaje, pero eso
a él no le preocupaba, pues a pesar de que ya había dejado su empleo en el
laboratorio donde antiguamente laboraba, seguía en contacto con excompañeros,
quienes lo asesoraban con nombres de drogas que podían limpiarle el organismo,
al menos para los días de competencia; prácticamente lo que hacían esas drogas
era ocultar los esteroides de tal manera que sus pruebas siempre salían
limpias.
Ganó
fácilmente el campeonato nacional de fisiculturismo y Fitness como era de
esperarse.
Una
semana después de la victoria se encontraba en su casa cuando recibió la
llamada de una de sus más fieles admiradoras; en otras ocasiones en cuanto
escuchaba su voz, automáticamente se excitaba por lo que le llamó la atención
que ahora simplemente le contestara como si fuera un robot y una vez que la
chica colgó, Fernando comenzó a angustiarse.
Corrió
hacia el baño y se quitó el pantalón de entrenamiento que utilizaba a diario
para bajar la tanga que utilizaba; esa prenda siempre se le hizo más propia
para gays, pero desde que su cuerpo creció descomunalmente, se dio cuenta que
no había calzoncillos que pudieran entrar por sus enormes piernas, razón por la
cual tampoco utilizaba pantalones normales, pues no había tallas que pudiera
vestir de manera correcta.
Se
tocó el pene y con terror notó que a pesar de la estimulación no podía lograr
una erección.
Salió
corriendo del baño para buscar los apuntes que tomó durante el curso de
esteroides que le dieron años atrás en su anterior empleo; los revisó a fondo
hasta que encontró lo que esperaba: todo lo que le sucedía eran efectos de las
sustancias que se había inyectado. En el fondo lo sabía, pero quería corroborar
lo que sospechaba.
Los
daños eran irreversibles.
Al
otro día fue a sacar una cita médica y solicitó que le hicieran un conteo de
esperma así como un análisis a su hígado.
Cuando
fue a los pocos días para saber los resultados, el doctor en turno lo metió a
su oficina.
El
galeno tenía un expediente en sus manos; lo revisó a fondo y contempló a Fernando
hasta que le dijo:
-Usted
se inyecta esteroides anabólicos, ¿Verdad joven?-.
El
fisiculturista bajó la mirada avergonzado y dijo tímidamente:
-Así
es-.
El
doctor suspiró y comenzó a informarle:
-En
cuanto al conteo de esperma, no hay otra manera de decirlo más que de forma
directa-.
Guardó
silencio un instante y añadió:
-Es
usted completamente estéril-.
Fernando
cerró los ojos angustiado y con un hilo de voz dijo:
-¿Y
el hígado?-.
El
médico dijo incómodo:
-Por
su profesión usted sabe que una de las muchas funciones de dicho órgano es la
de metabolizar los medicamentos para distribuirlos por todo el cuerpo-. Hizo
una pausa y continuó. –El problema es que los esteroides son demasiado
agresivos a pesar de las sustancias limpiadoras que usan ustedes; debido a eso,
su hígado ha trabajado horas extras por lo que se encuentra al borde de una
falla total-.
Fernando
dijo con un tono de esperanza en la voz:
-¿Hay
algo que pueda hacer?-.
El
doctor simplemente dijo:
-Mire;
en cuanto al primer problema, resígnese a que jamás va a tener hijos y por
parte del hígado, es muy posible que necesite un trasplante en poco tiempo-.
El
joven como entre nubes le dio las gracias y se levantó; pero cuando iba a abrir
la puerta, el médico le dijo:
-Deje
de meterle porquerías a su cuerpo, porque esto va a empeorar-.
Fernando
sentía su ánimo por los suelos.
¿Había
valido la pena todo?
¿Fama,
fortuna a cambio de su salud?
O
peor aún. De su vida.
Por
primera vez había encontrado algo en lo que era mejor que los demás y ahora
tenía que abandonarlo; sí, sabía que había hecho trampa, pero al involucrarse
en el mundo del fisiculturismo se había dado cuenta que todos los participantes
sin excepción hacían trampa.
Tal
vez él había hecho demasiada trampa.
Actuó
muy ambiciosamente y quiso conquistar lo que a otros les había costado más
tiempo.
Seguía
rumiando su supuesta mala suerte cuando sonó el teléfono.
Lo
contestó y después de escuchar la información iba a contestar que no cuando
algo se encendió en su cerebro.
Iba
a dejar las competencias pero lo iba a hacer en la cima.
Lo
acababan de invitar a la mayor competencia de fisiculturismo a nivel mundial.
Mr.
Músculo.
Iba
a romper el record mundial como el hombre más musculoso.
Fernando
subió al coche de su proveedor de esteroides que había conocido cuando
trabajaba de químico; cuando éste lo vio le dijo:
-Traje
lo que me pediste, pero primero quiero comprobar si es lo que quieres. Esta
sustancia solo se maneja a nivel veterinario. ¿Estás seguro de querer
inyectarte esto?-.
Fernando
dijo seriamente:
-Claro.
Tres días después de la última dosis me voy a inyectar otra sustancia para
limpiarme y así no la van a encontrar en el examen antidopaje-.
-¿Que
sustancia es?-.
Cuando
el fisiculturista le dijo el nombre, asintió y replicó:
-Sí;
la conozco. Pero incluso esa sustancia es muy, muy fuerte para el cuerpo
humano-.
Como
Fernando no dijera nada, continuó:
-Mira,
cada quien sabe lo que hace, pero no quiero que quede en mi conciencia decirte
que esto no está bien; claro que no van a encontrar esto en tu organismo, pero la
cosa es que una vez que te lo inyectes ya no hay marcha atrás en cuanto a las
consecuencias-.
Fernando
pagó y bajó del coche, pero antes de retirarse, se asomó por la ventanilla y
preguntó:
-¿Y
cuáles son esas consecuencias?-.
El
tipo dijo con un tono de preocupación en la voz:
-No
te va gustar saberlo-.
Y
arrancó.
El
lugar donde se celebraría la competencia en Inglaterra estaba a reventar.
Había
un mar de gente entre los cuales destacaban figuras del ambiente artístico y
deportivo así como una enorme cantidad de reporteros de todos los medios de
comunicación dedicados al deporte; obviamente, se iba a televisar el evento
como pago por evento debido a la magnitud del acontecimiento.
Fernando
entro por la parte de atrás y se dirigió a su vestidor; desde hacía tres días
que se había inyectado la sustancia limpiadora le había nacido un estallante
dolor de cabeza que no lo dejaba en paz; se sentía mareado debido a la
deshidratación, mareos que ni siquiera el vino había podido amortiguar y lo más
preocupante de todo era que a pesar del poco nivel de agua en su cuerpo sudaba
copiosamente. Se sentó trabajosamente en la banca del vestidor y quiso quitarse
la ropa; los músculos le habían crecido tanto que la sudadera y el pantalón de
ejercicio se le veían como una segunda piel a pesar de ser de la talla más
grande que utilizan los fisiculturistas. Con mucho trabajo se cambió, pero
cuando comenzó a aplicarse el aceite en el cuerpo, la vista se le nubló por lo
que se dirigió al baño y cuando llegó ahí, comenzó a toser sintiendo ganas de
volver el estómago, escupió en el WC y cuando miro hacia abajo, aterrado notó
que acababa de arrojar sangre. Salió con mucho trabajo del baño y se recostó,
pero en eso le vino un punzante dolor en los riñones que le impidieron moverse;
se quedó respirando con dificultad hasta que el dolor fue más soportable.
Terminó
de aplicarse el aceite y fue cuando lo llamaron.
Había
llegado la hora.
Había
vencido.
Fernando
escuchaba como si estuviera en medio de un trance los elogios del conductor de
la competencia, mientras él estaba parado detrás de su trofeo y delante del
segundo y tercer lugar; un francés y un cubano respectivamente. Había hecho un
esfuerzo sobrehumano para mantener las poses durante su actuación que lo había
dejado exhausto, pero en eso el conductor volteó a verlo para pedirle que
posara una vez más para que la gente volviera a admirar su imponente físico.
Fernando
pensaba librarse de eso, pero sabía que eso era lo que se acostumbraba en todas
las competencias, por lo que sonrió débilmente para prepararse mientras las
demás personas que ocupaban el escenario se retiraban hasta dejarlo solo.
Comenzó
a escucharse la ya comúnmente conocida canción “We are the champions” por el
sonido del auditorio mientras Fernando tomaba todo el aire que sus pulmones
podían aceptar y comenzó a posar.
En
cuanto adoptó la primera pose, sus descomunales músculos resaltaron debido a
las luces del lugar lo que provocó los aplausos de la gente; a la siguiente
pose, todos los presentes se pusieron de pie para aplaudir a rabiar, mientras
Fernando comenzaba a recuperar su confianza. Inspirado, aplicó más esfuerzo a
fin de que los músculos se vieran más enormes de lo que ya eran; el público
gritaba a rabiar pues jamás habían visto antes un cuerpo tan perfecto frente a
ellos. El joven adoptó la siguiente pose pensando que se hablaría de él durante
muchos años; se convertiría en un ejemplo para las nuevas generaciones de
concursantes; pensaba que la gente que anteriormente lo había ignorado, ahora
lo idolatraba; las mujeres que anteriormente lo habían rechazado, ahora tenían
fantasías sexuales donde él era el protagonista.
Comenzó
a reír sintiendo que ahora tenía al mundo a sus pies; veía a todos con
arrogancia, pues reconocían que él era el mejor.
Mientras
contemplaba las miradas de veneración que incluso provocaba lágrimas en
algunos, Fernando comenzó a reír con burla.
“Malditos
imbéciles; son todos míos” pensó.
“Sigan adorándome”.
Pero
de repente todo cambió.
A
Fernando se le borró la sonrisa del rostro cuando se dio cuenta que algo
extraño se formaba dentro de él. Sentía que algo horriblemente doloroso crecía
y crecía como queriendo salir sin control; aun así, tomó aire para adoptar la
última pose y cuando creía haberlo conseguido, fue cuando ocurrió.
Su
cuerpo estalló.
Las
personas de las primeras filas gritaban con horror mientras contemplaban como
sus costosas ropas se hallaban bañadas de sangre y vísceras, mientras las
mujeres se desmayaban y los hombres volvían el estómago. Los conductores del
evento desde su cabina de transmisión no se atrevían a decir una sola palabra,
mientras el director de cámaras completamente petrificado, no atinaba a dar la
orden de irse a comerciales…
Efectivamente,
durante muchos años se habló de lo acontecido en el evento de Mr. Músculo pues
después de su última emisión, dicha competencia se canceló debido a que se hicieron
investigaciones las cuales llegaron a la conclusión de que todos los
participantes habían utilizado esteroides.
¿Fernando?
Claro que rompió un
record.
El
record de haber sido el poseedor del primer lugar de Mr. Músculo por menos
tiempo.
Quince
minutos.
Sus
quince minutos de fama.
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